martes 21 de enero de 2025
Catamarca, ARGENTINA
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Algo en que pensar mientras lavamos los platos
Rodrigo L. Ovejero
Un amigo me contó esta historia hace algún tiempo, y en honor a nuestra amistad y lo pintoresco del relato yo elegí creerla. Según dijo, su padre tuvo tres perros durante su vida y todos eran muy parecidos entre sí, todos fueron encontrados en la misma zona de la ciudad y con espacio de algunos días entre la muerte de cada uno. Los tres tenían, además, la capacidad de dar amplios paseos y regresar a su hogar desde puntos muy distantes. La teoría en la familia -osada, optimista, eran proclives a encontrar la belleza en el mundo- planteaba que el perro era tan bueno para encontrar su camino de regreso que podía volver incluso desde el más allá. Las diferencias físicas en su aspecto incluso se explicaban en el lógico ajetreo de semejante viaje, del cual era obvio que volviera un poco cambiado, de la misma manera que uno suele volver de vacaciones con algunos kilos de más y la barba más descuidada.
En honor a la verdad tengo que decir que no existían fotos del primer perro, y los dos restantes eran similares del modo en que muchos callejeros lo son, la semejanza era más que nada espiritual, cierta despreocupación por los vaivenes del destino en su ladrido y su mirar. Pero que estos perros en particular no hubieran regresado desde el más allá no quita que no haya otros capaces de regresos espectaculares (terrenales, eso sí).
En Moscú, por ejemplo, los perros callejeros han aprendido a utilizar el sistema de transporte público subterráneo para ir y volver por puntos de la ciudad en los que saben que encontrarán más alimentos o lugares seguros para descansar. Personalmente, jamás vi a uno subir al 202, pero Catamarca es más chica, un perro puede recorrerla sin necesidad de procurarse un medio de transporte. En mi barrio había un perro llamado Nahuel, un gigante amable, que solía dar largos paseos, en los que atravesaba casi toda la ciudad, sin necesidad de utilizar la SUBE.
Hay historias que acreditan esta capacidad de algunos perros, que no siempre terminan del todo bien. Leí acerca de un Golden Retriever que caminó durante casi un mes para volver al hogar de la familia que lo había abandonado. Es difícil decidir si fue una acción inteligente por su parte, pero tengo amigos que insistieron mucho más en un retorno a relaciones terminadas, así que supongo que podemos ser indulgentes con este animal.
Yo tuve perros que sabían ubicarse, capaces de darse una vuelta grande y regresar a casa, y otros que daban vuelta a la esquina y ya se perdían. De estos últimos no tuve más noticias, pero a veces me pregunto si es que no supieron volver o se encontraron con algún dueño más predispuesto al juego o las caricias y decidieron sabiamente olvidarme. Me gusta pensar en esta segunda opción.