Argentina, con un triunfo sobre Chile, se aseguró la clasificación a los cuartos de final de la Copa América. El 1-0 en New Jersey incluyó una participación correcta de Lionel Messi, que sufrió una molestia en el aductor izquierdo; cuando se recuperó, tuvo una de las mejores chances para el seleccionado nacional, con un zurdazo que sacudió el poste izquierdo, y en el segundo tiempo, aunque tuvo menos contacto con el balón, estuvo cerca de anotar un gol olímpico y él fue el que ejecutó el tiro de esquina que terminó con el rebote que Lautaro Martínez mandó a la red para el desahogo de la Albiceleste.
La primera situación que lo involucró se produjo a los 23 minutos. El capitán argentino, el jugador franquicia, hizo gestos de dolor. El problema era en la pierna izquierda. Una molestia en el aductor, donde la Pulga ya se tomaba mientras calibraba la mira durante el calentamiento previo al partido. Ahora era más intenso, ya desde el primer pique en velocidad que hizo el rosarino en la noche de Nueva Jersey. Y bastó una falta -que merecía amonestación- de Gabriel Suazo sobre la banda derecha del ataque argentino, para que el emblema albiceleste recibiera atención médica.
El “10″ recibió frío para calmar el dolor. Una y otra vez, Daniel Martínez, médico de los campeones del mundo, masajeó la zona para que el crack rosarino estuviera aliviado. Mientras, el árbitro uruguayo Andrés Matonte, advertía al infractor trasandino. El banco argentino esbozaba algún gesto de preocupación por el futuro de la Pulga en el encuentro, pero había una buena señal: nadie se preparaba para ingresar.
Minutos más tarde, otra interrupción. Esta vez, era Suazo -el infractor- quien estaba en el piso luego de dejarse la piel para evitar un remate de Rodrigo De Paul. Más señales positivas: Messi, que antes había relojeado el banco varias veces, ahora permanecía cerca de la pelota y del rival lesionado. La alarma había pasado. Y ya no hubo dudas cuando a los 35 minutos de juego el capitán argentino terminó una gran jugada colectiva, repleta de toques, con un remate de zurda desde afuera del área. La pelota besó el palo izquierdo de Claudio Bravo y todo el estadio exclamó el clásico “Uuuuuhhh”. Messi estaba de regreso en el partido y la molestia había quedado atrás.
El 10 argentino también tuvo tiempo de protestar. Lo hizo cuando el árbitro uruguayo señaló la mitad de la cancha y dio por terminado el primer tiempo. La Pulga tenía la pelota y encabezaba un ataque que podía ser prometedor. Hubo un intercambio en la zona central de la cancha y el capitán albiceleste le entregó el balón. Después llegaron los futbolistas chilenos y también hubo algún enojo por parte de los trasandinos. Lo vital para la Argentina era que su emblema estaba bien. Y ni rastros de su molestia. La última palabra, sin embargo, estaba en el vestuario. Había 15 minutos por delante para arreglar al crack y dejarlo cero kilómetro para la segunda parte.
En el segundo tiempo, Messi no mostró signos de lesión ni de merma física. Tampoco miró hacia el banco de suplentes. No pareció haber rastros de aquella molestia por la que debió ser atendido en la primera parte. Completó el partido y tuvo incidencia en el resultado. Pudo haber anotado el 1-0 en un pique largo: recibió la habilitación de Lo Celso e intentó una definición por arriba de Bravo. La pelota se fue cerca, pero la jugada estaba invalidada por una milimétrica posición adelantada.
Más tarde, y cuando el partido iba derecho hacia el empate sin goles tras un pasaje en el que Chile se acercó con dos buenos remates de Rodrigo Echeverría que tapó Dibu Martínez, el capitán argentino intentó el único gol que le falta en su repertorio: olímpico. Bravo lo adivinó y con un manotazo evitó el grito del rosarino. En la jugada siguiente, otro córner, llegó la apertura del marcador. Porque el rosarino ejecutó el tiro, Lisandro Martínez remató en primera instancia, llegó el rebote y la definición posterior de Lautaro Martínez para el 1-0 definitivo.
LA NACION