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Editorial

Un informe publicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que reúne a científicos de gran trayectoria en la materia, asegura que la frecuencia, la intensidad y la duración de los fenómenos meteorológicos extremos están aumentando. El factor gravitante es, precisamente, el cambio climático.

La magnitud de la tragedia que devastó Bahía Blanca se explica, por ejemplo, por esta causa. Hay, sin embargo, otros fenómenos que, sin ser tan graves en término de costos de vidas humanas, son atribuibles también al calentamiento global del planeta: olas prolongadas de calor y de frío, incendios forestales, tormentas severas, granizadas, etc.

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La ciencia aconseja cómo actuar para revertir los efectos del cambio climático producido por la acción humana, pero las metas y objetivos que vienen señalándose desde hace ya varias décadas en esta tarea no se cumplen por falta de voluntad política de los gobiernos. El problema se agrava a medida que avanza una escalada negacionista del cambio climático. El presidente de los EE.UU., Donald Trump, es un representante de esta corriente. Similar posición adopta en la Argentina Javier Milei. Por cierto, es mucho más difícil encontrar respuestas o soluciones si se niega la causa del problema, pese a la abundante prueba científica obrante a nivel global desde hace mucho tiempo.

Si bien el impacto de este tipo de fenómenos climáticos afecta a todos, golpea mucho más a los sectores de mayor vulnerabilidad social. Matías Arrigazzi, especialista en biodiversidad de GreenPeace, señaló en una entrevista periodística que «los datos, la estadística y los informes que tenemos -toda la base científica- indica que los países con menos recursos son los que más lo sufren y dentro de cada uno de los países también hay una diferencia de clases: quienes tienen menos recursos sufren más las consecuencias de este tipo de cosas».

Las inundaciones afectan más a los grupos poblacionales de menor poder adquisitivo, que habitan en sectores urbanos de mayor precariedad en materia de infraestructura pública, por ejemplo, pero también las altas temperaturas o el frío extremo.

Aunque la reversión del calentamiento global es imposible sin una acción decidida de los Estados, en el mientras tanto se pueden implementar preventivas o paliativas, basándose también en la investigación científica. El caso de Bahía Blanca es paradigmático: un informe del CONICET de hace trece años advertía que Bahía Blanca por su ubicación cercana a la cuenca del canal Maldonado tiene alta probabilidad de inundarse si caía determinada cantidad de agua en cierto tiempo.

De modo que dejar de lado el negacionismo irracional, que muchas veces esconde la defensa de redituables negocios en desmedro del cuidado del ambiente, y prestarle más atención a la ciencia sería un excelente primer paso para prevenir o morigerar el impacto destructivo del cambio climático

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