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Algo en que pensar mientras lavamos los platos
Por Rodrigo L. Ovejero
Los títulos en literatura suelen ser traicioneros, especialmente si uno no tiene la presencia de espíritu para apoyarlos como es debido. Ésta es una lección que Sir Arthur Conan Doyle aprendió a la fuerza, cuando su férrea voluntad de asesinar a su creación más famosa, el detective Sherlock Holmes, fue doblegada por el intenso dolor de miles de lectores que simplemente no podían tolerar la idea de que su personaje favorito hubiera pasado al más allá. Fue así que la historia de Holmes llamada “El problema final”, en la cual el detective moría al saltar al vacío, perdió con los años gran parte de la fatalidad implícita en su título cuando apareció “La aventura de la casa vacía”, en la que el personaje regresaba a este mundo y explicaba que, en realidad, nunca se había ido de él.
Más allá de la angustia de sus lectores, no podemos descartar que la aparición de una suma de dinero de proporciones estrafalarias haya sido otro factor a tener en cuenta para Doyle, quien tenía cuentas por pagar, al igual que tantos otros humanos que debían arreglárselas con sus deudas sin contar con talento para la literatura. Por supuesto que esta no era la primera vez que un personaje literario volvía de la muerte (de hecho, en el libro más vendido de la historia de la humanidad ya se encuentra un caso de resurrección que continúa celebrándose a día de hoy) pero dada la popularidad de la creación de Doyle, es muy probable que haya sido el puntapié inicial para un sinfín de regresos de la muerte. Desde que Holmes volvió, no puede uno confiarse en la muerte de un personaje que ya lo tiene de regreso.
Pero tratemos de darle un enfoque más romántico a la situación y supongamos que las motivaciones para el regreso del amigo de Watson no fueron venales. La leyenda dice que, en Londres, luego de la publicación de “El problema final”, muchos ciudadanos utilizaban una cinta negra en sus brazos, como señal de duelo por la muerte del detective, y que miles de cartas fueron enviadas a la revista The Strand, en la cual se publicaban las aventuras del occiso, reclamando su retorno. Algunas de estas misivas eran súplicas, otras tomaban la forma de veladas amenazas, pero todas sin excepción dejaban traslucir una angustia terrible por la pérdida. Muchos años después, Stephen King se inspiraría en este episodio para escribir su novela “Misery”, cuya trama giraba justamente alrededor de una lectora que no podía aceptar la desaparición de su heroína literaria favorita.
Sea cual fuere la razón de su regreso, quedaría demostrado que el problema no era tan final, después de todo. Una recopilación de las aventuras del detective debería tener la sinceridad de revisar este título y renombrarlo de un modo menos drástico, menos definitivo. Tal vez, lo más adecuado, sería llamarlo “Un problema más”, o quizás “Otro problema”, simplemente.