viernes, 5 de diciembre de 2025 02:27
La reactivación del yacimiento Bajo La Alumbrera tomó desprevenidos a quienes no están empapados de los entretelones de la producción minera, uno de los pocos rubros en crecimiento en el país, pero estuvo latente en el sector desde el momento de su cierre hace casi una década. Ocurre que en el emblemático lugar, que fue el puntapié inicial para la gran minería en la Argentina, quedan reservas más que interesantes. Una vez que se obtengan todos los permisos y se encuentre plenamente operativa, se espera que Alumbrera produzca alrededor de 75.000 toneladas de cobre, 317.000 onzas de oro y 1.000 toneladas de molibdeno durante los cuatro años de operación. Una magnitud claramente lejana a la del potencial exhibido hace tres décadas, pero indiscutiblemente enorme por los valores que manejan metales como el cobre y el oro, siempre a una distancia abismalmente superior a minerales no metalíferos como el litio.
En este punto, es un acto de honestidad señalar que para casi ningún catamarqueño Bajo La Alumbrera trae buenos recuerdos. Casi todo lo que pudo hacerse mal en el manejo de esa mina, se hizo mal. Catamarca cedió derechos, fue avasallada por los intereses empresarios con una actitud pasiva lindante con la irresponsabilidad, no se respetaron las normas básicas de control y cuidado ambiental, no se aprovecharon los efectos de la responsabilidad social empresaria, no se impuso la prioridad de trabajadores y empleados locales y, lo peor de todo, se despilfarraron fortunas. Las obras que quedaron en Catamarca tras los años de vacas gordas que ofreció la explotación, son ínfimas en comparación con los miles y miles de millones de dólares que se generaron, la mayoría de los cuales emigraron sin dejar rastros. Pudo haberse pecado de inexperiencia, pudo haber actos de corrupción, pudo haber inoperancia. Todo ello es discutible. Lo real es que Catamarca desperdició o malogró una oportunidad única, y ese fracasó repercutió brutalmente en el ánimo colectivo, justamente porque la expectativa previa era también desproporcionadamente optimista.
Se llega así a esta segunda vida del yacimiento. Podrá inflar el pecho el gobernador Raúl Jalil si señala que esta reactivación es en parte consecuencia de su apoyo al RIGI, que facilita nuevas inversiones. Pero la clave de este renacer de la mina será que pueda sacarse real provecho de todo lo que genera. Cuidando cada recurso y destinándolo con más inteligencia, a promover infraestructura perdurable y promoción de otras actividades. Bien pudo Catamarca aprender de los errores del pasado para no repetirlos y no malograr esta puerta que se abre, a una escala menor, pero significativa. “Segundas partes nunca fueron buenas”, se dice en el mundo del cine. Ojalá que esta “película” sea una excepción.
El Esquiú.com
