jueves, 14 noviembre, 2024
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Mejor no confundir a Javier Trump con Donald Milei

Es tan grande la tentación detonada por las aparentes coincidencias como equivocado establecer parangones ahí donde hay realidades de dimensiones muy diferentes y fenómenos de orígenes distintos.

Es fácil confundirse y hacer una traducción lineal entre el fenómeno de la resurrección de Donald Trump y la aparición de Javier Milei.

«Es la primera vez que un presidente de Estados Unidos y otro de la Argentina coinciden en pertenecer al mismo club político global: el del populismo conservador»

Por lo mismo, no debe ignorarse que acaba de producirse una posibilidad sin muchos precedentes: es la primera vez que un presidente de Estados Unidos y otro de la Argentina coinciden en pertenecer al mismo club político global, unidos por la bandera de derribar las viejas formas y arremeter contra los sistemas tradicionales de poder en los países en nombre de un acentuado populismo conservador.

Carlos Menem llegó cuando Ronald Reagan se había ido y entonces nadie pudo decir que ambos militaban bajo los mismos colores. Lo que en verdad ocurrió fue que el argentino tomó las herramientas y políticas de aquel carismático actor de Hollywood que pasó a la historia como el presidente norteamericano que presenció el hundimiento de la Unión Soviética. El riojano mantuvo una relación estrecha con golf y tenis incluidos con George Bush, el sucesor de Reagan.

«El catálogo de insultos y de reacciones airadas de Trump y Milei invitan a imaginar que responden a un mismo esquema premeditado; ninguno actúa de sí mismo, son auténticamente así»

A imagen y semejanza de Menem, Milei propuso una relación de alineamiento pleno con Washington aun sin saber si se cumpliría su deseo de coincidir con Trump en el poder. La dimensión del acercamiento con los Estados Unidos incluye una purga ideológica en la Cancillería que empezó por la propia canciller Diana Mondino, siguió con varios funcionarios y todavía no alcanza a saberse si será más que un anuncio para los diplomáticos de carrera.

El libertario irrumpió en la política argentina por causas similares, aunque no iguales al resurgimiento de Trump. Y con un libreto idéntico: promesa de construcción a partir de una demolición previa, desprecio por los adversarios y negación del valor del periodismo.

El catálogo de insultos y de reacciones airadas invitan a imaginar que responden a un mismo esquema premeditado. Ninguno actúa de sí mismo; son auténticamente así: ásperos, egocéntricos y portadores de un nuevo sentido común que niega los cánones establecidos al momento de sus llegadas.

«El contagio que puede provocar un presidente en Washington que bordea lo autocrático no será sin embargo causa sino efecto de procesos similares; la crisis de la democracia antecede al éxito de personajes como Trump»

Lo que sigue es el conocimiento entre ambos presidentes que, por ahora, no pasó de un saludo entre bambalinas en un acto conservador en los Estados Unidos. Uno recién llega; el otro acaba de regresar sin haber perdido protagonismo desde que irrumpió y rompió los moldes de la circunspección norteamericana.

Es mucho más esperable que Milei llegue a Trump por las afinidades de estilos que por la prioridad que el nuevo gobierno republicano le puede dar a América Latina.

México, para empezar, por la relevancia del intercambio comercial y la frontera compartida, como el resto de los países centroamericanos que aportan migrantes en cantidad, aparecen como asuntos más próximos al interés de Trump de ofrecer soluciones espectaculares a problemas complejos. En ese caso todo tiene más que ver con una respuesta a una demanda interna –la inmigración– que a un asunto de política exterior.

Como candidato, el gran ganador del martes prometió intervenir de verdad en la complicada trama del narcotráfico mexicano que distribuye y ahora también produce drogas en Estados Unidos. ¿Será una promesa al estilo del de la construcción del muro fronterizo de su primer mandato?

La dimensión de los compromisos de Trump es inversamente proporcional a la posibilidad de cumplirlos. Sin precedentes en los últimos 130 años de política en los Estados Unidos, el regreso tras una derrota del magnate es hijo de una ola de impaciencia y hartazgo que impulsa a los electorados de distintos países a cambiar radicalmente y a toda velocidad de gobernantes y de recetas.

Abundan los presidentes y primeros ministros nacidos fuera de partidos tradicionales, aquí y allá. En Francia y en Italia, como en Chile o la Argentina. Trump primero capturó al partido republicano y luego avanzó hasta exportar nuevos libretos aplicados en nombre del cambio de paradigmas y de las soluciones rápidas.

El freno institucional del sistema estadounidense morigeró sus impulsos intempestivos y bloqueó el intento de no reconocer su derrota en 2020 e influir para un sangriento y patético asalto al Capitolio. Ahora regresó recargado, con el control de las dos cámaras del parlamento, más una mayoría conservadora en la Corte Suprema establecida durante su anterior mandato.

El contagio que puede provocar un presidente en Washington que bordea lo autocrático no será sin embargo causa sino efecto de procesos similares. La crisis de las formas democráticas antecede al éxito de personajes como Trump en Europa y América, y son una explicación que no podría ser nunca una justificación.

La acción por imitación nunca será del todo posible en tanto haya contextos distintos que la hagan posible o lo eviten. Milei convive por ahora con un sistema político en ruinas que está en proceso de volver a vertebrarse con él como uno de sus principales protagonistas.

Es así como el afianzamiento del presidente libertario depende en parte de alguna colaboración concreta de Trump. Al fin, fue en los tiempos de su primer mandato que Mauricio Macri, con quien tenía un conocimiento previo, consiguió como un salvavidas de plomo el enorme crédito del Fondo Monetario Internacional.

Ni Milei ni ningún otro presidente argentino viajará por lo mismo a Washington, pero está claro que contar con un aval de la Casa Blanca para un refinanciamiento es una necesidad y también una posibilidad abierta por la común pertenencia a la creciente liga conservadora mundial.

Los argentinos que conocieron a Trump ya le podrían ir advirtiendo a Milei que el nuevo presidente no hace favores sin recibir algo a cambio en el mismo momento.

No servirá de mucho una foto y un abrazo si cuando se queden unos minutos a solas Milei no tiene en la manga una contraprestación para el favor que le pedirá a su álter ego. Trump necesitará mostrar que ha ganado. Y Milei también.

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