sábado, 13 septiembre, 2025
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La oscura cotización de los futbolistas

Imaginemos, por ejemplo, que queremos comprar PERFIL en su edición impresa. ¿Cuánto cuesta? O, mejor dicho, ¿por qué cuesta lo que cuesta? ¿Cómo se llega a ese precio? La respuesta no es muy difícil. Hay que sumar los costos de la imprenta, el papel, los salarios, y demás cosas, y a esa suma agregarle el margen de ganancia de la empresa, y se llega al precio. Es decir que el precio de venta al público está íntimamente ligado a la estructura de costos. Pero, ¿todo funciona así en el capitalismo? Por mencionar un caso, tomemos el del arte. La socióloga alemana Isabelle Graw escribió un gran libro sobre el tema, llamado ¿Cuánto vale el arte? en el que se pregunta precisamente eso mismo. Un cuadro no vale la suma del costo del lienzo, las témperas o los óleos, el marco y cosas así. Su precio está formado por un intangible en el que opera el mercado, el capital simbólico del pintor (si es famoso o no), y diversos otros aspectos difíciles de medir. ¿Por qué una obra de arte vale un precio y no otro? Esa es la pregunta del millón, y por esa pregunta se cuela la forma en que el flujo de capitales ilimitados circula por ese mundo.

¿Y los jugadores de fútbol? ¿Por qué valen lo que valen? La forma en que se fija el precio de venta de los derechos federativos de un futbolista se parece más al del arte que al de los productos que se basan en la estructura de costos. Por eso pueden ser fácilmente fuente de todo tipo de lavados, comisiones, transacciones oscuras y arbitrariedades varias. El mercado de pases del fútbol es altamente sinuoso y oscuro, con muy bajo control estatal y social. Por supuesto que el mercado fija algunas reglas. Una: la edad. La juventud vale más, porque ese jugador incluye en su futuro una posible reventa más cara. Otra: el equipo en el que juega. No es lo mismo romperla en un equipo grande de la Argentina que en uno de Venezuela. Otro más: el puesto. Los delanteros –es decir, el gol– cotizan más alto que los arqueros. Podría seguir desarrollando más reglas. Pero, así y todo, el precio de los pases sigue siendo opaco, difícil de comparar uno con otro. A veces, un hecho lo detona todo. Por ejemplo, ¿cuánto vale hacerle un golazo de tiro libre a Boca?: 45 millones de euros. En todo caso, eso es lo que salió el pase de Mastantuono al Real Madrid (sumado a la edad, que jugaba en River, etc., etc.). Ojalá termine siendo un crack, pero todavía no vi mucho que justifique ese precio (el otro día, con la Selección contra Ecuador, jugó francamente mal). Más allá de un caso puntual, me asombra cómo, en general, el tema de la circulación de la plata esté ausente del debate futbolero.

En los pocos caracteres que me quedan, un rápido cambio de tema: el clip de los jugadores de Independiente quejándose de la injusticia del fallo de la Conmebol. Es un producto que retoma todo lo que era el viejo estilo del PRO (que manda en el club). Así como Marcos Peña o Duran Barba coucheaban a Macri hasta para decir “buenos días”, aquí los jugadores repiten un texto, con una musiquita melodramática de fondo, todo preparado como un video de plástico. Experimenté una triste sensación de vergüenza ajena. Una pena.

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