domingo, 20 abril, 2025
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Los caminos de Julián Gutiérrez que lo llevaron a conseguir un logro histórico para el tiro argentino

-Hice gimnasia artística, básquet, vóleibol y fútbol, pero para todo fui malo. Me quedé con el tiro porque me gustó mucho la parte psicológica, me enamoró. Por lo general, la gente que es muy mala en otros deportes cae en el tiro y se le da bien. Por suerte pude encontrar mi lugar en este deporte, se dieron todas las condiciones y empecé a crecer. No hay mucha ciencia, jaja.

Su inicio fue poco convencional, en la galería de su casa. “Empecé a los 11 años. Un verano a la tarde en Catamarca no tenés más que encerrarte en una pieza con aire acondicionado a rezar que baje el sol. Con mi hermano (N. de R.: Andrés, dos años mayor) nos desafiábamos en cualquier actividad. Nuestro papá era tirador y le preguntamos si nos enseñaba, porque no teníamos nada que hacer”. Al principio, a Marcelo no le agradó la idea, reconoció Julián: “Tenía miedo porque éramos dos hombres de una edad muy cercana y era cuestión de tiempo de que empecemos a competir y nos ’metamos bala’ entre nosotros. Siempre nos enseñó que ‘las armas las porta el Diablo’, que hay que respetarlas, y privilegió nuestra seguridad».

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“Mi papá -continuó- de a poco cedió, nos ayudó y cuidó. Siempre había una sola arma para los dos y nos turnábamos, nunca una para cada uno. Poníamos un blanco u objetivo cualquiera y le tirábamos. No interesaba si le pegábamos o no, era solo reírnos del otro. Después fuimos haciendo el blanco más chico y nos interiorizamos más en el deporte. Mi papá siempre nos apoyó y trató de que tengamos el mejor equipamiento y las mejores condiciones. Soy un agradecido de él”.

En una década, pasó de “estar tonteando” con Andrés a lograr una medalla de oro y otra de bronce en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y una de plata en los Junior de Cali 2021, a conseguir un diploma en los Juegos Olímpicos París 2024 (mejor resultado desde que Firmo Roberti logró lo mismo en Seúl 1988) y, por último, a subirse al podio dos veces en la Copa del Mundo ISSF de Buenos Aires 2025. Pero hay cosas que no cambiaron: sigue practicando en su casa cuando regresa a San Fernando del Valle de Catamarca, y su papá es uno de sus entrenadores y consejero.

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-¿En qué momento empezaste a ver el tiro como un deporte?

-En 2015, con el proyecto de los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018. Ahí arranqué y fue un cambio muy brusco. Me metí mucho más en la parte profesional, el entrenamiento pasó a ser más serio. Hasta entonces, mi papá era de los entrenadores que no le daba importancia a la parte psicológica, consideraba que era algo que uno nacía o no con eso. Pero entendí que, entrenando lo psicológico, era la única manera de alcanzar a los chicos que tiraban desde hacía uno o dos años. Tenía que hacer el doble de esfuerzo para quemar esos años de entrenamiento que me faltaban. Tiraba así nomás, se me daban los resultados pero sin saber qué hacía. Luego fui complementando mi experiencia con la de mi papá y pulimos entre los dos para sacar la mejor versión.

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-¿Cómo se trabajá lo psicológico?

-Primero, siempre pruebo la parte lógica. Por ejemplo, si tengo un error, veo qué puede ser, pruebo todas las opciones y si no van, sé que es la parte psicológica la que falla. El año pasado tuve un bajón bastante grande y estuve afuera del equipo nacional. Tardé un año y medio en probar todo, no pude resolverlo y hablé con un psicólogo de Catamarca que me dijo lo que me pasaba. Lo trabajé y fue mucho mejor. Es así: le digo al psicólogo todo lo que probé, que me diga qué es, y listo. El psicólogo es un filtro muy grande que te dice lo que te va a servir. También cuando estoy estresado agarro la camioneta, el perro y me voy a pasear al dique, a tomar otro aire para seguir adelante.

-¿Influyen los resultados en tu estado de ánimo?

-Llevo nueve años y me pasó de ganar o quedar en un buen puesto haciendo cualquier cosa, y no aprendés nada. No me voy completo. O si pierdo haciendo tonteras, lo mismo, quedo disconforme. Pero cuando das todo, probás todo y hacés las cosas como las tenés que hacer, es distinta la satisfacción y la tranquilidad que te da. Yo prefiero eso antes que una medalla. Yo hago esto porque soy feliz, me gusta el ambiente, estar con los chicos, compartir y tirar. Me gusta esa sensación. No necesariamente la medalla, que viene de arriba y ya está. Nunca olvido porque hago este deporte. La medalla es un resultado distinto, va por otro lado.

-Es curioso lo que planteas en un mundo donde lo que marca el éxito y el fracaso de un deportista son los resultados…

-No soy tanto de los resultados, de decir ‘voy a quedar primero, segundo o tercero’, o decir que voy por esto o aquello antes de una competencia. Me concentro en lo que sé hacer, en tirar y lo que hago en los entrenamientos. Después si quedo último, pero estoy contento con mi laburo, no tengo problemas. Para la Copa del Mundo, por ejemplo, sabía que estaba en un buen nivel, como antes de París 2024. Estaba en buen momento y sabía que podía hacer las cosas bien.

-Entonces, ¿tu sueño deportivo lejos está de ser una medalla olímpica?

