En el ecosistema libertario, Francisco Oneto ocupa un lugar singular. Abogado penalista egresado de la UBA en 2012, se forjó una reputación mediática mucho antes de tener acceso a la Casa Rosada. “Abogado nivel Dios”, como se viralizaron sus videos en redes sociales, fue candidato a vicegobernador bonaerense en 2023 acompañando a Carolina Píparo, conduce un ciclo en el streaming oficialista Carajo y se convirtió en el hombre de confianza legal de Javier Milei tras la salida de Diego Spagnuolo, protagonista del escándalo de los audios en la causa Andis.
Oneto ganó espacio por su estilo frontal y provocador. En los pasillos de Comodoro Py no tiene buena fama: jueces y secretarios lo describen como un letrado “desembozado”, más preocupado por la repercusión pública que por el rigor técnico. Esa impronta mediática lo llevó a capitalizar el aire político favorable al Gobierno, aunque también lo expuso a traspiés procesales. Un ejemplo quedó registrado en agosto de 2025: al apelar una decisión judicial en una demanda de Milei contra el periodista Carlos Pagni, cometió un error elemental. El escrito llevaba solo su firma digital como patrocinante, sin la rúbrica del propio querellante, exigencia básica para ese tipo de escritos. La Cámara Federal tuvo que declararlo “no presentado” por improcedente. Paradójicamente, días después, la defensa presidencial logró encauzar el trámite con un nuevo recurso ante la Cámara de Casación que sí fue admitido. Para muchos en Tribunales, más que pericia, Oneto tuvo una pequeña ayuda política.
Su currículum como abogado está marcado por causas resonantes. Fue defensor de Leonardo Cositorto en el caso Generación Zoe, donde llegó a admitir en un debate por Twitter Space que lo habían contratado “para defender una estafa”, frase que lo convirtió en tendencia y símbolo de su estilo descarnado. Representó a Luciano Mallemaci en el caso de la “Manada de Chubut”, defendió a Daniel Lagostena -condenado por el femicidio de Érica Soriano-, y a Máximo Thomsen, uno de los rugbiers sentenciados por el crimen de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell. En junio de 2025 sumó otro nombre fuerte: Leopoldo Luque, el médico imputado por la muerte de Diego Maradona, en una jugada que muchos interpretaron como un intento de blindar a la defensa con alguien cercano al poder libertario.
También asumió la representación de Federico “Fred” Machado, empresario acusado en Estados Unidos de lavar 550 millones de dólares del narcotráfico y detenido en Neuquén desde 2021. Oneto lidera la estrategia para frenar su extradición, con recursos que llegaron hasta la Corte Suprema y que mantienen al empresario en prisión domiciliaria en la casa de su madre en Viedma. Machado se hizo célebre en la política por financiar la campaña de José Luis Espert en 2019, como reveló esta revista. Hasta le prestó su avión privado al candidato y se sacaron una selfie con la aeronave de fondo, que ilustra esta nota. Machado ya lleva unos cuatro años detenido a la espera de una definición sobre su extradición. En este expediente, quien lleva el día a día es el socio de Oneto, Roberto Rallin.
Más juicios. Oneto, en paralelo, acompañó a Milei en varias batallas judiciales. Lo defendió en las denuncias por calumnias e intimidación pública que afrontó en campaña, intervino como apoderado en la querella por espionaje ilegal contra el ex policía Ariel Zanchetta y se puso al frente de la estrategia legal en el expediente por la criptomoneda $Libra, promocionada por el propio Milei en febrero de este año. Allí, Oneto sostuvo en redes sociales que el Presidente había sido “engañado” y que “si un Presidente quisiera delinquir no dejaría todos los dedos pegados”. Sus intervenciones fueron leídas como un operativo de contención política tanto como un movimiento jurídico.
Más allá de los Tribunales, Oneto alimenta su perfil con declaraciones que suelen rozar el escándalo. En 2024 fue repudiado por comentarios homofóbicos (“los homosexuales deben ser curados”) y en marzo de 2025 agitó la polémica al plantear que, frente a las protestas sociales, el Gobierno debería “decretar el estado de sitio” para “acabar con los problemas”. También jugó con la palabra «Proceso» y encendió alarmas por la reivindicación implícita de la dictadura. En septiembre de este año, desde Carajo, redobló la apuesta con afirmaciones misóginas: “La mujer se tiene que quedar en la casa y el hombre trabajar”, lo que provocó un rechazo transversal de dirigentes, colectivos feministas y organismos de derechos humanos. Oneto contra todos.
Este repertorio de causas, errores y exabruptos consolidó una paradoja: Oneto es central en la estructura libertaria porque expresa lo que otros callan y porque está dispuesto a defender a Milei en cada frente, aun a costa de costos reputacionales. No lo favorecen sus antecedentes técnicos ni la consideración judicial, sino la cercanía que tiene con el Gobierno. En su doble rol de abogado y polemista, encarna la mezcla de provocación y blindaje que caracteriza al oficialismo libertario.