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Estrategias irresponsables

martes, 14 de octubre de 2025 02:42

Nada nuevo bajo el sol: en el tramo final de la campaña, nunca faltan él o los candidatos que, ansiosos por ganar un espacio mediático o algún titular, tiran sobre la mesa el tema de las drogas, procurando señalar oscuros vínculos entre este flagelo y el poder. Para la oposición es casi una muletilla, que no tiene más objetivos que generar impacto, escándalo, sembrar temor para probar suerte a ver si les suma algo. Se trata de una estrategia bastante gastada, que en el caso de Catamarca se reitera desde hace décadas. Lo intentó en su momento hasta Eduardo Brizuela del Moral, diciendo que “un vecino” anónimo le había sugerido los vínculos del gobierno peronista con los narcos. Después no importa que todo resulte un chisme: se busca el efecto inmediato y nada más.

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Ahora canta la misma canción el exradical y libertario de reciente conversión Francisco Monti, quien encontró el cierre de campaña como momento oportuno para expresar su preocupación por la droga. Quizás hubiera sido más productivo que trabajara en el tema a través de proyectos como legislador nacional, o bien que denunciara en la justicia los delitos que al parecer conoce, en lugar de hablar en medios o redes sociales. Incluso, podría reflexionar acerca del vínculo de su propio espacio político con el narcotráfico, que parece bastante evidente desde el momento en que debieron bajar al candidato libertario más importante del país porque resultó que recibía favores y suculentas sumas de dólares de un acusado narco. Pero desde hace milenios, se sabe, es más sencillo ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

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La realidad que pesa sobre la sociedad, se admita o no, es que el flagelo de las drogas no es patrimonio de ningún gobierno o fuerza política: es una tragedia transversal a todos los estamentos sociales, de raíces muy profundas y derivaciones más que delicadas. Es por ello toda una irresponsabilidad esgrimir estas heridas para salir a la caza de un voto, porque en definitiva se banaliza un tema muy severo, y no deja de ser una actitud miserable buscar réditos en cuestiones que causan tanto dolor, tanta destrucción, tanta muerte. Revolear acusaciones a ver si se tiene la puntería de ensuciar a un adversario es una bajeza, aunque frecuente, siempre repugnante. En todo caso, sería más productivo preguntarse si la destrucción del Estado, la salud, las universidades públicas, no son tierra fértil para que más personas sucumban ante los consumos problemáticos. Si lo comprendiera así, es posible que el propio Monti hubiera cambiado el sentido de varios de sus votos recientes. Quien tenga auténtica preocupación por el problema de las drogas, lo primero que debe entender es que vencer este flagelo exige el compromiso de toda la sociedad. Cuando se observa la droga como una palanca útil para sacar ventajas personales, posiblemente el objetivo que se persiga sea otro.

El Esquiú.com

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