“Una y otra vez”, de Julio Andrada es un libro de poesía, pero, sobre todo, es el encuentro de un hombre con el latido primero, ese que anima piedras y leña, ese que evoca la brisa. Un claro ejemplo es el poema que dice:
susurro, silencio
sueño viajero
en los riscos
alto cielo
alta luz
antes de nacer
-en tiempos
anteriores al tiempo-
soplaba en murallas
y templos
abismo y memoria
antes de ti
soplaba libre y eterno.
Como libro de poemas deslumbra como lo hace algunas tardes el río, calmo y transparente. El lenguaje conmueve sin lujos, más que desnudar la realidad se diría que no usó ropa nunca, va a la médula de una sensibilidad a la que solo la poesía abriga con sus pocos velos. Así dice un poema:
En un instante
la crueldad se ha desatado
sin credos ni reparos
ya pocos saben que
nacimos señalados
la calma es la
otra orilla
de las aguas
donde
el río
no es el mismo
la vida es un designio
misterioso
escondido bajo tierra
allí,
donde incansable
trabaja y se alimenta
la lombriz.
Me tocó el raro honor de presentar esta obra a finales del año pasado, en La Dorila, un hermoso centro cultural independiente, ante una nutrida concurrencia, familiares, amigos, colegas, gente de la cultura, curiosos. No hay manera de que recuerde lo que dije en aquel momento: Milba nos regaló su música, Matías Quiroga proyectó videos y todo fue conversar sin libreto previo, contar impresiones, hacer preguntas… Y por supuesto, ceder la voz para que sea el autor el que regale a sus lectores el privilegio de escuchar el agua brotar directo de la vertiente.
Conozco a Julio desde niño, por eso celebro la aparición de este libro y lo encuentro tan natural como oportuno. Como el gran Leonardo Martínez, eligió iniciar su obra poética desde la perspectiva de la madurez y sus deslumbramientos, no menos desgarradores que los de la primera juventud. La originalidad de Una y otra vez, con sus imágenes que evocan la larga marcha humana: “sin cordura y hartos de / tanta fe / nos devolvimos al camino”, “desandará / la caravana / su huella en el desierto…” me recuerda el impacto que causó en mí la primera lectura de “Tacana o los linajes del tiempo”. El poema de Andrada, que da título al libro, dice:
Los deudos
dejamos llegar
la noche y
partimos a las naves
en silencio
como tigres en la oscuridad
otros,
convertidos
piedras del desierto
quedaron testigos del viento rojo
nada viene de la nada
nada existe en soledad
a veces se agoniza
a veces se abraza la luz
en este laberinto sin salida
la vidamuerte es un giro de cairel
la secuencia es
principio y final
y nuevamente principio
una y otra vez
Libro que no encuentra casi antecedentes en las letras locales, que por su temática podría dialogar con las “Ragas” del poeta entrerriano Juan Meneguín, lúcida y comprometida indagación de la crueldad con mirada misericordiosa… Libro para ser leído muchas veces, para acompañar con música de la India, vuelvo a brindar por su aparición y lo recomiendo con entusiasmo.