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Rosas, autobuses y témpanos

15 de enero de 2024 – 01:15

Vivimos en un mundo complejo y esencialmente injusto, la prueba irrefutable de ello es que no podemos comer todo el dulce de leche que queremos porque esto tiene consecuencias funestas para nuestra salud. Pero no me detendré allí y diré que, en definitiva, y para reafirmar la primera frase de este párrafo, incluso los sentimientos más bellos tienen su lado oscuro.

Cada rosa tiene su espina, como Brett Michaels dijo alguna vez. Michaels era el cantante de Poison, y no era, como puede advertirse, un letrista especialmente inspirado. A su modo, también Haddaway conocía este concepto, y lo dejó en claro cantando «¿Qué es el amor? Nena no me lastimes, nena no me lastimes» (Haddaway tampoco era un poeta destacado y, por otra parte, no podía esperarse más de un cerebro impulsado a base de cocaína y sintetizadores). Lo cierto es que ambos artistas, a su manera, escribieron acerca de una verdad que aprendemos con los años: el amor conlleva sufrimiento, en mayor o menor medida.

¿Es que acaso no puede haber un amor exento de dolor? Es una buena pregunta, y la respuesta es no, por supuesto. El solo hecho de amar conlleva el sufrimiento por el destino de la persona amada, la preocupación por lo que pueda ocurrirle. Nick Hornby, en su libro Alta Fidelidad, lo explicó a la perfección. Prefiero enviar al lector a la fuente directamente, pero a modo de síntesis digamos que amar a alguien es temer que a esa persona la atropelle un autobús.

Es por ese motivo que las mejores historias de amor son las que terminan apenas empezando, cuando todo es promesa y nada es desilusión. Un amigo imaginó Titanic 2 -en el caso de que Jack hubiera sobrevivido- de esta manera: veinticinco años después Jack se está muriendo de dos cánceres, uno es de pulmón, por el asbesto en la fábrica, el otro de es de hígado, por el alcohol en el bar. Rose vive frustrada, en la miseria -Jack trabaja mucho pero todavía no existe un sindicato- todo el día ocupándose de los hijos de ambos (que son muchos, no olvidemos que estaban muy enamorados y no era una época avanzada en métodos anticonceptivos) y de vez en cuando piensa que estaría mejor si se hubiese subido al bote salvavidas.

Sin embargo, seguimos creyendo en el amor, y está bien que así sea. Aún baqueteado y bajado del cielo por la realidad, sigue siendo una de las experiencias humanas más fantásticas que se pueden vivir en este universo, y dedicar nuestra vida o una buena parte de ella a su consecución es una empresa válida aquí y en un trasatlántico que se hunde. Metafóricamente hablando, ese témpano gigante les estaba enseñando a Jack y Rose, de golpe, que cada rosa tiene su espina, y por detrás de él venían muchos otros témpanos: más mundanos, por supuesto, en la forma de facturas y alquileres atrasados, los zapatos especiales que Jack Jr. requería para atenuar la renguera que le dejó la polio y el hartazgo general recíproco entre ellos al cabo de un par de décadas.

Es un péndulo eterno, de un lado está Tanguito diciendo que el amor es más fuerte y del otro Calamaro planteando que no se puede vivir del amor, y en el medio nos pasamos nuestros años luchando por algo ideal cuando deberíamos entender que lo ideal no existe. Simplemente hay témpanos, y la experiencia nos va enseñando -a las piñas, esa desalmada es un padrastro borracho- cuáles se pueden chocar y cuáles hunden el barco.

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