miércoles, 19 marzo, 2025
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Vive en una meca de EEUU, emprende con éxito, y revela los pro y contras al emigrar: Se potencian todos los temas de pareja

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Muchas cosas son distintas en Seattle, aunque Diego Sartorio ya esté acostumbrado a ellas. Allá a lo lejos, sin embargo, cuando recién llegaron en el año 2005, todo era extraño, en especial para su mujer y sus dos hijas. Él, por lo menos, seguía con el mismo ritmo laboral cotidiano, la única diferencia era que ya no se hallaba alejado de las oficinas centrales.

Aun así, a todos les resultó raro eso de cenar a las seis o siete de la tarde, y la formalidad a la hora de coordinar planes. El estilo espontáneo que ellos traían de la Argentina parecía ni existir en el norte del mundo, o al menos por esas latitudes, donde la gente se mostró desde el comienzo en extremo amable, pero algo distante.

“Con el tiempo te empezás a dar cuenta de que en Estados Unidos hay bastante diferencias culturales dependiendo del Estado en donde caigas. No hay un americano promedio. Por ejemplo, acá en Seattle está mal visto alardear de tu posición socioeconómica y la gente es bajo perfil. Si vas a California te vas a encontrar con algo totalmente distinto. Texas, por ejemplo, es súper familiero”, dice Diego mientras repasa su historia.

Pero mucho antes de que pudieran revelar las diferencias, hubo un tiempo donde el matrimonio no sabía si habían dejado Argentina por un período corto o si su estadía se prolongaría. A veces es una cuestión de cuánto se sufre el desarraigo y todo se resume en una pregunta: ¿Podremos como familia adaptarnos a la tierra adoptiva?

Seattle es la ciudad más grande del estado de Washington y una tecnológica, con las sedes centrales de Microsoft y Amazon, entre otras empresas. Está en el noroeste del Pacífico y cuenta con miles de acres de áreas verdes.Diego Sartorio

Diego y su mujer nacieron y se criaron en Buenos Aires. Apasionado por la ingeniería, él se recibió en la Universidad de Buenos Aires de ingeniero industrial, una carrera que siente que le dio mucho. Durante los siguientes cuatro años se quedó en la facultad como ayudante de cátedra para devolverle a la UBA todo lo que le había dado.

Con su esposa, traductora pública, se casó en el 92 y durante los siguientes años comenzó a rotar por empresas de primera línea en el área de marketing. En algún momento surgió una posibilidad de trabajar en Estados Unidos que no prosperó, aunque sí sembró en ellos el deseo de concretarlo en algún futuro.

Para el 2001 se asoció para formar una empresa de medios alternativos, pero para el 2003, Diego ya estaba manejando proyectos especiales para Microsoft, la compañía que torció su rumbo al año y medio, cuando le ofrecieron mudarse a Estados Unidos.

“A esa altura ya teníamos dos hijas”, cuenta Diego. “Como en todo, las oportunidades las sembrás vos y con el tiempo alguna florece. Siempre dejé saber en todas las compañías internacionales donde trabajé que, frente a un desafío concreto, estaría dispuesto a mudarme con la familia”.

Con los años y por trabajo, Diego se transformó en un viajero frecuente.Diego Sartorio

Aterrizaron el 3 de agosto del 2005. La compañía se había hecho cargo de todo. El matrimonio había viajado antes para conseguir casa, por lo que en el arribo definitivo tuvieron un hogar a donde llegar. También les habían alquilado un auto para que pudieran trasladarse hasta conseguir el propio, les habían pagado la mudanza internacional de sus muebles, y facilitado pasajes para que pudieran volver a viajar a la Argentina para cerrar los trámites pendientes: “Impecable”, asegura Diego. “Hasta te ponían maestra particular a tus chicos para ayudarlos a amoldarse al colegio. Acá los colegios públicos son de los mejores de la nación”.

El mayor desafío, sin dudas, vino de la mano de sus dos hijas. Las niñas estaban en segundo y tercer grado cuando les anunciaron que se irían a vivir a otro país. A los 8 y 9 años, con los ciclos ya iniciados, volver a empezar no es es sencillo y ellas tuvieron un período de adaptación tan distinto como sus personalidades.

El desfasaje de seis meses en los ciclos lectivos trajo sus consecuencias. La mayor llegó a entrar en cuarto grado, y la menor tuvo que volver a empezar en segundo: “En retrospectiva adelantar a alguien, con todos los cambios que ya estaban teniendo, no es una buena idea “, reflexiona Diego.

“Lo que impacta mucho son las relaciones. El ejemplo más evidente es que en Argentina muchos hemos estado desde chicos con los mismos compañeros desde primer grado y ellos se transforman en tu grupo de referencia. Aquí a los chicos se los mezcla todos los años, y si bien eso los ayuda a conocer más gente, no tienen tantas amistades profundas, lo que hace que ellos se referencien más a su época de facultad que a la del colegio y sus amistades son en general más ocasionales. Por algo Argentina tiene el día del amigo… eso en Estados Unidos no tendría el mismo sentido”.

“Pero en menos de dos años ya estaban en ritmo. Nos aconsejaron que les siguiéramos hablando en castellano en casa porque el idioma inglés lo iban a adquirir igual, la idea era que no pierdan lo bilingüe, así fue. En casa además crecieron viendo series argentinas como `chiquititas´. Hoy son bilingües pero en general nos hablan en inglés y nosotros contestamos en castellano”.

Junto a una de sus hijas, en la región donde viven.

La zona de la central de Microsoft ubicada en Redmond, un suburbio de Seattle en el Estado de Washington, resultó ser un lugar muy cosmopolita, sede de las empresas de tecnología más importantes del mundo.

