lunes, 27 enero, 2025
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«Mi mayor logro es el afecto que recibo»

Hijo de un padre pomanista y una madre riojana, nació en Buenos Aires pero se crió en esta Capital desde antes de cumplir dos años. Se hizo maestro mientras enseñaba, de audacia pura, a jugar al voleibol en el Ateneo San Roque de La Chacarita. Con los años se convirtió en la principal referencia del vóley femenino en Catamarca, asociado al CEF y la Sociedad Española. “Soy un bendecido de Dios, es increíble la suerte que tuvo este petiso”, le dijo a Revista Express.

Criado junto con tres hermanos, quería estudiar el Profesorado de Educación Física, pero en su casa no había posibilidades económicas: el Profesorado, en ese momento, requería ir a Tucumán porque dependía de la Universidad; o a Córdoba, de una Terciaria. “En Catamarca estaba la carrera de Educación Física para maestros en el IES Chavarría y me metí. Mi papá quería que fuera agrónomo, estudié un año pero me ganó la Educación Física. Me recibí de Maestro de Educación Física en 1978 y como era una carrera terciaria, te habilitaba para enseñar en la escuela primaria. Pero como no había tantos profes, en algunas escuelas te permitían horas en la secundaria porque no había quien acceda a las horas. Era joven y estaba en la planta funcional de la escuela, las horas no había quien los ocupe, y así yo fui profe de secundaria en el año 78 en Chumbicha a los 20 años”, recordó ‘Machi’, y contó que en Capayán lo trataban “como a Maradona”.

“Soy un bendecido por Dios. Absolutamente. En mi casa no había deportistas, en mi casa no había maestros, pero a mí la actividad física y el enseñar me salieron. Es como que Dios dijo: ‘Andá y hacé’, porque me salían las cosas bien sin que yo creyera en mí mismo”, explicó.

Estaba ligado al vóley desde que iba al Colegio Nacional. “Siempre fui rebelde, y en ese momento tenía 15 años y un día vienen los de quinto buscando jugadores para la categoría Cadetes y me anoté. Tuve la suerte que me salieron las cosas. Yo mido 1,64 y eso es terrible. En el vóley los petisos no tenemos posibilidad, pero somos útiles en algunas acciones y en ese tiempo los armadores eran relativamente bajos. Y como todo el mundo quiere pegar para sentirse fuerte, nadie quiere armar, a mí me salieron más o menos bien las cosas y quedé en ese equipo”, contó.

En ese momento no había actividad de clubes y la acción más importante que había eran los Intercolegiales. “Jugabas acá, jugabas provinciales y muchas veces nos invitaban a otra provincia como si fuera un regional. Para cuando empezaron los clubes yo iba a quinto año, y me inicié en el Ateneo de la Parroquia San Roque. Como no se exigía personería jurídica, armamos el grupo de los changos del colegio y jugamos ahí. Íbamos todos los días, me parece que después de misa, antes de misa. Nos comenzó a ayudar Dardo González, que desgraciadamente falleció, y con ese equipo fui a Concordia, Entre Ríos, a mi único nacional como jugador”, recordó.

En el Ateneo San Roque fueron dos años hasta que pasó al Club Hindú en el año 1975. “Para ese momento llega el ‘Chileno’ Sierralta de Buenos Aires y nos trajo muchas cosas. Nosotros jugamos al vóley desordenados, el profe nos trajo todo el orden, la disciplina, la preparación física, el respeto por el horario. Y ahí me di cuenta de que todos pegaban por arriba mío y los que estaban atrás sufrían mucho, así que dije ‘basta’. Ya había empezado a enseñar de corajudo en la Parroquia de La Chacarita a los chicos, estaba estudiando Educación Física, y el profe Sierralta me llevó a la UNCA a trabajar. Decidí dejar el voleibol, pero fue como dejar una cosa para enganchar otra. Además, no era tan bueno, esa es la realidad”, se rió.

Después llegó otro paso memorable por la mítica Sociedad Española. Ahí llegó gracias al llamado de Miguel de la Orden. “Me habló para que enseñara en La Bancaria, de La Bancaria pasamos a Montmartre y pasamos a la Sociedad Española. Ahí me empecé a hacer cargo de la Primera femenina”, contó. Fue la categoría que lo marcaría de por vida.

“El voleibol femenino es mucho más técnico. La experiencia motriz, según los que saben, es una información que tenemos, va a nuestro cerebro como un disco rígido, se incorpora y cuando el organismo la necesita la devuelve de forma efectiva. Las mujeres todavía hoy llegan más tarde a encontrarse con una pelota, en cambio a los varones desde que caminan les dan una. Después hay una gran diferencia entre la actitud masculina y la actitud femenina, por ejemplo. La mujer fue preparada para ser analítica, en cambio el hombre es pura respuesta. Con las mujeres podés enseñar técnicamente, podés hacer una jugadora, porque físicamente son muy diferentes al varón”, explicó.

Mundial de 1982

En 1982 Catamarca fue sede del Mundial de Voleibol. Machi fue alcanzapelotas y esa experiencia le valió el llamado para trabajar en el Polideportivo Capital. “Se llamaba Centro de Educación Física, y fui aunque era maestro. Ahí me interesé por la gimnasia, había dos profes, Alejandra Cano y Eugenia Castillo, me acerqué y después fui su reemplazante. Cuando se termina esa pequeña parte de gimnasia, me llamaron para que en el CEF arme el grupo del vóley, y mi equipo de la Sociedad Española se vino conmigo: en el Centro de Educación Física enseñé 34 años, sólo interrumpidos por la política. En un momento renuncié por unas diferencias, y volví cuando me llamó ‘Richi’ Tapia López que estaba de interventor”, contó. Hoy enseña en Defensores del Norte.

Deportivamente, Machi valora un subcampeonato argentino de selecciones provinciales, y un llamado que recibió una vez para integrar el cuerpo técnico de la Selección Nacional. “Eso me llenó de orgullo y de vergüenza. No fui, porque pensaba que no tenía mucho para aportar, pero en mi interior es algo que me llenó de orgullo”, contó.

Sin embargo, pondera por encima de todo el cariño recibido. “Mi vieja salía del barrio y le decían: ‘ahí va la mamá del profe’. Eso es impagable. Lo otro es el afecto de las personas es lo que más me guardo. Tengo mensajes que te harían llorar. Eso reemplaza todo. Ser reconocido es lo que yo valoro, que me saluden por la calle, que se acuerden de mí. Por supuesto que hubo jugadoras que tuvieron mayor resonancia, como Vanina Nieva, Marcela Marchetti, Mónica Ruiz, Mónica Cabrera, pero yo he querido a cada una de ellas”, admitió.

“Esas personas que me atravesaron me marcaron el subconsciente. Yo no podía ser diferente, porque siempre pensé: ‘me está viendo el Chileno, me está viendo Mónica, me está viendo Vanina’”, reconoció.

“Soy un agradecido absoluto. Las cosas que no he conseguido en mi vida serán porque no se tenían que dar, y las cosas que me salieron mal pueden haber sido por incapacidad o por casualidad. La vida conmigo fue espectacular”, sintetizó.

Texto: Peze Soria

Fotos: Ariel Pacheco

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