El revuelo que provocó la transgresión de tránsito del juez Penal Juvenil Fabricio Gershani Quesada le ha venido al pelo a la Justicia y al Ministerio de Seguridad para intentar expiarse. La Corte le abrió de inmediato un sumario, lo mismo que la Policía contra los efectivos del puesto caminero de Las Rejas que lo dejaron pasar con su hija en la cajuela abierta, y la Agencia Nacional de Seguridad Vial pidió que se le suspenda la licencia de conducir y se lo someta a un examen psicofísico para que demuestre su aptitud al volante.
Gershani Quesada, por supuesto, cometió una falta con la anuencia de quienes debían controlarlo. Tuvo la mala suerte de que otro conductor registrara el episodio en un video que se desparramó a velocidad tan vertiginosa como típica por las redes sociales, tuvo repercusión en medios nacionales y precipitó un alud de manifestaciones de indignación que se explican por una razón simple: es improbable que se le hubiera permitido pasar la caminera si no era juez, a cualquier conductor raso le hubieran aplicado las sanciones correspondientes sin demasiadas milongas.
Sin embargo, corresponde destacar una singularidad en beneficio del magistrado: tuvo la consideración de dar la cara, asumir sus responsabilidades, pedir disculpas y tratar de excusar a los agentes de policía. Bien está que responda por su imprudencia, pero ha de convenirse que conductas de este tipo no son comunes; jerarcas y personajones envueltos en escandaletes apuestan por lo general más bien a aguantar que pasen los chubascos sin darle explicaciones a nadie que no consideren de su mismo rango.
Desde este punto de vista, si lo de Gershani fue una imprudencia, más grave al haber sido cometida por un juez que debería predicar con el ejemplo, el carneo al que se lo somete está impregnado de una hipocresía lamentable.
La Corte tan expeditiva para sumariar una falta de tránsito se mantiene en cambio prescindente en lo que se refiere al fallo del juez de Garantías Rodolfo Maidana que homologó las absoluciones pagas del asalto a mano armada de Parque América convalidado por el fiscal Hugo Costilla. Es un criterio raro: para el máximo tribunal, llevar una hija en el baúl abierto demanda reacciones más enérgicas que eximir de responsabilidades penales a cuatro sospechosos de asalto.
Esto, además del hermético secreto que los cortesanos mantienen en torno al acuerdo salarial que habilitó un aumento superior al 12% en el Poder Judicial, en incontrastable violación al derecho a la información que asiste menos a los medios que a la sociedad catamarqueña.
Lo expeditivo de los sumarios contra Gershani Quesada y los policías contrasta con la indiferencia frente a casos más graves
Por el lado del Ministerio de Seguridad, los sumarios implacables anunciados contra los policías del puesto caminero que le hicieron la irregular gauchada a Gershani Quesada contrastan con el tortuguesco ritmo de trámites disciplinarios por faltas mucho más graves, como ser apremios ilegales o las extrañas actitudes asumidas por los efectivos que intervinieron en el primer tramo de la investigación del asesinato del ministro de Desarrollo Social Juan Carlos Rojas.
Junto a los reproches a Gershani Quesada por su extravío vial se alza un elemental sentimiento de misericordia por su infortunio.
Por empezar, lo van a pillar en falta debido a que su hija, inocente niña, saludó desde el baúl abierto seguramente chocha con la travesura. Luego, el incidente se va a producir cuando el Poder Judicial y la cartera de Seguridad están en la mira de la opinión pública a raíz de la impunidad tarifada y los vínculos de uno de sus beneficiarios con el poder político.
Comparado con otros acontecimientos, un mínimo de sentido común induce a calificar lo del juez Penal Juvenil como lo que es: una insignificancia que hace más evidentes las sobreactuaciones.