domingo, 29 junio, 2025
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«Existe una violencia en el aire»

Durante el taller, Luciano se sentó en una mesa larga, sin más ni menos que su mente brillante, afilada por un sarcasmo cordobés que delata su origen. La ironía, las risas, y algunas otras confesiones del escritor, generaron un espacio íntimo, “sin pizarras”, pero con un grupo de jóvenes que tomaron nota de cada palabra. Su pueblo, la infancia, aparece siempre.

El Luciano de San Francisco no quiere ser cazado por un sistema que todo convierte en mercancía, ni mucho menos por la caótica Buenos Aires, donde vive hace doce años. Tampoco esquiva a las ambivalencias de voces, al momento actual, se resguarda en sus inicios y en la fantasía que construye para mostrar un mundo que por momentos aterra.

Su incursión con el género tiene que ver con la proliferación de historias pequeñas, atravesadas por la magia, lo insólito y una bestialidad marcada por las torturas y secuestros en la Dictadura. Pero también con obras epistolares de ficciones como Stephen King, Frankenstein, Drácula, Doctor Jeckyll y Míster Hyde.

Habla de lo difícil que es escapar a un reels, de la irrupción de la Inteligencia Artificial; a los primeros borradores inútiles, de soltar la mente y aflojar las presiones para poder escribir y sobre todo de hacer algo que, por lo general, no se hace en este tiempo: concentrarse.

Hace seis años que tiene un celular, confiesa “tengo que escribir todos los días porque tengo la idea de que algo malo va a pasar si no lo hago”.

También reflexiona acerca de la noción de trauma, “soy lo que me persigue”, dice Lamberti. “En mi caso, no sé lo que representa el monstruo, hasta que lo entiendo con el cuerpo, la pulsión”, afirma.

En ese mundo irreal, lo sobrenatural cobra sentido. “Eso es Vargas Llosa”, asegura. Lamberti, además, es atrevido. No es tan común, hoy, que un escritor se atreva a explorar en la religión, los extremos, lo sobrenatural, sin perder su esencia costumbrista.

– Voy a comenzar con una pregunta que mi hija, me pidió que te haga, ¿cuáles son tus miedos, a qué le temes?

-Está muy bien. En principio lo que me sale decir, es que le tengo miedo al resumen de la tarjeta de crédito, pasa que ya soy padre también, y da miedo pensar en poder mantener a mi familia, da miedo la seguridad de mi familia, que le pueda pasar algo a mis hijos, a todas las posibles formas de destrucción que hay para mis hijos, uno está entrando a los pre pre adolescencia con apenas diez años y con todo lo que hay uno se pregunta si fue buen padre, qué les enseñó… También le tengo miedo a la locura, tengo amigos psiquiatras que trabajan en hospitales, con el tema de los brotes, con gente que de repente se vuelve loca. Tengo miedo a estar en un brote. Y tengo miedo a lo que está pasando con la Inteligencia Artificial, a no poder distinguir qué es real y que no. Con el avance tecnológico, siento que ya estamos en el futuro.

-En la Feria Integral de Oklahoma, hablabas de tu abuelo, de la llegada del circo al pueblo, de lo que provocaba en los niños, y uno se pregunta en medio de tantos miedos, si está infancia tendrá esas historias, relatos que den sentido…

-Para mí, la niñez es la Patria de un escritor, eso lo decía García Márquez, viste; en el sentido de que las formas de pensar son mitológicas. Uno establece como todos los fantasmas. Mi hijo el que ahora tiene 10, durante la pandemia le tenía mucho miedo a los monstruos, en esa época yo hacía terapia, le pregunté a mi terapeuta y me dijo que es la forma en que él tenía de procesar la pandemia, de procesar miedos que son de adultos, en términos simbólicos. Todos los días me hacía prender la luz del baño, porque me decía que había alguien, era miedo a la muerte que estaba dando vuelta durante toda la pandemia y más en Buenos Aires que fue una cosa muy fuerte, acá tengo entendido que llegó tarde, pero ver el número de muertes todos los días, de uno u otra manera afectó a los chicos, y la forma que tienen de lidiar con eso es lo simbólico, ese monstruo como representación. No sé de qué manera están construyendo los chicos hoy su mitología, no lo sé, pero también es su infancia… porque no tienen patio no van a ser ni más ni menos infelices que nosotros.

