domingo, 2 noviembre, 2025
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«El padre que alimentaba la adicción» es «imperdonable»

Las escuchas telefónicas documentan cómo padre e hijo coordinaban los envíos. En una conversación del 31 de julio de 2022, captada mientras Cristian Barros y Dayana Sarmiento estaban en el domicilio de Mario Jiménez preparando las cápsulas de droga, se escucha al padre defendiendo la operación: «Ya está, ya salen, ya salen, dejen de molestar… Sí, así es, chango; mucho riesgo, me están llevando el kilo casi».

El TOF fue particularmente duro al evaluar la conducta del padre. En la sentencia, se señaló que «el padre le proveía la sustancia estupefaciente y él –por Jacobo-, poniendo en riesgo su vida, se tragaba las cápsulas para ingresarlas. Esto juega en favor de él y muy en contra del padre».

Efectivamente, el método de ingesta de cápsulas de marihuana envueltas en látex representa un grave riesgo médico. Si alguna cápsula se hubiera roto en el estómago o intestinos de Jacobo, podría haber sufrido una intoxicación severa o incluso la muerte.

Cristian Barros, otro de los condenados, experimentó en carne propia ese riesgo. El joven permaneció internado siete días en el Hospital San Juan Bautista. Durante esta internación evacuó 30 cápsulas con 309 gramos de marihuana. «Los de Drogas Peligrosas no están diciendo la verdad… es mentira porque tuve siete días las cosas en mi panza. Gracias a Dios estoy vivo ahora», había contado.

Inocencia perdida

El fiscal volvió a mencionar aquella fotografía de Jacobo y Kevin niños en el comedor escolar. «Pude ver una foto donde estaba Jacobo Jiménez y Kevin Barros… eran niños, y hoy se los ve sentados ahí, en un juicio oral y público por hechos graves. Que aquí estén no puedo dejarlo pasar por alto», advirtió.

La imagen sintetiza una pregunta que el sistema de justicia no puede responder: ¿En qué momento esos niños se convirtieron en adictos e ingresaron al inframundo de la delincuencia? Tal vez la respuesta esté en las falencias del Estado.

En el momento de su última palabra antes de la lectura del veredicto, Jacobo se quebró. Dijo que un día se encuentran con Kevin en el pabellón y estaban consumiendo y como querían consumir más entonces deciden hablar. «Tengo problemas, que todos los conocen… hace 14 años en la cárcel”, recordó. Aseguró que se tuvo que armar en la cárcel como un hombre, a base de golpes y jamás tuvo tratamiento. Jacobo tiene un hijo pero no puede estar con él y tampoco quiere repetir su historia; él perdió contacto con su padre a los siete años. Admitió que nunca creyó en la dimensión de esta situación. A la vez, pidió ayuda para él y sus compañeros. Reconoció que son personas que consumen de niños.

Jiménez padre también pidió clemencia. Aseguró que prestó su casa como le pidieron. Al mismo tiempo, pidió ayuda para los hermanos Barros «porque tienen problemas y sufren desde niños».

«Imperdonable»

Los jueces no se conmovieron con los argumentos. Si bien consideraron la adicción y los problemas de crianza de Jacobo como atenuantes para graduar la pena, fueron implacables con el padre. «Esto tiene que ver con la crianza de este chico, que se reencuentra con su padre en el penal y, lejos de que sea algo provechoso, fue un desastre. El padre le proveía la sustancia estupefaciente… Por ello, entiende el MPF que es imperdonable», se precisó.

«Su función quedó reducida a conseguir y preparar los estupefacientes en la provincia de Tucumán… Jiménez consignó que conocía los padecimientos de su hijo como consumidor dentro del Servicio Penitenciario y, no obstante ello, no titubeó en contribuir a la empresa criminal para que esos estupefacientes le llegaran a su hijo para que los comercializara dentro del servicio y para que pudiera seguir consumiendo», detallaron.

Protección

  • En párrafo aparte, el TOF ordenó medidas de servicio Penitenciario Provincial.
  • Durante sus últimas palabras, el joven penado habría mencionado situaciones que «podrían constituir un delito de acción pública», por lo que se ordenó extraer testimonios y remitirlos a la Fiscalía Federal.
  • Los jueces también ordenaron al director del penal «disponer los medios necesarios» para garantizar la seguridad de Jiménez ante posibles represalias por haber declarado en el juicio.
  • Jacobo, hoy de 31 años, suma siete años a 14 que ya pasó privado de la libertad por delitos contra la propiedad.

