La defenestración de Sonia Cavallo es paradigmática. Obedeció a unas críticas que su padre, Domingo, se atrevió a deslizar sobre la política cambiaria.
Sonia fue eyectada sin miramientos de un puesto en el que Milei la había designado hace menos de un año; Domingo pasó sin escalas de “mejor ministro de Economía de la historia” a “impresentable”.
Cabe plantearse dudas sobre la solidez de una gestión económica que no puede resistir análisis críticos, por más que provengan del otrora celebrado Cavallo. También, sobre la solvencia de una autoridad política paranoica, incapacitada para asimilar los matices de opinión antes como desafío intelectual o aporte eventualmente enriquecedor que como amenaza.
La intempestiva iracundia del Presidente emerge como factor de inestabilidad en una coyuntura que demanda todo lo contrario para revertir la deteriorada confianza del mundo en la Argentina.
Los arranques de furia pueden atribular al funcionariato y a los fascinados por el mesianismo, pero trascienden esos círculos y abonan una hipótesis que difumina la imagen que se pretende proyectar: a Milei lo gobiernan sus inseguridades.
Perseverancia
Las explicaciones a los despidos de Cavallo y Los Heros robustecen esta sospecha.
Milei se sintió obligado a desacreditar personalmente a Cavallo, con lo cual consiguió darle todavía más relevancia a las objeciones que éste había planteado contra la reticencia oficial a devaluar.
Los Heros fue reo de estupidez. Cometió la indiscreción de hablar en año electoral de una reforma jubilatoria que su inmediato despido, como era lógico, instaló en la agenda de inquietudes en lugar de desplazarla.
El Presidente estribó en los dos incidentes para ratificar la inflexibilidad de su dogma. Ni siquiera es preciso desbarrancar en la herejía para caer bajo la guillotina de la hermanísima Karina, cuyo implacable criterio para administrar el instrumento posiciona a los decapitados.
El diputado porteño Ramiro Marra, cofundador de La Libertad Avanza, es el más conocido de los beneficiados por estas ejecuciones sumarias. Con lo fácil que hubiera sido esperar hasta la confección de las listas para dejarlo en banda sin tanto escombro, le regalan la posibilidad de usufructuar el papel de víctima.
Las abyecciones que Milei dispara o insinúa son multiplicadas por las redes en forma exponencial por sus operadores.
La perseverancia expone un método.
El primer jefe de Gabinete, Nicolás Posse, cayó en la batalla por la Ley Bases. Era un supuesto amigo del alma de Milei, quien tal vez por eso se abstuvo de patearlo en el piso, aunque no moviera un dedo para defenderlo de las denigraciones que le llovieron una vez que perdió la lapicera.
La vicepresidenta Victoria Villarruel es blanco permanente de ataques por no someterse incondicionalmente a los dictámenes del politburó.
El caso Mondino
La ex canciller Diana Mondino, sin embargo, configura el caso más revelador.
Fue despedida en octubre del año pasado, después de que el representante argentino en las Naciones Unidas votó junto a otros 196 países, y en línea con la tradición diplomática nacional, a favor de la necesidad de levantar el embargo estadounidense a Cuba.
Dada la canina fidelidad que Milei profesa hacia los Estados Unidos e Israel, era previsible que la echaran sin miramientos, pero un análisis integral amerita considerar desgastes precedentes.
El más escandaloso ocurrió con la polémica por el cántico racista que la Selección argentina dedicó a sus colegas de Francia luego de ganar por segunda vez consecutiva la Copa América.
La vocación humillante de Milei se cebó primero en Julio Garro, a quien destituyó como subsecretario de Deportes porque se le ocurrió sugerir que Lionel Messi y el titular de la AFA, Carlos “Chiqui” Tapia, podían pedir disculpas por el yerro.
“La Oficina del Presidente informa que ningún gobierno puede decirle qué comentar, qué pensar o qué hacer a la Selección Argentina Campeona del Mundo y Bicampeona de América, ni a ningún otro ciudadano. Por esta razón, Julio Garro deja de ser subsecretario de Deportes de la Nación”, informó la Casa Rosada poco después de que el “Gordo Dan” Daniel Parassini, caracterizado tuitero libertario, estimara que el imprudente debía “ser expulsado inmediatamente del Gobierno”. La diputada Lilia Lemoine contribuyó al grotesco expresando su beneplácito por la exoneración de “un tipo que estaba arrodillándose, se lo veía como estaba a punto de sobarle la quena a alguien”.
A Mondino le llegó el turno horas después, a raíz de que la vicepresidenta Victoria Villarruel decidió prenderse al disparate y recriminarle a Francia su pasado colonialista.
Los hermanos Milei, que habían detonado el ridículo episodio, advirtieron la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro con una exhibición de su rigor disciplinario.
Para desautorizar a Villarruel, el Estado nacional presentó disculpas a un embajador francés que las habrá recibido de lo más desconcertado por la ausencia de sentido de las proporciones que revelaba el trámite.
Para escarnecer a Mondino, tales disculpas fueron presentadas por Karina en persona, usurpando funciones diplomáticas.
“Ya lo arregló Kari”, la premió Javier al dar por terminado el incidente.
Estos ejemplos se inscriben en una al parecer irrefrenable pulsión por la ofensa gratuita que no puede dejar de incidir en la evaluación sobre el equilibrio emocional de quien conduce el país pero también, a la corta o a la larga, sobre la calidad del gabinete.
¿Qué persona con algún prestigio que perder, competente, preparada, estará dispuesta a comprometerse con un Gobierno tan ingrato?
Si bien nunca faltan audaces ni masoquistas, solo los alcahuetes, incapaces y logreros pueden sentirse a resguardo de la rabia metódica.