– Leí que decías algo así que para ser escritor había que haber cruzado el umbral de las vivencias, hoy pareciera que existe mucho encierro mental…

– Puede ser, igual pienso en Borges, que era el escritor modélico, que se la pasaba en una biblioteca, encerrado, se casó, pero fue toda una farsa, frente al escritor aventurero tipo Hemingway u otros que estaban en busca de la experiencia. Lo que nos pasa a todos sirve para escribir, no hace falta tener una vida muy loca para escribir. Lo que pasa también es que la escritura exige mucha soledad y mucho estar encerrado, el escritor tiene que concentrarse, desconectarse. Todas las mañanas me paso dos horas con el teléfono muteado, me llame quien me llame no atiendo, porque estar todo el tiempo conectado a mi concentración le hace muy mal. Entonces, trato de resguardar ese momento para escribir, para leer o simplemente para estar renegando con algo que no me sale, pero es lo que elegí o lo que para lo que fui elegido…

-Y cómo comenzó ese camino del Luciano Lamberti, el elegido…

-Lamberti el elegido… de muy chico y de una familia donde mi vieja no terminó la primaria y mi viejo ni siquiera la hizo porque se tuvo que poner a laburar, entonces no había ni en pedo cultura libresca en mi casa, es un caso muy raro el mío. No había libros en mi casa, había alguna que otra revista, libros muy viejos que se le salían las hojas, pero no había una biblioteca. Y yo desde que tengo uso de razón escribo, fue algo muy natural.

Raro y rescatado

El niño que vendía pastelitos casa por casa para comprarse una máquina de escribir, aparece en los cuentos. “En casa no teníamos mucha guita, entonces nunca nos habíamos ido de vacaciones juntos en mi familia, y cuando estaba en 5° grado la Policía de San Francisco, organizó un concurso para los chicos de la primaria que puedan presentar una redacción y gané ese concurso. El premio era una semana en el Hotel de la Policía de las Sierras de Córdoba, y llevé a mi familia a nuestras primeras vacaciones familiares, entendés, dije guaaa lo que la escritura puede hacer. Para mí la escritura fue mi salvación, sino no sé qué hubiese hecho de mi vida, fue como mi norte. Siempre tuve el sueño de ser escritor, me encantaba leer, iba a las bibliotecas populares, o de libros que iba cazando, pero fue inexplicable”.

A los seguidores de Lamberti, no les sorprende como sus personajes se transforman, como detrás de ellos se configuran otros territorios, como van pasando de episodios que generan suspenso y tensión. En “Como hechizar a un Cazador”, podría suceder como dijo Samanta Schweblin: “Abran esta novela con precaución porque, como muchos grandes libros, no es exactamente lo que parece”.

Como El Eternauta una de las series más vistas, cuyo autor vivió el calvario más horroroso de la Dictadura, contra un poder terrorífico… Héctor Germán Oesterheld “estaba hablando premonitoriamente, porque para mí, el cine realista habla del presente y el cine fantástico habla del futuro. Siempre que vos quieras ver qué va a pasar hay que mirar el cine fantástico, porque habla de los sueños, de esa cosa que está flotando en el aire. Entonces, una novela gráfica, donde hay una invasión de extraterrestres que someten a las personas, claramente estaba pensando en la dictadura. Eso está en el aire, eso es el poder”.

Nos enloquecen a propósito

“Hay una violencia en el aire, hay mucho olor a apocalipsis, como que la tercera guerra mundial está a punto de empezar, con líderes de derecha desquiciados”, sostiene Lamberti. Y lo cita a Carlitos Busquets, que decía “nos enloquecen a propósito”, como la idea que tiene él, de que el gobierno tira una bomba por día, “se burlan de un discapacitado, y estamos discutiendo todo el tiempo sin ver la foto entera”, dice.

