26 de septiembre de 2023 – 00:40
El derrumbe del peronismo fue uno de los datos salientes de la elección gubernamental mendocina, que el radical Alfredo Cornejo le ganó a Omar de Marchi por cómodos diez puntos, contra la mayoría de las encuestas (otra vez) que pronosticaban un final de bandera verde.
El justicialismo, que colocó a cinco de los diez gobernadores de Mendoza desde la restauración democrática de 1983, perforó su piso histórico y quedó tercero lejos, con apenas el 15% de los votos para la fórmula Omar Parisi-Lucas Ilardo y el humillante aliento en la nuca de los Verdes, que obtuvieron el 12.
La responsabilidad política mayor por la catástrofe le corresponde a la senadora nacional Anabel Fernández Sagasti, ultrakirchnerista que condujo el diseño electoral y de campaña con unos criterios de comisariato tan absurdos que provocaron una estampida de dirigentes cuyas consecuencias se potenciaban por el fuerte predicamento que tiene en la provincia cuyana el antikirchnerismo –similar al de Córdoba- y el pésimo concepto sobre el Gobierno nacional, tan generalizado que las más destacables virtudes de Sergio Massa radican en sus cualidades para el sofisma, que le permiten simultáneamente formar parte del gabinete como ministro de Economía y postularse como un agente de cambio.
La dispersión del voto peronista fue consignada por el propio Cornejo como una de las razones principales de su holgado triunfo, pero también por el derrotado Parisi.
“Autocrítica es cuando uno se critica a sí mismo. Mi autocrítica es la misma: caminé todos los días; hace 120 días que me levanto a las 6 de la mañana y me acuesto a las 12 de la noche. Caminamos cinco veces la provincia. En realidad, la autocrítica la tienen que dar el PJ y sus dirigentes. Yo no he fallado, he dado todo por el peronismo. Hice todo lo que el peronismo necesitaba para ponerlo en el lugar que tiene que tener. Mendoza necesita alternancia y cambiar el signo político”, analizó Parisi después de la paliza, sin advertir las diferencias que existen entre el respaldo a un proyecto político y la confabulación para un suicidio colectivo.
Si de algo están seguros los intendentes peronistas mendocinos, caudillos territoriales, es de que no tienen la menor necesidad de autocriticarse por su conducta, dado que les fue al pelo y se salvaron del desastre con un expediente muy sencillo: desdoblar las elecciones municipales de las provinciales para no quedar entrampados en las estrategias de Fernández Sagasti.
Las seis comunas mendocinas gobernadas por el peronismo desdoblaron y retuvieron el 3 de septiembre: Maipú, Santa Rosa, La Paz, Lavalle, Tunuyán y San Rafael.
El pobre Parisi reprochó a los jefes comunales este elemental movimiento de autoconservación.
“Logramos ganar en Malargüe, ganamos en tres departamentos más. En los departamentos que no ganamos no habremos tenido el apoyo que necesitábamos”, consideró.
Un análisis similar al que podría haber hecho Juntos por el Cambio en Catamarca. “Ganamos en Andalgalá, Ancasti, Antofagasta de la Sierra y Fiambalá. En donde no ganamos no habremos tenido el apoyo que necesitábamos”.
El asunto no es haber perdido, sino el tamaño de la derrota. El Justicialismo quedó diez puntos debajo del piso histórico del 25%, que había tocado en 1999.
Estos resultados no pueden desvincularse de la compleja situación que enfrenta el peronismo a nivel nacional. El desdoblamiento electoral al que los gobernadores procedieron por los mismos motivos que los intendentes mendocinos no evitó que perdiera 6 de las 12 gobernaciones que puso en juego hasta ahora: Santa Fe, San Juan, San Luis, Santa Cruz, Chaco y Chubut. El 22 de octubre podría sumar a la lista de pérdidas Entre Ríos, donde Rogelio Frigerio se impuso en las PASO sobre Adán Bahl, vicegobernador del peronista Gustavo Bordet y aspirante a sucederlo.
Las chances de retener Buenos Aires de Axel Kicillof son mayores, aunque no tanto como en Catamarca las de Raúl Jalil, que le sacó en las PASO 30 puntos de ventaja a Juntos.