sábado, 25 octubre, 2025
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Carignan, Cariñena o Mazuelo: descubre los secretos de la uva con mil historias

La variedad cariñena trasciende su condición de uva para convertirse en un símbolo de cultura, tradición y celebración. Originaria de Aragón, no solo designa una de las denominaciones de origen más veteranas de España, sino que también es el corazón de una de las festividades vinícolas más pintorescas: la fuente de Cariñena que, cada septiembre, durante el fin de semana final del mes, cambia el agua por vino, tiñéndose de un intenso color rubí. Este acto, cargado de significado, encapsula lo que la uva significa a nivel global: fertilidad, arraigo local y un legado que ha viajado adoptando diversas identidades, integrándose en paisajes y culturas diversas.

La costumbre de la fuente, que comenzó en 1975, surgió como una brillante estrategia de promoción que transformó un símbolo en una celebración para visitantes y residentes. Lejos de ser una mera representación folclórica, funciona como una alegoría del vínculo de esta cepa con su gente: un caldo para compartir, cercano y, fundamentalmente, al alcance de todos.

Como sucede con toda celebración popular, en cuestión de horas la expectativa se convierte en euforia, para luego, casi sin darse uno cuenta, el pueblo recupera su pulso cotidiano. ¿Qué imagen perdura de la fiesta? Viajeros de todas partes con sus copas, vasos y botellas, o incluso usando las palmas de sus manos para alcanzar, al menos, un trago del flujo purpúreo. Pocas escenas representan mejor la calidez de un vino que se disfruta sin reservas.

Sus Raíces

La Fiesta de la Vendimia de Cariñena tiene lugar cada último fin de semana de septiembre en la localidad aragonesa homónima, a 45 kilómetros de Zaragoza. El instante culminante es el «chorro de vino», cuando la fuente principal de la plaza mayor deja de emitir agua para convertirse en un torrente escarlata.

En 1975, el entonces alcalde José María Lostao concibió la idea de transformar la vendimia en un espectáculo abierto y comunitario, declarándola oficialmente como la gran fiesta del municipio. Desde entonces, cada mes de septiembre, el ritual se repite y gana mayor reconocimiento internacional como emblema de prosperidad, a la vez que consolida la identidad de la cepa en distintas regiones del planeta. ¿Cuánto tiempo mana el vino? Solo unas pocas horas, las justas para calmar la sed colectiva y multiplicar la alegría de lugareños y foráneos.

El epicentro de la celebración es la Plaza de España, el núcleo de Cariñena, donde se erige la fuente monumental de piedra. Allí se reúnen habitantes y turistas con sus copas, botellas o recipientes improvisados para probar el vino que brota de los caños. La plaza se viste de gala con banderas, música de jotas y pasodobles, en un ambiente que mezcla espontaneidad y solemnidad. Antes de que emerja el torrente, se realiza la pisada simbólica del fruto y la ofrenda del primer mosto a la Virgen de la Peña, patrona de la localidad.

Múltiples Denominaciones, una Sola Esencia

Esta cepa ha ido sumando apelativos en cada territorio donde se ha establecido. En La Rioja se la denomina mazuelo; en Cataluña, samsó; en Italia, carignano; en Francia, carignan; y en Chile conserva su nombre original. Cada término refleja un terruño y una idiosincrasia diferente, pero todos aluden a la misma uva, vigorosa, de taninos robustos, color profundo y acidez natural.

Este carácter, antaño considerado tosco, fue a la vez su maldición y su redención. Durante el siglo XX se cultivó de forma masiva para aportar cuerpo y tonalidad a vinos de consumo diario. Sin embargo, los viñedos longevos y las cosechas limitadas demostraron que su potencial era muy superior. Hoy, bodegas de diferentes zonas la trabajan con un esmero casi manual, y los frutos han sorprendido incluso a los paladares más exigentes.

En La Rioja, casas con solera como La Rioja Alta, Marqués de Murrieta, Marqués de Riscal y la Compañía Vinícola del Norte de España (CVNE, conocida como «Cune») confían en el mazuelo para apuntalar la distinción de sus reservas y grandes reservas. Aunque rara vez se presenta como varietal única, su función es crucial: es el pilar invisible que permite a los grandes riojas evolucionar con nobleza a lo largo de los años.

En Aragón, su tierra de origen, denominaciones como Cariñena, Campo de Borja o Calatayud la exhiben con orgullo. Bodegas como Grandes Vinos, San Valero o Paniza han demostrado que no es un vestigio del pasado, sino un nexo entre la herencia y la contemporaneidad. Sus caldos, intensos y con buena fruta, destacan por su excelente relación calidad-precio, muy apreciada en la cocina actual.

En el Priorat, bajo el nombre de samsó, alcanza expresiones de culto y se erige en estandarte regional. Allí comparte protagonismo con la garnacha en marcas legendarias como las de Álvaro Palacios (famoso por L’Ermita), Clos Mogador (pionera de René Barbier), Clos Erasmus (con vinos que han logrado la máxima puntuación Parker) y Ferrer Bobet, que aporta un estilo moderno y refinado en pleno paisaje de pizarra. La unión de la cepa con esos suelos de licorela da lugar a vinos minerales, longevos y de una personalidad arrolladora.

De Aragón para el Mundo

Fuera de España, la cepa halló un hogar en múltiples territorios. En Cerdeña, la carignano del Sulcis DOC ofrece vinos potentes y seductores, modelados por la brisa del mar. Bodegas como Santadi alcanzaron fama al transmutar la rusticidad en elegancia mediterránea.

En Francia, el Languedoc fue durante años sinónimo de carignan de alta producción. Hoy, con viñas centenarias recuperadas, la variedad vive un resurgir. Zonas como Corbières y Minervois elaboran vinos sorprendentes que armonizan frescura y potencia.

En Chile, tras el sismo de 1939, se implantaron viñedos de carignan en el Maule para reactivar la vitivinicultura. Décadas más tarde, esas mismas cepas dieron origen al colectivo VIGNO (Vignadores de Carignan). Bodegas como Garage Wine Co., De Martino y Maturana Wines producen vinos frescos, vibrantes y con una identidad singular, hoy aclamados a nivel internacional.

En California, la carignan fue durante mucho tiempo un componente anónimo de coupages. No obstante, en los últimos tiempos se elabora en monovarietales modernos, frescos y vivaces, concebidos para las nuevas generaciones de consumidores.

El norte de África también conserva rastros de esta uva. Marruecos, Argelia y Túnez fueron grandes productores durante la época de la colonización francesa. Aunque su papel actual es más discreto, aún persisten huellas de aquellos días en que millones de litros cruzaban a Europa para dar cuerpo a vinos ligeros.

La trayectoria de la cariñena es la crónica de una uva resistente. Pasó de ser un componente secundario y rudo a liderar vinos de autor. Gracias al mimo con que se la trató en viñedos antiguos y a vinificaciones esmeradas, su inicial aspereza se transformó en virtud.

Los reconocimientos no se hicieron esperar. Robert Parker y publicaciones como Wine Spectator incluyeron cariñenas del Priorat, Cerdeña y Chile entre los vinos más destacados de las últimas décadas. Lo que antes se percibía como un exceso de acidez o taninos se reinterpretó como potencial de guarda, frescura y carácter.

Cariñena ya no es solo el nombre de un pueblo y su fuente teñida de grana. Es un hilo conductor que une festividades populares, etiquetas de renombre y viñas ancestrales. Puede llamarse cariñena, mazuelo, carignan, carignano o samsó, pero encierra siempre un mismo mensaje: nunca es tarde para reinventarse y formar parte del alma de los grandes caldos del planeta.

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