-Es esa sensación de que algo va a pasar que impide proyectar el futuro…

– Es muy difícil explicar el presente… No directamente todo lo que uno es y todo lo que a uno le pasa va a parar en un libro, pero no hay una estrategia para que suceda, sino que sucede, uno está… No soy un escritor autobiográfico, no escribo sobre lo que me pasa, pero me ha pasado de ver leyendo algunas cosas mías, recordé cuando las escribí y fue una especie de decir: contra qué monstruo estaba luchando en ese momento.

– Hablás de la construcción de los monstruos y de lo simbólico, ¿la motosierra no es como el instrumento simbólico de un héroe o de un monstruo?

-Lo que pasa con la motosierra y con toda esta oscura política actual, es que dio justamente en el clavo con el hartazgo de un montón de gente, que estaba hinchada las pelotas. Yo no voy a culpar por haber votado a este demente. Pero fue lo que los aglutinó, el odio.

-También como elemento social y discursivo…

-Es el voto odio. Entonces, sí venía de la vereda opuesta otro que dijera la patria es el otro, el amor, la respuesta fue el odio. Pero es lo mismo que pasó en EE.UU. y en tantos lugares donde la derecha ganó y sigue ganando, capitalizan el odio.

– ¿Cómo se construye ese otro desde el odio?

En un personaje de terror un monstruo te da miedo o te paraliza, te puede destruir y acabar con tu vida. Y si hoy lo ves en una realidad cercana, como que diferenciamos sí estamos en la ficción o en la realidad.

-Y por eso decía, lo de la Inteligencia Artificial cuando ves cosas en internet que no sabés si son reales o no, todavía es posible distinguirlo, pero en unos años no vamos a poder. Eso es muy borgeano, Borges lo vio en los años ’40 que fue cuando publicó “Ficciones”, no tanto la idea de cómo la ficción se mete en la realidad, sino cómo la ficción se mete en la realidad, y cómo el mundo tal como lo conocemos hoy es una ficción. Y es una explicación posible del mundo, Borges imagina en cuento Tlon, Uqbar, Orbis Tertius; cuento de ficciones, que unas personas crean un mundo con otras reglas, otra concepción filosófica que es la del idealismo. El mundo funciona así porque esas personas lo consideran así, lo que Borges nos quería mostrar es que la realidad no es objetiva y no es una, sino es lo que acordamos que es la realidad. Yo tengo esperanzas igual, tengo esperanzas, porque Argentina es medio pendular, viste.

En el libro la multiplicidad de voces también se mezclan con las contradicciones de los personajes, como el origen católico de Montoneros, y el origen pudiente de alguien que termina tomando la opción por los pobres. Ahora hay un renacimiento de cierto cristianismo, y no es casual: en los 90, con el liberalismo menemista, fui testigo de ese renacimiento también.

-Los discursos extremos… nos hace poner en duda el deseo, lo que soñamos ser, lo que queremos…

-El liberalismo es, por eso está surgiendo el catolicismo. Y por eso lo que pasó con Francisco, o con figuras como Grabois….

-Lo ves como un resurgimiento…

– En los años ´90 yo estaba en el secundario y había como una cosa católica en el aire, frente a la idea de que somos una mercancía, de que somos seres que estamos puestos acá para enriquecer a quienes nos venden las cosas, la idea de que hay una trascendencia y que podamos pensar en que esto no es todo, es antisistema. No soy sólo un consumidor de cosas, la vida no es esto….

– Ahí es donde la fe tiene un lugar de preservación extrema…

– Mi experiencia en los ´90, -está bien vivía en una ciudad pequeña como San Francisco-, pero el liberalismo, con ideas como la propiedad privada, con la que se llenan la boca estos tipos, cada uno por su cuenta, donde no hay comunidad posible, donde cada uno tira para su lado y el que queda afuera se jodió, estaban y esos es lo contrario al amor cristiano.

-Eres cristiano…

-Lo fui, ahora no sé qué estoy muy bien… Cuando venía en el avión, se movió un poco, y venía rezando. Y pensaba en ese tipo de la India, de la tragedia del avión, el único que sobrevivió y decía, ese venía rezando como yo.

Texto: Carolina Melnik – Especial para Revista Express

Fotos: Ariel Pacheco

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