jueves, 13 marzo, 2025
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La derrota del individualismo

Las enormes muestras de solidaridad exhibidas por organizaciones institucionales o personas con los damnificados por la tragedia de Bahía Blanca le han infringido una dura derrota al discurso del Gobierno nacional, que descree de las acciones colectivas, fomenta el individualismo más exacerbado, desprecia el Estado, considera que los problemas de la gente los resuelve el mercado y desconoce completamente el significado de la palabra empatía.

En la batalla cultural que ha decidido encarar para erradicar valores fuertemente arraigados en la identidad nacional, entre ellas la preocupación por el otro o la idea de que nadie se puede salvar solo, el mileísmo sigue perdiendo. Sin embargo, persiste en su propósito, aunque la realidad se encargue, una y otra vez, de desmontar una idea de construcción social basada en el egoísmo del interés personal y en la peor acepción del concepto de meritocracia, aquel que sostiene que solo importan los que tengan éxito (material, se sobreentiende) -aunque hayan arribado a esos “logros” por las ventajas comparativas de las que disponen-, y los demás que se las arreglen como puedan, sin esperar nada de nadie, mucho menos del Estado, al que hay que demoler.

Como sucede cada vez que una tragedia afecta a una porción del territorio argentino, o a un grupo de personas en particular, se activan en la Argentina inmediatamente mecanismos de solidaridad casi por instinto, porque el dolor ajeno conmueve como propio y porque la respuesta puede ser individual en algunos casos, pero requiere inevitablemente de la acción colectiva.

Las donaciones y el voluntariado son necesarios en una sociedad como la argentina, golpeada por muchas otras tragedias también. Pero es insuficiente. Es imprescindible, además, un Estado presente para organizar la solidaridad, para contribuir con sus propios recursos, que son los recursos de todos los argentinos, en la asistencia y en la reconstrucción de lo destruido.

Apenas asumido Javier Milei, en diciembre, otro fenómeno climático afectó a la misma ciudad del sur bonaerense. La respuesta oficial ante la demanda de ayuda fue que no había plata y que los bahienses debían arreglarse con sus propios (y escasos recursos). Ahora, ante la magnitud del desastre, anunció en principio una ayuda de 10.000 millones de pesos, cuando lo que necesita es, por lo menos, 400.000 millones. Presionado por las críticas, estudia un aumento de la ayuda del Estado nacional.

Además, la asistencia para la emergencia hubiese sido mucha más eficiente si el Gobierno nacional no hubiese desmantelado áreas del anterior Ministerio de Desarrollo Social, hoy Capital Humano. Por ejemplo, la Dirección Nacional de Emergencias Sociales (DINES), que fue eliminada del organigrama, y que en anteriores episodios de emergencia nacional funcionó eficientemente en la asistencia a las víctimas.

En tiempos de emergencia social reverdece la solidaridad como valor, cuestionando de raíz el discurso del individualismo como motor social. Falta que el Estado ausente se corporice nuevamente.n

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