DOHA.- Juanito Laguna está dormido, sentado entre la basura y con un avión en la mano. Hombres vestidos con impecables túnicas blancas observan intrigados en el Museo Nacional de Qatar a ese joven apenas cubierto con una camisa sucia y alpargatas, llegado desde América Latina hasta uno de los países más ricos del mundo.
Con una de las mayores reservas de gas del planeta y altas cifras de PBI per cápita, no hay aquí villas como las que inspiraron a Antonio Berni a imaginar con desechos la vida de su emblemático personaje. “Es un chico pobre, pero no un pobre chico –aclaraba el artista rosarino–. No es un vencido por las circunstancias sino un ser lleno de vida y esperanza, que supera su miseria circunstancial porque intuye vivir en un mundo cargado de porvenir”.
Conquistar nuevos públicos y tender puentes entre culturas muy distintas para “enriquecer nuestra visión” es justamente lo que se propone la muestra Latinoamericano: arte moderno y contemporáneo de las colecciones de Malba y Eduardo Costantini, la primera exposición a gran escala dedicada a la región en Asia occidental y el norte de África. Fue inaugurada hoy con una comida a cargo del chef platense Mauro Colagreco, ganador de tres estrellas Michelin. Elección más que apropiada en el marco de un programa anual interdisciplinario, impulsado por Qatar para promover las culturas de la Argentina y Chile.
En una sala de este edificio diseñado por Jean Nouvel, arquitecto francés reconocido con el premio Pritzker, Juanito convivirá hasta julio con obras codiciadas por los museos más prestigiosos de la escena global: entre ellas Autorretrato con chango y loro, de Frida Kahlo, exhibida el año pasado en la Bienal de Venecia; una instalación de Cecilia Vicuña, ganadora del León de Oro en la edición anterior de dicho encuentro; Armonía, de Remedios Varo, y una pintura de Wifredo Lam que integrará desde noviembre su retrospectiva en el MoMA. También viajó Baile en Tehuantepec (1928) de Diego Rivera, que marcó un récord para el arte latinoamericano cuando Costantini la compró por 15,7 millones de dólares.
Son 170 obras de 109 artistas de la Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Colombia Venezuela, Paraguay y Cuba las seleccionadas por María Amalia García, curadora en jefe del Malba, e Issa Al Shirawi, jefe de Exposiciones Internacionales de Qatar Museums. En una de las seis secciones que reversionan la exposición Tercer Ojo se incluyen piezas cinéticas de Julio Le Parc, Martha Boto y Gregorio Vardanega, así como los Bichos creados por Lygia Clark en la década de 1960, estructuras móviles que desafían a cuestionar con su inestabilidad la certeza física.
La muestra se complementa con la experiencia inmersiva que propone La escultura de los sueños, una estructura inflable de Marta Minujín instalada en el patio central del museo, que ya itineró por Times Square, la explanada del Palacio Libertad y el Roma Convention Center.
El rol que cumple nuestra percepción en la “cocreación” de la realidad también es central en la instalación de Olafur Eliasson montada en el desierto: veinte refugios circulares con techos espejados, que desorientan cual oasis al crear formas ilusorias componen Sombras viajando por el mar del día. En medio del paisaje arenoso se levantan también esculturas de Richard Serra, uno de los proyectos de arte público que están transformando esta ciudad árabe en una capital cultural cosmopolita.
Catorce enormes esculturas de Damien Hirst que representan el desarrollo de un feto, instaladas frente a un hospital de mujeres y niños, desataron en 2018 una polémica entre los islámicos por su representación del cuerpo humano desnudo. Y artistas como Yayoi Kusama y Jeff Koons –presente en la inauguración de Latinoamericano- sumaron proyectos temporarios para el Mundial de Fútbol de 2022, cuando Doha se convirtió en un museo a cielo abierto.
La responsable de crear esa imagen de modernidad y apertura es la jequesa Al Mayassa bint Hamad Khalifa Al Thani, hermana del actual emir e integrante de la familia que gobierna el país desde el siglo XIX. Formada en universidades de Europa y los Estados Unidos, se hizo conocida a nivel global en 2012, cuando pagó 250 millones de dólares por Los jugadores de cartas, de Paul Cezanne. Fue la pintura más cara vendida hasta entonces.
Su ojo visionario está puesto ahora en el arte de nuestra región. A través de Qatar Creates fue una de las impulsoras de la muestra Latinoamericano, y encontró en Buenos Aires a la gestora ideal para construir ese puente: Teresa Bulgheroni, presidenta de la Fundación Malba, con amplia experiencia en conexiones interculturales.
“Siempre me motivó llevar arte argentino al exterior”, dijo a LA NACION esta última, responsable de haber exhibido arte de Turkmenistán hace tres décadas a Buenos Aires. Recibió luego las llaves del Kremlin para montar allí una muestra de platería criolla; organizó un homenaje a nuestro país en la Ópera Metropolitana de Nueva York y otras dos exposiciones sobre íconos del Kremlin y la vanguardia rusa, en el Centro Cultural Recoleta. En los últimos días se encargó de que responsables de museos locales conocieran a curadores, artistas y coleccionistas que viajaron desde Sudamérica para descubrir este escenario surreal.
Diego Maradona parece gritar un gol desde un mural ubicado entre rascacielos proyectados por arquitectos internacionales como Nouvel, que por la noche convierten el paisaje en un llamativo skyline de colores. Un paseo por la ciudad cuya población es principalmente extranjera permite descubrir un estadio diseñado por Zaha Hadid, un museo por I. M. Pei o el centro de convenciones concebido por Arata Isozaki.
Rem Koolhaas es el creador de la imponente sede de la Biblioteca Nacional, ubicada en Education City, predio con universidades extranjeras que incluyen la de Georgetown, Weill Cornell, Carnegie Mellon y Northwestern. “Acá hay computadoras para quien quiera usarlas, sin restricciones, y es tan seguro que los lockers no tienen llave”, señala una guía en castellano mientras camina por esta luminosa “catedral” de los libros diseñada por el arquitecto holandés. Un sueño para Juanito.
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