Columnista invitada (*) ¿Qué importancia tiene el vínculo entre hermanos en la constitución subjetiva de los seres humanos? ¿Es este vínculo diferente a otros? Si lo es, ¿por qué? ¿Cuál es su especificidad?
10 de septiembre 2023, 06:47hs
Es sabido y estudiado en psicología, que un niño debe tener un sostén parental para su desarrollo y supervivencia. Sin embargo, no se habla siempre del vínculo fraterno. El vínculo fraterno implica aprender a tramitar un conjunto de sentimientos tanto hostiles como amorosos y tiernos en el plano de la horizontalidad, en el “uno a uno”.
La importancia de los hermanos es un elemento trascendente en el desarrollo de cualquier persona. Y no me refiero sólo a los hermanos consanguíneos, ya que un hijo único también puede desarrollar estas relaciones, siendo que el vínculo fraterno se extiende a primos o amigos, a “un par”, un semejante. Estos lazos “se agregan” a otras tramas vinculares que el infante tiene con los adultos, y vienen a imponer en el hogar, en el jardín, en la plaza de juegos, otras formas de interacción que son muy valiosas: saber compartir, tolerar frustraciones, trabajar en una tarea de manera conjunta, son herramientas que se aprenden “con otros”. En la vida adulta esto se puede observar en las reuniones laborales, sociales o deportivas.
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Ahora bien, ¿Qué cualidad tienen estos lazos? ¿Se puede hacer algo para favorecer espacios de interacción donde se privilegien los vínculos afectuosos, tiernos sobre los hostiles? Creo que sí, que el marco que el adulto otorgue a estos vínculos muchas veces puede habilitar y propiciar un espacio de “esperar turnos”, “competir según edades”, “tolerar las diferencias”, “valorar las cualidades de cada uno”.
Los diferentes vínculos
De todos modos, no nos engañemos, la hostilidad y la rivalidad también estarán presentes, y en algún punto es esperable que ello aparezca. En un extremo peligroso nos encontramos con el relato de Caín y Abel. Esto se observa en lazos de ruptura, enemistad en la vida adulta entre hermanos, primos o amigos que, sin llegar a ese extremo del relato bíblico, al rival se lo “mata simbólicamente”. Ese otro se convierte en alguien que tengo que destruir. Ello se evidencia en las frases como: “¡No le hablo más!”,” ¡Le hice la cruz!”, “Para mí, no existe.”
En otro polo, en cambio, encontramos una amplia variedad de vínculos muy ricos y diría “irremplazables”. El hermano, el amigo, el compinche representa un “otro yo”, un semejante y al mismo tiempo alguien distinto, diferente. Es una persona que puede reflejar, corregir, acompañar, o simplemente estar en silencio compartiendo una vivencia, un sentimiento, hacer una labor conjunta. Diversas formas de com- partir: es decir distribuir algo entre todos, hacer que otro experimente algo propio. El lazo fraterno implica tener un camarada que sostiene desde ese lugar.
No es lo mismo para un niño, un adolescente, por ejemplo, que un hermano señale alguna virtud y también algún defecto, algo por corregir, a que lo haga el adulto. Tiene otro peso, otra mirada que “se agrega”, no reemplaza a las de otras generaciones, pero, el plano horizontal en el que se da, proporciona una mirada nueva, singular.
Este tipo de intercambios es muy nítido observarlo en ejemplos donde el adulto estuvo tratando de enseñar alguna habilidad y espontáneamente, se acerca un par y dice algo similar, en lenguaje “de hermanos” y el niño o adolescente “lo toma”, por imitación, por admiración a ese par: “Tanto explicarle matemáticas, y se acerca un hermano mayor y dice algo a su hermanita sobre lo estudiado, ella contesta: -¡Es que él sabe más, me lo explica mejor!” Otro ejemplo puede ser el de: “Un padre que le insiste a un joven que estudie, que trabaje, “que se ponga las pilas” -como se dice- sin muchos frutos. Sorpresivamente, regresa entusiasmado de una reunión de amigos, contando que su mejor amigo comenzó a trabajar y que entonces quiere lo mismo”.
El vínculo fraterno
El vínculo fraterno es algo nuevo, algo que es irremplazable en la vida de los seres humanos y que es necesario cultivar, cuidar y propiciar. La pertenencia fraterna, permite descubrir lo similar y lo diferente, lo propio y lo ajeno en la búsqueda de la propia identidad. La cualidad hostil siempre estará como una posibilidad a exacerbarse. Si se tramita adecuadamente, puede transformarse la competencia y rivalidad agresiva, en oportunidades para el crecimiento y el cambio o incluso en una competencia que proponga desafíos personales.
La trama que se da en la horizontalidad fraterna, en la cualidad amorosa y colaborativa es de relevancia fundamental para la construcción de una sociedad, de un vínculo que privilegie el compañerismo, el trabajo grupal, el saberse acompañado y el poder asistir a otros, el sentirse reflejado en alguien semejante, pero que no me devuelve la “misma” mirada, siempre es “otra” nueva, que aporta un límite y una oportunidad.
(*) Ivana Paula Carena, psicóloga y profesora de Psicología (UNR), especialista en Psicoanálisis (IUSAM-APdeBA), miembro Adherente APdeBA, IPA y FEPAL, docente universitaria (USAL) .