martes, 23 septiembre, 2025
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Dónde hay un mango, viejo Donald?

Viaja hoy Javier Milei a una cita repetida para hablar en Naciones Unidas, de rutina anual, que encubre otro propósito: evitar la continuidad de una Puerta Doce —en recuerdo de un trágico amontonamiento en la cancha de River a la salida del estadio— que ha masacrado reservas y elevó el tipo de cambio a niveles inesperados para el gobierno. Se acabó el dólar barato. En parte, al menos.

Logra el Presidente un objetivo antes de viajar: la confirmación de una entrevista con Donald Trump en la semana que, se supone, habilitará la concesión de un préstamo por parte del Tesoro que merodee los diez mil millones de dólares. Un resguardo para garantizar el pago de vencimientos el año próximo que había puesto nervioso a los mercados y, en los últimos tres días hábiles, se absorbió cerca de mil millones ante la eventualidad de un futuro default. En rigor, se cumpliría una promesa del secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien de paso por Buenos Aires hace unos meses ya había prometido un desembolso amigo si el país entraba en emergencia.

Hoy está en emergencia: se asiste a un derrumbe por la corrida, aunque el equipo económico sostenga lo contrario y exhiba razonables índices sobre su propia performance profesional. Lo que debió ser un oleaje fuerte se convirtió en el principio de un tsunami. Alivio entonces lo de la entrevista en Naciones Unidas para poseedores de títulos, quizás el mejor anzuelo para empezar desde mañana a pescar en un cardumen. Seguro los bonos, sabrá Dios el dólar.

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Venía incierto lo de la reunión con Trump: nadie de Cancillería confirmaba la versión y el viaje parecía destinado a un encuentro casual en los pasillos del burocrático edificio, tal vez a una fotografía. La oposición se deleitaba con esa posibilidad —amparada en sectores conservadores del gobierno republicano que objetan la aparición de temas de corrupción en los diarios neoyorquinos—, un descenso de categoría para Milei y mantenimiento este lunes de la imparable corrida.

Ya que, por más sonrisas que se pudieran cruzar en los pasillos, la colección de anécdotas de ese tipo de saludos no garantizaba ningún tipo de estabilidad. Ni de cumplimiento de promesas, como la que había formulado Bessent en su última visita al país, donde tiene cariños e intereses personales. Solo basta recordar cuando Néstor Kirchner se lo cruzó a su par uruguayo y conmilitón de izquierda, Tabaré Vázquez, al que le sugirió que su país no debía instalar las pasteras, casi amenazante. “No te preocupes”, le replicó el finado oncólogo, más o menos como solía saludar y despedir con un apretón de manos a sus pacientes con cáncer. Por supuesto, no cumplió y las pasteras son vitales hoy en la economía oriental.

Otro de esos encuentros casuales en los pasillos: recordar cuando Alberto Fernández, con intimista inspiración, en un rapto de exagerada confianza, le puso una mano en el hombro al secretario de Estado de Joe Biden y, éste, notablemente afectado por el toqueteo, le apartó el brazo indicando que ese afecto unilateral no era parte de la diplomacia.

Pero esa oscuridad parece disiparse si se cumple la aspiración del gobierno y el bolsillo del dúo Bessent-Trump se vuelve generoso. Habrá, claro, condiciones a cumplir: nadie regala nada del Estado sin preservar su devolución. A menos que sea el equipo económico de Milei, que venía obsequiando dólar barato para los que hacen turismo —inclusive, hoy Aerolíneas Argentinas todavía alienta esa alternativa con publicidad de viajes y estadías— o promueven importaciones a menor precio, perdiéndose parte del superávit comercial.

Por ejemplo, como ha advertido el FMI, la necesidad de que el Tesoro argentino acumule reservas para cumplir sus obligaciones. Se lo volverá a reiterar Kristalina Georgieva, con quien también dialogará Milei en la gira que empieza mañana; quizás se convierta este periplo en el más importante que realizó el Presidente argentino desde que llegó a la Casa Rosada. También se supone que esas audiencias, simplemente por el anuncio, provocarán mañana un descenso en la tasa del riesgo país, magnificado al extremo de que es más alto que Bolivia o la Ucrania en guerra. Ver para creer.

Muchos deben preguntarse si los condicionamientos implican un reseteo del programa económico, quizás el fin de las bandas u otras variantes que alteren el dogma de Milei y Luis Caputo, quienes aún no han explicado si los ciudadanos deben abrevar en la escuela austriaca o la de Chicago, ya que el mandatario le puso a uno de sus perros Murray (Rothbard) y a otro Milton (Friedman).

Ese reordenamiento no exige ninguna otra garantía, al revés de lo que ocurrió con la prenda del petróleo a México, tema de alta complejidad porque exigiría entonces un acuerdo del Congreso. Se supone que mañana estarán más tranquilos los mercados, expectantes de las entrevistas de Milei en Nueva York durante la semana y quizás en la confianza de que los bonos argentinos disponen de una cobertura fundamental para el año próximo.

Igual, antes de esa eventualidad futura, habrá que observar el desenlace de la visita con relación a los comicios del 26 de octubre, a las diferencias internas dentro del gobierno cada vez más expuestas. Milei apela al salvavidas cuando atraviesa una crisis semejante a la que padeció Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, las dos más graves que tuvo la democracia argentina luego del proceso militar.

No solo hay tropezones económicos, consejos —entre otros absurdos— como el de Juan Alberto Pazos, titular de ARCA, quien le recomendó a los productores agropecuarios que pusieran sus ahorros en el carry trade y no en el campito. También en la política se registran anomalías con tránsfugas de diversa colorativa y, en el Parlamento, se han notificado episodios inéditos: nunca en la Historia se rechazaron tantos vetos. Y nunca se imaginó que Elisa Carrió votara con el PJ.

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