-Mi sueño es sacar el nivel real que tengo en el entrenamiento. Sé que no es normal lo que hago ahí, y no lo puedo llevar todavía a una competencia. Es paso a paso, seguir trabajando en la parte mental. Yo no apunto a una medalla, pero si la hay es una alegría para el país, la gente y mi familia, que siempre se lo dedico a ellos. Pero mi medalla es poder hacer bien mi trabajo.

Julián no se siente cómodo con los elogios. A cada paso en el Tiro Federal Argentino, mientras sigue la Copa del Mundo, recibe felicitaciones y responde con algo de timidez más allá de que las merece, porque lo que hizo en el polígono ubicado en Núñez fue histórico por varias razones. El país, a través de la Federación Argentina de Tiro (FAT), organizó una Copa del Mundo de la Federación Internacional de Tiro Deportivo (ISSF) luego de 27 años, y la primera con las tres modalidades olímpicas, en la que participaron más de 400 tiradores de 45 países y nunca un representante nacional se había subido a un podio en rifle. Desde 1986, cuando se iniciaron las copas del Mundo, hubo 13 medallas -cuatro doradas, cinco plateadas y cuatro de bronce- en las modalidades pistola y escopeta.

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“Es una alegría para el país en general. La gente está muy contenta, sobre todo la gente mayor que anhela mucho este tipo de logros. También para la FAT, que viene peleando para que los tiradores lleguen a un nivel mucho mejor, y tengan apoyo. Estoy contento de poder devolverles lo que ellos me dan a mí”, se sinceró quien fue uno de los 33 tiradores que se pusieron el traje albiceleste, pero el único que logró las dos medallas en un campeonato internacional que dominó China con cinco primeros puestos, tres segundos y tres terceros, seguida de India (4, 2 y 2, respectivamente) y Estados Unidos (2, 3 y 1).

-¿Qué significó para el tiro argentino ser sede de una Copa del Mundo?

-Demuestra el compromiso de toda la gente, de la FAT, la Secretaría de Deportes de la Nación, el Enard y la gente que apoyó. Están muy comprometidos con el deporte, en especial la FAT. El año pasado trajeron la Copa de las Américas, ahora la Copa del Mundo y eso habla del crecimiento del deporte y la magnitud que está teniendo a nivel mundial para que nos otorguen una copa.

-¿Y tus medallas?

-El rendimiento mío y de Fernanda (Russo, para ella también fue la primera presea en este tipo de torneos) habla del buen trabajo que está haciendo el cuerpo técnico de la FAT con los tiradores y cómo se entrena para seguir creciendo. Se demuestra el trabajo interno que hace cada uno y la motivación de que, pese a que estamos lejos del centro del mundo de tiro, que es Europa, se puede llegar de alguna forma.

-¿Cómo sobrellevaste el hecho de ser local?

-Fue algo muy lindo. Lo que más me gustó realmente fue hablar con gente de otros países y que te reconozcan el amor de los argentinos. Me decían que en todo el mundo hay ruido, pero cómo alentaban los argentinos es otra cosa.

-¿Tu familia fue parte de esa hinchada?

-No. Tanto en este torneo, como en la Copa de las Américas que se hizo acá el año pasado, se priorizó la parte mental. Si viene mi familia, sé que voy a estar pendiente de que ellos estén bien, que lleguen bien y puedan tener las acreditaciones, y no estoy con la cabeza 100% metida en el tiro. Prioricé el rendimiento. Si yo necesito algo, se toman un vuelo y se vienen.

-¿Qué lugar le das a tu familia en tu carrera?

-La familia está primero. Yo siempre estoy predispuesto a la familia y el deporte va después. El día de mañana yo el deporte lo dejaré y mi familia va a estar siempre.

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Gutiérrez fue claro: la Argentina no es el “centro del mundo del tiro”, ni una potencia. La mejor infraestructura está en Europa, y los mejores tiradores, en Asia. “Después viene el resto del mundo”, explicó. Y si bien sostuvo que es “difícil” medir el nivel que tiene nuestro país en relación a los demás, ejemplificó el presente con resultados obtenidos en los últimos años: “En los Juegos Olímpicos se pudo mostrar quiénes éramos realmente. En esta Copa del Mundo se clasificó realmente cómodo a la final y que hayamos logrado estos puestos habla muy bien del trabajo que se está haciendo en la Argentina”.

Su esfuerzo por ser un atleta de alto rendimiento no se replica en ganancias. El futuro económico de Gutiérrez no está atado a sus resultados en el tiro deportivo: “No se puede vivir de este deporte.Lo que uno puede llegar a ganar económicamente es prácticamente nulo”. En este caso, su provincia es un sostén fundamental, además del que le brindan entes nacionales como el Enard y la Secretaría de Deportes, y el Gobierno catamarqueño: “Siempre me dijeron que si me ganaban iba a ser porque eran mejores, y no porque corra desde atrás con el equipamiento. Siempre me dieron el mejor equipamiento posible. A París 2024 fui con lo último que hay y eso se notó en el nivel. Son cosas que marcan una diferencia, porque te concentrás en lo que tenés que hacer”.

A Julián Gutiérrez se le vienen las copas del Mundo de Perú y Alemania. No mira más allá de eso. Los Juegos Olímpicos de Los Angeles 2028 todavía están lejos y con París 2024 se sacó la ansiedad de ser un atleta olímpico. Mientras tanto, fija objetivos cortos y no baja la “guardia psicológica”. Trabaja para perfeccionar el proceso, el cómo. Porque aunque manifiesta que el resultado “le da igual”, uno es consecuencia del otro.

Fuente: La Nación

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