jueves, 31 de julio de 2025 01:23
El proceso de elecciones internas de la Unión Cívica Radical ratificó el estruendoso fracaso que se esperaba y confirma que la convocatoria realizada no fue más que un gesto por compromiso, para salir del paso y zafar elegantemente ante la plena incapacidad del alicaído partido. Sin posibilidades de construir la unidad, sin posibilidades de competir internamente, con un éxodo desesperado de representantes dispuestos a cualquier cosa por vestirse de oficialistas y manotear algún cargo, la fuerza que culminó en una deprimente cuarta posición en la última consulta electoral ha logrado -en lugar de levantarse- perforar el piso para caer a los subsuelos de la crisis institucional, en lo que representa por lejos el peor momento de su historia. Este radicalismo que surgió en el siglo XIX y que en la última elección nacional ni siquiera pudo postular un candidato a presidente, en Catamarca se encamina a convertirse en una nostálgica pieza de museo.
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En ese contexto, el llamado a los afiliados para que votaran el 3 de agosto -debería ser el próximo domingo- careció de toda seriedad, al punto de que no terminaron de hacer el anuncio y diferentes líneas internas anticiparon su decisión de no participar y mantenerse bien lejos de la pantomima de interna. Llegó el momento del cierre de listas, que lógicamente no se pudo hacer, y el calendario avanzó sólo para subrayar una a una las limitaciones de la escudería boinablanca. Pero, ¿por qué se llegó a este punto?
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Las razones son sencillas. La UCR funcionó como partido en los últimos 35 años gracias a que dispuso de inyecciones de recursos externas. Durante un buen tiempo fue el propio Estado que administraba, y cuando no, el partido se alquilaba para cubrir gastos con la cuota del aportante de turno. Lo hizo con el menemismo, con el delarruismo, con el macrismo y hasta con Rodríguez Larreta en la última experiencia. Sin un financista, el partido dejó de moverse hace tiempo, porque desaparecieron hace rato los románticos que metían la mano en el bolsillo para aportar, como sí hacían los afiliados de los años 70 y 80, aun cuando no podían acceder al poder. Esa falta de compromiso -y dinero- estaba resuelta con las PASO, ya que al ser una elección oficial era el Estado quien se ocupaba de garantizar desde la logística hasta las boletas. Sin primarias y sin padrinos, con la UCR obligada a valerse por sí misma, sucede lo que sucede, algo bastante parecido a una agonía.
El Esquiú.com