A casi tres meses del descubrimiento de restos óseos en el jardín de una casa de Coghlan, el fiscal Martín López Perrando no sólo identificó a la víctima -Diego Fernández, desaparecido en 1984 a los 16 años-, y ayer imputó por primera vez a alguien en el expediente.
En un escrito de 35 páginas, el fiscal le pidió al juez de Instrucción Alejandro Litvack que cite a declaración indagatoria a Cristian Graf (58), el principal sospechoso desde el minuto uno. Sobre Graf caen dos circunstancias muy fuertes: Cristian vivió al momento del homicidio -y aún vive- en el chalet de avenida Congreso 3742, donde fue enterrado el cuerpo. Además, conocía a Diego porque en 1983 habían sido compañeros de segundo año en el ENET N° 36. El pedido de indagatoria tiene mucho de estrategia.
Al haber transcurrido 41 años desde el crimen, la causa marcha rumbo a la prescripción. Sin embargo, López Perrando parece haber encontrado un atajo: acusar a Graf no directamente por el homicidio, sino por actos de encubrimiento agravado y supresión de evidencia ocurridos con posterioridad.
El planteo de López Perrando se basa en lo que le dijo el propio Graf a los trabajadores de la obra en construcción de avenida Congreso 3746/48. Estos, al hacer la medianera con la casa de los Graf, descubrieron los huesos cuando hubo un pequeño derrumbe. Uno de los obreros recordó así ese momento en el que apareció Graf en la obra: «Dijo ‘donde es mi casa pudo haber sido una iglesia’, de hecho Cristian dijo que los curas pudieron haber enterrado a los que se iban muriendo».n