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Faltan respuestas, faltan responsables y falta el dinero

martes, 22 de abril de 2025 02:50

Los tres años transcurridos desde la detención de Edgar Adhemar Bacchiani, obligan a reflexionar sobre la marcha del proceso judicial abierto para investigar el fenómeno de una propuesta de negocios que prometía ganancias fabulosas y dejó miles de damnificados. La maniobra involucró una megafortuna en dólares, pesos y monedas digitales, hasta aquí imposible de precisar. Aquella mañana de abril en que el autodenominado “Trader God” fue esposado junto a sus principales colaboradores, nadie en su sano juicio podía suponer que la causa tendría un desarrollo rápido, y algunos de los abogados intervinientes calculaban que desentrañar los mecanismos de las estafas e identificar a los responsables demandaría al menos un año. Pero ya han pasado tres, y no es mucho lo que se logró avanzar. La mayoría de las preguntas e incógnitas iniciales sobreviven más de mil días después, y eso impide cualquier intento de observar lo ocurrido con satisfacción.

Lo que se advierte, a tres años vista, es que la atención está muy concentrada en Bacchiani y sus principales laderos, pero la cadena de responsables es mucho mayor, ya que eran muchas las personas que participaban en el negocio. En pleno auge de la estafa, florecieron por todos lados poceros que recaudaron millones. Muchos de ellos, caído Bacchiani, se esfumaron como si se hubieran bañado en aguas de Fátima: eludieron toda responsabilidad, sin que se sepa a ciencia cierta si alguna vez entregaron el dinero que levantaban para llevarlo a Adhemar Capital. Para ellos y muchos otros, la imagen del Bacchiani culpable de todo es una bendición. Por otra parte, deben distinguirse dos grandes grupos entre los damnificados: los poderosos y los necesitados. En el juego participó mucha gente de gran pasar económico, sólo para apostar ciertas sumas tratando de hacer dinero fácil. En la misma fila de aportantes, otros tenían una realidad distinta: gente desesperada que se endeudó y vendió lo que no tenía buscando una salvación milagrosa. Queda la impresión de que los más débiles fueron también los más castigados.

Al cabo, no hay respuestas sobre lo que sucedió con el dinero. Bacchiani fue mutando su discurso con el tiempo y pasó por todas las opciones. Que tiene la plata y puede pagar, que lo burlaron sus socios y le robaron, o que estafó deliberadamente, como confesó en Córdoba. Como fuere, el dinero no aparece, y el rastro de los millones que circularon en la mágica ruleta de la criptopirámide no muestran rastros visibles. La mayoría de los perdedores de este juego comenzaron a resignarse. Bacchiani dejó de ser un sospechoso para ser un condenado, y todavía le quedan varias batallas más por librar, con pronóstico oscuro.  Los sueños de fama y fortuna quedaron sepultados para todos. Mientras tanto, aunque Bacchiani se lleve todas las cámaras por su particular personalidad, hay media docena de procesos similares de otras empresas, hijas de la época en que miles de catamarqueños creyeron que podían hacerse ricos sentados en el living de su casa, hasta que chocaron con la triste realidad.

El Esquiú.com

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