martes, 9 septiembre, 2025
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Otra vez la bonaerense. A más de dos meses del asesinato de Lautaro Abregú continua la impunidad

Lautaro Abregú tenía 22 años y vivía en Quilmes. Laburó un tiempo arreglando celulares, el último tiempo había empezado a instalar fibra óptica y un mes antes del 28 de junio había terminado de pagar su moto nueva. Esa madrugada volvía de juntarse con sus amigos por la avenida Pasco cuando un patrullero de la bonaerense sin luces ni sirena se le tiró en contramano sin darle tiempo a nada, lo asesinó en el instante. En el patrullero iban Martin Mariescurrena, chófer del patrullero; Veronica Jimenez, responsable del operativo y Nicolas Ledesma, los tres siguen sin condena. La justicia solo responde con impunidad.

Lo que podría parecer un accidente vial contrasta con un modus operandi que se repite en los barrios del conurbano bonaerense. Móviles de la policía que vienen a alta velocidad y cuando viene un pibe en moto cambian de carril, efectivos que verduguean a la juventud para provocarla, otros que disparan por la espalda por portación de rostro. El atropello a Lautaro fue idéntico a lo que le pasó a Dylan Bustamante en abril de este año.

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Mientras se profundiza el ajuste sobre los trabajadores de la mano del plan económico de Javier Milei y que los gobernadores aplican en cada provincia, en Buenos Aires y particularmente en Quilmes donde cada vez llega menos comida a los comedores, donde no se avanza en obras públicas en los barrios que cada vez que llueve se inundan, tanto Axel Kicillof como Mayra Mendoza hacen campaña política llenándose de discursos alabando el trabajo de las fuerzas que se llevan a los pibes puestos.

La familia denuncia que la policía siempre se tira contra hijos de familias laburantes, pero que esta vez se chocaron con gente que no va a parar hasta conseguir justicia: “Yo me moví” dice la madre, “conseguí que nos entrevisten en la televisión. Pasamos por varios canales y logramos que se visibilice ¿Pero cuántos casos más habrán así que ni nos enteramos?”

Ella tiene su emprendimiento de sublimación, mientras Dino, el papá de Lautaro, trabaja en un frigorífico, pero como tantos otros trabajadores, no les alcanza. Por eso él también hace un peso extra con Uber. Su vida cambió completamente estos últimos dos meses, las juntadas familiares se transformaron en movilizaciones y también recorrer oficinas para hacer trámites burocráticos para lograr que los responsables no queden impunes.
“Lauti era un chico muy querido, con muchas amistades. En el barrio no vas a encontrar una sola persona que hable mal de él. Era un chico bueno, humano. Que ayudaba a sus amigos, era buen hijo, buen nieto. Siempre tenía una sonrisa y siempre te levantaba.”

El 28 de junio Lautaro cenó con su mamá y su papá. Dino cuenta que en general hace viajes con el auto hasta las 5 de la mañana, pero que ese día se sintió mal y prefirió volver antes: “No lo hago nunca a eso, si no lo hacía no llegaba a verlo” Durante la cena charlaron de como estuvo el día y los respectivos trabajos hasta que Lautaro les aviso que se iba a la feria de las colectividades. A la feria solían ir juntos, pero ese día Patricia estaba cansada y prefería quedarse en casa. Él le dió un abrazo a cada uno y se fue a encontrar con los amigos.
La versión de la policía es que Lautaro era un delincuente y que por eso tenía todo el sentido del mundo atropellarlo en medio de una supuesta persecución. Los primeros en llegar al lugar fueron los amigos, que conociendo los manejos turbios de la bonaerense decidieron quedarse todos ahí hasta que llegue la familia, a pesar de la intención de los policías de que se vayan y tapar todo fácilmente. Uno de ellos fue a la casa de Patricia a avisarle. Cuando llegaron los policías que estaban ya limpiando todo ni siquiera les dijeron que fue el patrullero el que la había atropellado, mientras la empujaban para que no pueda acercarse a su hijo.
Los días siguientes se dedicaron a recorrer los negocios de la zona para conseguir cámaras y pruebas. En todos los lugares ya había pasado la policía antes para avisar que no podían entregar nada. Charlando con la gente se encontraron con el profundo cinismo de las fuerzas

de (in)seguridad: un trabajador les contó cómo se acercaron los policías esa noche a pedir bolsas porque “tenían un muertito”.
Recibieron la misma respuesta semanas después cuando a falta de respuestas movilizaron al juzgado de Quilmes: “Se cagaban de risa de nosotros. A mi que no me vengan a decir que no son todos iguales. Si, son todos iguales, porque el que no es transa, es asesino y si no es un desalmado. Porque tenes que ser bastante hijo de puta para reírte de un familiar de un pibe que asesinaron. Es como cuando reprimen a los jubilados. ¿No tienen padres? ¿No tienen abuelos?

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Ese día les dijeron que vayan cuando quieran, que los van a atender y que no hace falta que vayan con gente. “Hoy nos dimos cuenta que es mentira porque fuimos solos al juzgado a entregar una prueba pero nos mandaron a otro lugar a hacer una fila. Es mentira, no te atienden, la única manera es ir con gente. No hay que tener miedo.”

Junto con amigos y vecinos del barrio que vienen pidiendo que se condene a los asesinos, se movilizaron a la casa de los tres responsables. Primero, en la casa de Nicolas Ledesma, la respuesta al reclamo fue un operativo policial con balas de goma incluidas. Luego en la casa de Veronica Jimenez, la teniente que iba en el patrullero y que dió la orden de terminar con la vida de Lautaro, recibió a la familia que se presentó a movilizar al grito de “no sabes con quien te estas metiendo, te voy a matar” dirigido a las tías y madre de Lautaro; salió de la vivienda cuando llegaron sus compañeros uniformados de la zona y amenazó también a los amigos de forma violenta, quienes ya vienen siendo hostigados por patrulleros qué pasan constantemente por sus trabajos y casas. La pareja de Jimenez se sumó a la escena con golpes a quienes exigían justicia pacíficamente.
La teniente decidió tomar medidas legales y Patricia ahora tiene una perimetral por parte de esta mujer, donde la justicia pone en el lugar de víctima a la asesina de Lautaro y dejando como victimaria a una madre que pide que se escuche su reclamo.
La experiencia movilizando en el domicilio del tercer asesino, el conductor Matías Mariescurrena, fue distinta.

Al presentarse en la cuadra con banderas y un pequeño parlante, exigiendo que salga a dar una respuesta y pidiéndole que en la declaración responsabilice también a sus compañeros de patrulla, la familia dio cuenta de que esta persona indicó una dirección errónea en la justicia, es decir, que no recibe notificaciones del juzgado y, en caso de ser detenido, no tienen la dirección real donde localizarlo.
Tras la preocupación de no tener respuesta, empezaron a acercarse a familias con casos similares, “pasó lo de Dylan, después nos enteramos de un caso muy similar en Avellaneda, también una familia muy humilde. Todos los meses hay un caso nuevo que nos vamos enterando. Yo creo que esto hay que pararlo.”
Patricia agrega “pueden haber muchos lauti si esto queda en la nada. Porque el blanco de la policía son los pibes humildes y buenos.”

Ni el gobierno provincial ni el municipal se acercaron aun a conocer el caso. Los familiares de Lautaro siguen acompañando la pelea de Dylan Bustamante, mostrando la fortaleza que tienen unidos, ya que por separado han tenido muchísimos obstáculos para avanzar con los trámites y la complicidad de la fiscalía con las fuerzas, que se hace más evidente con el correr de los días.

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