La crónica escasez de divisas que afecta a la economía nacional se puede enfrentar a través de un incremento de la producción y de las exportaciones, lo que genera el ingreso de dólares al país, o a través del endeudamiento externo, lo que constituye una salida expeditiva pero costosísima en el mediano y largo plazo.
Cada vez que se implementaron políticas neoliberales o pro-mercado el camino ha sido finalmente el del endeudamiento. Con el sector privado, en una primera instancia y luego, a medida que se va cerrando ese camino por la insustentabilidad del modelo, que siempre termina siendo un freno a la producción nacional, a través del aporte crediticio del Fondo Monetario Internacional.
El ciclo ocurrió durante la dictadura militar, durante el menemismo y también durante el macrismo. En 2018, el FMI acudió prestamente al auxilio del gobierno de entonces, con Luis Caputo también como ministro, y realizó el aporte de fondos más grande en la historia del organismo. La experiencia fue un rotundo fracaso. La economía profundizó su caída entre 2018 y 2019, y hubo una masiva fuga de capitales que dejó a la Argentina sin los dólares que necesitaba pero con una deuda mucho más voluminosa que la que había en 2015, luego del exitoso proceso de desendeudamiento registrado entre 2005 y 2010.
El FMI volvió a acudir en auxilio del gobierno de Javier Milei en abril de este año, cuando la falta de divisas hacía tambalear la economía. El aporte de fondos, al que se sumaron otras entidades financieras internacionales, frenó la corrida y permitió una apertura parcial del cepo cambiario, pero implica un incremento de la deuda que será muy difícil de pagar en el futuro.
Los riesgos acechan porque no se generan dólares genuinos, las reservas no crecen y las divisas continúan, como hace siete años, saliendo del país.
El problema no es solo del largo plazo. Los riesgos acechan en la actualidad porque el modelo sigue sin generar dólares genuinos, las reservas no crecen y las divisas continúan, como hace siete años, saliendo del país. Entre diciembre y abril los dólares que salieron del país por repatriación de capitales de empresas extranjeras fueron muchos más que los que ingresaron por inversión externa directa. El rojo en ese periodo es de 3.000 millones. La Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), con datos del Banco Central, lo explica de la siguiente manera: «La inversión externa directa, lejos de aportar dólares, por el momento los está demandando».
La variable mencionada se comportó de un modo muy diferente en años anteriores. Entre 2021 y 2024 hubo superávit en el primer cuatrimestre, con la siguiente evolución: 237 millones de dólares (2021), 239 millones (2022), 204 millones (2023) y 221 millones (2024).
Los dólares también se van del sistema por la compra de pequeños ahorristas, por el aumento de importaciones y por el saldo negativo del turismo internacional (gastan mucho más los argentinos en el exterior que los turistas extranjeros en el país).
Los indicios de que el ciclo va camino al fracaso, si no se revierte la tendencia en el corto plazo, son cada vez más evidentes. La única diferencia con 2018 y abril de este año es que ya no habrá un nuevo salvataje del FMI.