miércoles, 20 agosto, 2025
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Santo del Día, 20 de Agosto: San Bernardo de Claraval, el monje que cautivó a Europa con su palabra

Cada 20 de agosto, la Iglesia celebra a una de las personalidades más poderosas e influyentes del siglo XII: San Bernardo de Claraval. Monje, abad, místico, predicador de cruzadas, consejero de Papas y Doctor de la Iglesia, su figura dominó la vida eclesiástica y política de su tiempo, todo desde la aparente reclusión de su monasterio.

El «Cazador» de Vocaciones

Bernardo nació en 1090 cerca de Dijon, Francia, en una familia noble. Era un joven brillante, apuesto y carismático, con un futuro prometedor en el mundo. Sin embargo, a los 22 años, decidió abandonar todo para ingresar en la Abadía del Císter, una nueva orden monástica que buscaba un retorno a la regla original de San Benito con mayor rigor y pobreza.

Su poder de persuasión era tan extraordinario que no entró solo: convenció a treinta de sus parientes y amigos, incluyendo a sus cuatro hermanos y a su tío, para que lo siguieran. Su fama de santidad y sabiduría creció tan rápidamente que, solo tres años después, fue enviado a fundar un nuevo monasterio en un lugar llamado «Valle del Absintio». Bernardo lo rebautizó como «Claraval» (Valle de la Luz), y desde allí su influencia se extendería por toda Europa.

La Voz de la Iglesia y el Trovador de María

Aunque anhelaba la vida de silencio y oración del claustro, Bernardo fue constantemente llamado a intervenir en los asuntos más importantes de la Iglesia. Combatió herejías, medió en conflictos entre reyes, predicó la Segunda Cruzada y fue el consejero de varios Papas, uno de los cuales, Eugenio III, había sido su propio discípulo en Claraval.

A pesar de su intensa actividad pública, su corazón permanecía en la contemplación. Es conocido como el «Doctor Melifluo» por la dulzura y elocuencia de sus escritos, especialmente sus sermones sobre el Cantar de los Cantares. Pero, sobre todo, San Bernardo fue un gran enamorado de la Virgen María. A él se le atribuye haber añadido la invocación final a la Salve: «Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María». Fue uno de los primeros y más importantes en promover una teología mariana centrada en su papel como mediadora de todas las gracias.

Oración a la Virgen, de San Bernardo

¡Acuérdate, oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido desamparado.

Animado por esta confianza, a Ti acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. Oh Madre de Dios, no desprecies mis súplicas, antes bien, escúchalas y acógelas benignamente. Amén.


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San Bernardo nos enseña a confiar ciegamente en la intercesión de María. ¿Qué le confías tú hoy a Nuestra Señora? ¡Te leemos!

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