Los hermanos Barros: una historia de consumo

La historia de los hermanos Barros es igualmente desoladora. Kevin Emanuel Barros, de 27 años, lleva más de cinco años detenido. Durante su declaración confesó: «Sufro el consumo desde los nueve años. Soy muy adicto a la marihuana y estoy en un tratamiento hoy para dejar la adicción».

Su hermano Cristian Miqueas Barros, de 31 años, también se reconoció «consumidor desde los 13 años» y tiene antecedentes por robo. Ambos hermanos compartían el mismo pabellón en el Servicio Penitenciario Provincial.

Kevin explicó al TOF cómo juntaba dinero para su consumo. En el Servicio Penitenciario, indicó, hay un protocolo; allí a las personas privadas de la libertad se les paga “un peculio” y ese dinero lo iba juntando todos los meses. Actualmente, según contó, está medicado para controlar su adicción.

En un momento revelador de su declaración, Kevin Barros pidió perdón y aseguró que no sabe qué es comercio de drogas. De acuerdo con su testimonio, solo le había pedido a su hermano Cristian «que traiga un poquito de marihuana» pero para su consumo personal.

Sin embargo, las pruebas demostraron lo contrario. Las escuchas telefónicas documentaron conversaciones sobre precios de venta, pagos a guardiacárceles y organización de la distribución dentro del penal. El fiscal fue claro en su alegato: la cantidad transportada (medio kilo), la preparación en cápsulas para la venta fraccionada y los contactos con funcionarios corruptos demostraban que no se trataba de consumo personal sino de comercialización.

Veredicto

  • El TOF declaró a los acusados culpables por el delito de “comercialización de estupefacientes agravado e impuso a Mario Roque Jiménez la pena de 7 años de prisión. La misma pena recibieron su hijo Jacobo y los hermanos Barros, Sergio Apud y Lucas Francisco Brandán, el guardiacárcel.
  • Ariel Mago Brandán fue declarado culpable como partícipe secundario y condenado a tres años y seis meses de prisión.
  • Dayana Sarmiento recibió la pena más baja, tres años de prisión.
  • Otros dos guardiacárceles que oportunamente fueron acusados resultaron absueltos por falta de acusación fiscal.

«Vulnerabilidad y pobreza», los atenuantes

La droga era trasladada desde Tucumán a Catamarca con la participación de Jiménez padre y la colaboración de Barros y Sarmiento, mientras que el traslado quedaba en manos del remisero Brandán. A los acusados se los identificó como «La banda de los camellos J», ya que supuestamente sus integrantes eran liderados por los Jiménez, padre e hijo.

El dato inicial fue con información reservada que daba cuenta de que un hombre y una mujer ingerían cápsulas con estupefacientes y las trasladaban desde Tucumán. En Catamarca las expulsaban y un interno del SPP, con beneficio de salida, ingería las mismas cápsulas y las introducía en el penal para concretar la comercialización.

En agosto de 2022, la pareja fue interceptada en un operativo realizado en el Puesto Caminero de El Portezuelo, departamento Valle Viejo, donde se logró secuestrar un profiláctico que contenía en su interior 11 envoltorios de nailon con 91 gramos de marihuana, dos teléfonos, pastillas, dos balanzas y la suma de $78.000, entre otros elementos.

Además, en los fundamentos se advirtió que se consideraron algunos atenuantes al momento de mensurar la pena. En el caso de Jacobo Jiménez se tuvo en cuenta su adicción, crianza en el sistema penitenciario y el hecho de ser «el único que se sentó y admitió su responsabilidad». Sin embargo, no alcanzó para reducir significativamente la pena.

En tanto que en el caso de Cristian Barros se valoró su adicción desde los 13 años y la «vulnerabilidad social y de pobreza». En relación con Kevin Barros se consideró su rol como intermediario, no como transportista directo aunque no modificó sustancialmente la pena por ser considerado «partícipe necesario».

La situación de la única mujer condenada tenía otro matiz. “Sarmiento, si bien acompañó a Cristian Miqueas Barros, también es cierto que asumió el riesgo de transportar también por sí estupefacientes. Por último, no es menor la circunstancia de haber intercedido en la voluntad de Sarmiento, su pareja, y Barros, su hermano, para que se pueda consumar el transporte de los estupefacientes, haciéndoles asumir un riesgo personal para ello. El aporte realizado por Ariel M. Brandán sí implicó una mejor y mayor oportunidad de éxito a la empresa criminal. La ida en remís implicaba una facilidad de movimientos que no iban a disponer Barrios y Sarmiento para transportar la marihuana”, se explicó.

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