domingo, 16 marzo, 2025
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Soy partícipe de esta hermosa aventura del teatro alternativo

Hoy Belisario es un espacio de resistencia y sudor, donde seguimos intentando generar lenguaje más allá de las modas establecidas, de los vaivenes de la cultura. Realmente tampoco sé cuánto tiempo más seguirá estando de pie el teatro Belisario”: con esta fuerza, y también algo de incertidumbre, el creador y responsable de esta sala ubicada en Av. Corrientes 1624 describe la realidad de este proyecto. Allí, se desarrollan muchas clases y seminarios, y también, obras de teatro, varias, del propio Savignone. Una de ellas se reestrena en 2025: La negación de la negación. Una hermenéutica chejoviana (sábados de marzo a las 20 y sábados de abril a las 22.15). Se trata de una pieza en la que hay fragmentos y personajes de Antón Chéjov, a través de una reescritura de Savignone, quien también hace la dirección, la actuación –junto a un joven elenco– la coreografía y la iluminación.

—En “La negación de la negación”, ¿qué se ve en escena?

—La obra utiliza textos chejovianos, sin dejar de situarlos en un contexto propio. En mis puestas, aparece el cuerpo como eje y sostén de la escena. Quien asista a ver esta obra puede ser partícipe de una perspectiva chejoviana por fuera de los cánones establecidos de lo que se suele esperar de una obra de Chéjov. ¿Cómo se puede mover el interior de cada intérprete hasta poder verse sin alejarse de este autor?

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—Teniendo en cuenta esta obra y otras que has hecho, ¿por qué te atraen autores como Chéjov, Beckett, Shakespeare? ¿Tienen algo en común que los vuelve atractivos para vos?

—Tengo una inclinación por estos autores. Una de las razones es que me inspira saberme parte de un entramado teatral. Hacemos teatro porque alguien lo ha hecho, y ojalá alguien lo haga porque nosotros, nosotras lo hemos hecho. Por ejemplo, Chéjov es un confeso admirador de Shakespeare, al punto tal que en La gaviota cita textos de Hamlet. En El rey Lear, de Shakespeare, finalmente queda el bufón del rey. Esta situación y la locura, las podemos ver en Final de partida, de Beckett, a través de sus personajes Hamm y Clov, inspirados en Lear y su bufón. También podemos pensar en los sepultureros en Hamlet como la antesala de Didi y Gogo de Esperando a Godot.

—¿Cómo es la historia de Belisario? ¿Cómo se sostiene?

—El espacio de Belisario era el antiguo Piccolo Teatro. Estaba siendo rematado y pude comprarlo en 2000 y lo inauguré en 2001. Belisario Roldán fue una inspiración en esos tiempos, en relación al nombre. La remodelación del espacio llevó a quitar alfombras y butacas; los pisos de madera me permitieron brindar mis clases. Dar clases de teatro para mí es un sostén económico, de pertenencia, de investigación teatral, de construir comunidad. En Belisario, muchas personas se hicieron partícipes de esta hermosa aventura del teatro alternativo, de la autogestión, de la creación como hecho colectivo y revelador de pensamiento.

—En parte, tus obras dialogan con la “commedia dell’arte”. ¿De qué se trata y cómo se hace presente?

—Gran parte de mi formación está enraizada en el teatro físico de la mano de Jacques Lecoq, quien incluye, como un “territorio de dramáticos principales”, a la commedia dell’arte. Esta convirtió el oficio en una profesión, por fuera de la Iglesia y las cortes. Para ello, los comediantes fueron sumamente eficaces en relación con las reglas del oficio teatral. Adquirir las reglas de este territorio es aprender las leyes básicas del teatro. Una de las nociones principales de la commedia dell’arte es la utilización de los arquetipos, un principio único que seguimos conteniendo.

La batalla cultural

A.M.

―Sos un activo lector y comunicador. Usás redes sociales y desde allí compartís imágenes y citas de muchos libros y te referís a “lo berreta” de la batalla cultural (que sostienen el discurso del Poder Ejecutivo y sus seguidores). ¿Qué estás proponiendo?

―Recurro a fuentes para encontrar un pensamiento por fuera del entusiasmo apocalíptico en el que estamos. Muchas de las cosas que estamos viviendo ya fueron planteadas por autores y autoras. La reflexión, la lectura es un ejercicio de posicionamiento a la transformación, al menos de mi entorno. Las redes son un lugar de trabajo político en el sentido amplio y griego. El ser humano es un animal político que se desarrolla en la polis, porque la polis está también dentro de cada persona. Los discursos de odio que intentan estigmatizar a sectores de la población homologan un pensamiento diferente con la enfermedad, buscan datos sin contemplar que muchos de esos datos están bajo sesgos e ideologías, intentan adueñarse de una única verdad sin ver que lo que plantean suena a viejos eslóganes. Estas nuevas derechas niegan el cambio climático, las perspectivas de género. Uno de los mentores de la batalla cultural criticó la agenda 2030, porque se planteaba la noción de humanidad, noción que consideraba muy abstracta. Hay días en que, en esta distopía, nos sentimos explicando lo obvio. Lo único nuevo de estas derechas es su sabor a naftalina. La batalla cultural que se está imponiendo es una batalla por reinstalar el sentido común del siglo XIX y principios del siglo XX, aggiornado con la inmediatez y la falta de ética de nuestros días.

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