El 26 y el 27 de junio el músico Diego Clark estuvo en el Centro de Cultura y Trabajo Comunitario de Villa Dolores. El primer día realizó el «Taller Creativo» y al día siguiente tuvo lugar la «Experiencia sonora». Clark es músico Córdoba, compositor, productor sonoro y docente.
Ya de regreso en su Córdoba natal, Revista Express lo entrevistó y habló sobre sus orígenes y de qué manera el budismo lo reencausó en su camino por la música.
La historia de Diego Clark se dividió entre Córdoba y Catamarca. Nació en «La Docta» pero «por razones familiares», a los 15 años se mudó toda su familia a tierra catamarqueña en dónde terminó a escuela secundaria y tuvo su primera experiencia en la universidad.
«Empecé Ciencias Económicas, pero ya a los dos años me vine a Córdoba a estudiar música», comentó.
«Soy una mezcla de las dos cosas. Soy más cordobés que catamarqueño por el tiempo de vida en Córdoba, pero algo me pasa en Catamarca que cada vez que voy, la tierra misma, el espíritu de la tierra, de la gente, me conmueve todo el tiempo. Me enamora Catamarca, es un lugar maravilloso».
Instalado en Córdoba avanzó con sus estudios y encontró en la música su forma de vida. No obstante, una crisis lo hizo alejarse de la música, pero su acercamiento a la filosofía budista fue un «rescate» y le permitió reconectarse.
«Lo que cambió en mi búsqueda musical fue cuando yo empecé a practicar budismo a través de una crisis existencial y económica, una mezcla de muchas cosas», explicó.
«Dejé de hacer música y dejé de hacer lo más importante que era para mi vida y que siento que es mi misión: hacer música y compartir lo que uno ha ido aprendiendo».
«Si yo no hubiera estado perdido en la búsqueda de la supervivencia, yo hubiera perdido de foco a lo que vine. El budismo me acercó a la vez en este tipo de budismo. Clark se acercó al Soka Gakkai, «una organización budista de base comunitaria», según se explica en la página web. Su nombre significa «Sociedad para la creación de valor» y sus miembros creen en la dignidad y el valor de todas las formas de vida».
El artista se explayó: «es un budismo de vida cotidiana, un budismo muy concreto.
Uno no tiene que irse a ningún lado a meditarlo, uno lo hace ahí donde está».
Logró reconectarse con la música y a experimentar los cambios. «A través de ese reencuentro con esa parte mía, me llevó a la música y a renovar mi música de un montón de sentidos. A volver a asombrarme por el poder de la música, y es lo que yo comparto con mi proyecto. Eso de nunca perder la capacidad de asombro. La poesía en todo».
La música en las cosas
La «música con objetos» es un concepto central en la obra de Diego Clark y que se materializó a través de su proyecto «Objetos que suenan historias» y su trabajo con la «Orquesta de objetos».
«Los objetos diarios ofrecen un gran entrenamiento porque de primera es como que uno dice «no, como puede ser que una pava suene», pero bueno, el universo es vibración, el universo es sonido. De alguna manera ese desafío genera una creatividad porque si uno no le pone onda, no sale nada. Es un entrenamiento muy interesante».
Diego también ejecuta instrumentos convencionales, pero marca una distinción en algo tan sencillo: la diversión.
«Cuando uno agarra un instrumento diseñado para hacer música, no digo que sea más fácil, pero de alguna manera el camino ya está andado. Yo toco instrumentos convencionales, la guitarra, el bajo, el violoncello, un poco de piano, batería, percusión y me sigo divirtiendo un montón, pero con los objetos cotidianos me divierto un poco más», expresó.
En lo que respecta a la «Orquesta de objetos» no está funcionando con el grupo de percusionistas por el factor económico y por las complicaciones para acordar horarios de ensayo y fechas para tocar.
Actualmente trabaja con una loopera, una máquina que tiene la pedalera. «Es como que yo interpreto a esos percusionistas. Me permite ir generando capas. Es una especie de tribu en la cual yo voy sumándole sonidos».
El trabajar en formato unipersonal le sienta cómodo, pero también habla sobre las sensaciones de tocar con otros músicos. «Me encanta tocar con otros músicos, de hecho, lo disfruto más. El desafío es tener en la cabeza como mucha gente, pensarlo como muchos músicos al mismo tiempo. Me enseña mucho a escuchar y por ende a tocar diferente», señaló.
Diego prometió volver más seguido a Catamarca -«es una tierra que yo amo»- mientras continúa con sus proyectos en el intrigante y, a la vez apasionante, camino de la música.
Con el oído puesto en lo cotidiano y el corazón abierto al asombro, Diego Clark transforma lo simple en arte. Desde una pava que suena hasta una loopera que multiplica voces, su música nace donde muchos no mirarían dos veces. Reconectado con su propósito y guiado por una filosofía que lo ancla a lo esencial, Clark no sólo compone canciones: construye experiencias.
Texto: Pablo Vera
Fotos: Ariel Pacheco