Los resultados de las pruebas Aprender 2024, en las que se evaluó la alfabetización de alumnos de tercer grado de todo el país, arrojó, otra vez, resultados francamente desalentadores. Solo el 45% de los estudiantes alcanza los niveles esperables de lectura al cerrar el primer ciclo, es decir, menos de la mitad de los alumnos evaluados. En Catamarca el número es aún más bajo: el 43,6% alcanzó el desempeño esperable de lectura para su edad.
Los estudiantes fueron evaluados para determinar su habilidad para leer palabras, oraciones y diversos tipos de textos, tanto literarios como no literarios. Adicionalmente, completaron un cuestionario que indaga sobre su experiencia escolar, lo que permite un análisis contextualizado de los factores que influyen en su desempeño.
El estudio, más allá de los malos resultados, permite inferir algunas conclusiones si se desagregan variables. Por ejemplo, la brecha por tipo de gestión y por nivel socioeconómico. Solamente el 40% de los estudiantes de escuelas públicas alcanza el nivel lector esperado, mientras que en las privadas el porcentaje es superior: 62%.
Esta diferencia tiene su correlato en lo que respecta al nivel socioeconómico de los alumnos. El informe, presentado por el Ministerio de Capital Humano, señala que entre los sectores de menores recursos, el 44% de los estudiantes está rezagado, tres veces más que en los sectores más favorecidos (12,6%).
Otra información interesante que se desprende del análisis de las pruebas es que, consultados los estudiantes sobre el hábito de la lectura, apenas la mitad declara leer en los tiempos libres, pero casi el 80% admite que prefiere ver videos cortos en redes sociales y porcentaje similar se entretiene con videojuegos. Los datos señalados tienen estrecha vinculación con el acceso al celular que tienen los chicos, aun los de corta edad. El 83% puede acceder a este dispositivo, ya sea porque dispone de uno propio o porque usa el de sus padres.
Tal vez debe concluirse que un porcentaje importante de los padres de los chicos crecieron en los años noventa o en la primera década de este siglo ya con el auge de las nuevas tecnologías, aunque sin el desarrollo actual, y consecuentemente con hábitos de lectura más laxos que el de sus padres, nacidos en las décadas del 60 o 70.
De todos modos, debe apuntarse que el escaso hábito de la lectura no es lo mismo que las dificultades en el aprendizaje de la lectocomprensión, aunque haya vínculos indudables entre ambos déficits.
Las pruebas Aprender tendrán más utilidad que la mera información estadística si el Estado la utiliza como insumo para adoptar decisiones transformadoras en materia educativa. Por ejemplo, las que permitan ir cerrando la brecha entre educación pública –que debe ser apuntalada- y educación privada. Pero, además, para generar herramientas que le permitan a los sectores de mayor vulnerabilidad social tener mayor acceso a la educación, procurando mayor equidad e igualdad de oportunidades educativas y, consecuentemente, de ingreso al mercado laboral en el futuro.