En los primeros tiempos, para Diego lo más notorio fue la falta de espontaneidad: todo se presentó ante él programado y optimizado: “A los argentinos eso nos genera un poco de frustración al comienzo”, asegura.

Pero más allá de su cambio geográfico, para el ingeniero argentino el día a día siguió siendo el mismo, a diferencia de sus hijas, que se hallaban en un nuevo lugar en todos los sentidos. Su mujer, por otro lado, había pasado de trabajar todos los días, a ocuparse de llevar adelante todo lo necesario para su adaptación: “Ese es el trabajo más duro de emigrar. Algunas cosas, como tener un grupo de argentinos que te ayuda, son invalorables. Por suerte acá lo encontramos. Pasan a ser un poco tu familia local. Acá nos juntamos por lo menos una vez por semana lo que se ha convertido en un rito”.

Seattle, un lugar muy cosmopolita.

En Seattle, Diego descubrió una fuente de oportunidades y uno de los lugares más caros para vivir en Estados Unidos, consecuencia del tipo de personas y empresas que constituyen a la ciudad (Nordstrom, Expedia, Costco, Boeing, Google, Microsoft, Amazon y tantas más) y que generan sueldos promedio altos.

“Estas empresas logran atraer a los mejores en su campo de cualquier lugar del mundo. El nivel de recursos de estas compañías es tan grande que se compara con el PBI de países enteros. El desafío muchas veces es poder proponer la mejor solución posible a un problema sin que los recursos te limiten. A partir de esta premisa el limitante pasás a ser vos y eso para algunos, a veces, puede ser intimidante. Pero en general los argentinos aquí no desentonan”, asegura.

Seattle posee una arquitectura imponente, y uno de los tantos ejemplos es la Biblioteca Central de Seattle. (Biblioteca pública)

“Hace unos años decidí salir de las compañías grandes para manejar mi propia empresa. Una herramienta muy importante fueron los recursos que el gobierno federal destina a ayudar a quienes quieren hacerse cargo de una PYME. Desde ayudar saliendo de garante por una parte de los préstamos que los bancos te dan para financiar una compra, hasta proveer de consultores de negocios gratis para manejar dicha compañía si crees que lo necesitás”, continúa Diego, quien gracias a estas herramientas tuvo la oportunidad de dirigir una constructora por varios años que vendió el año pasado: “Ahora me dedico a asesorar gente que quiere seguir ese mismo camino”.

“El que quiera trabajar no tiene mayores problemas. Además, esta sociedad tiene una alta tolerancia al riesgo empresarial. El costo de emplear gente es bajo. Lo definen como `At Will´ (a voluntad). Esto significa que ni bien una de las dos partes deje de querer, se termina el empleo. A nivel estatal hay seguro de desempleo al que uno puede postularse por semana. Dura un tiempo. El bajo costo laboral permite que muchas ideas se pongan rápido a prueba. Como hay mucho capital libre apoyando emprendimientos, estos proyectos absorben recursos humanos en grandes cantidades”.

“El mercado laboral es muy `vibrante´. Con el tiempo me fui dando cuenta que el americano se suele definir a sí mismo por lo que hace, es decir por su trabajo, mientras que otros lugares como Europa y Latinoamérica el trabajo es solo una faceta”.

Diego viajando por a visitar la obras en construcción en las islas de la región.

Seattle tiene un clima templado y está rodeado de bosque, lagos y montañas. A Diego le recuerda a Bariloche, salvo por el hecho de que en invierno suele estar nublado y cae una constante llovizna. Los veranos, dice él, son ideales. Allí donde viven todo funciona, se ve prolijo y no suele haber conflictos: “Te acostumbrás a la tranquilidad, te vas a adaptando a vivir en un lugar súper seguro y perdés con los años la tolerancia a la inseguridad que tenemos en Argentina”.

Cuando mira hacia atrás, Diego puede unir los puntos en el aire, distinguir su siembra, comprender su cosecha y apreciar la forma en que su cabeza apostó a un nuevo comienzo: “Uno dice: vamos a probar y si no nos gusta volvemos”.

“Con el tiempo lo que termina pasando es que echás raíces y un día sin darte cuenta dejás de pensar cuántos años más te vas a quedar. Si las cosas siguen bien con la familia y tu laburo, simplemente reemplazás esa pregunta por una proyección tuya a futuro donde te seguís viendo en ese nuevo lugar que ahora ya llamás tu lugar. Pasa a ser el lugar a donde volvés”, reflexiona el argentino, quien al año de su llegada a Estados Unidos obtuvo la residencia, y a los cinco la ciudadanía. Hoy, con un grupo de argentinos, también lleva adelante una Cámara de Comercio Argentina que se centra en la costa oeste y busca fomentar los negocios en los dos países.

“Mi familia entera sigue en Argentina y estoy en permanente contacto. Mantuvimos un pequeño departamento allá por lo que volvemos seguido. La familia en general está cerca. Eso es bastante distinto con el americano promedio que por ahí pasan dos meses sin hablar con sus familiares directos. No necesariamente les gusta tener poca comunicación, pero no lo priorizan tampoco”, continúa Diego.

“Conocemos a varios argentinos que con el tiempo se volvieron. Paradójicamente más de la mitad se han vuelto a Estados Unidos. Pareciera que al volver ya no se encontraron con lo que habían dejado al irse”, agrega como curiosidad. “Emigrar puede ser una gran experiencia. En lo familiar se van a potenciar todos los temas de pareja, buenos y malos, por lo que es un tema a tener en cuenta frente a una oportunidad de vivir fuera del país. Creo que si tenés suerte en no sufrir desarraigo, una experiencia así te permite crecer y ampliar horizontes personales, profesionales y como familia”, concluye.

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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a [email protected] . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

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