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La tragedia y el renacer

jueves, 23 de enero de 2025 00:45

Ningún catamarqueño, al menos de nuestra generación, podrá olvidar la terrorífica noche del 23 de enero de 2014, cuando desde la cima de El Manchao se desató un furioso alud con toneladas de lodo y rocas inmensas, que caerían sin piedad sobre las localidades de El Rodeo, en Ambato, y Saujil, en Pomán. Aquella madrugada se consumaría el mayor desastre natural en la historia de la provincia, dejando un tendal de muertos y destrucción, casas y automóviles destruidos, puentes y caminos inutilizados, familias desintegradas, y un dolor incomprensible que todavía perdura. El conmovedor caso de Gerónimo Ahumada, que perdió sus dos niñas, se grabó en la memoria colectiva como uno de los episodios más terribles que se recuerden. Quedó también el indescifrable misterio de la joven Carolina Sal, cuyo cuerpo jamás fue hallado, y la incansable búsqueda de su padre, que deambuló detrás de una respuesta hasta que el coronavirus terminó con su propia vida. Demasiado dolor, demasiadas lágrimas dejó ese alud, pequeñas y grandes historias, de muerte y de supervivencia; heridas cuyas cicatrices permanecerán por siempre en la sociedad.

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Quedó también una causa judicial extraña e inconducente que se extendió por años, con más de una decena de imputados y miles y miles de fojas que se perdieron en la nada. Los trámites judiciales pasaron por diversos vericuetos hasta desaparecer. No solo no hubo condenas, tampoco hubo juicio. Desde un primer momento se indicó que el puente construido durante la gestión de Eduardo Brizuela del Moral magnificó los efectos de la crecida del río, desviando el caudal indomable de agua y barro hacia el sector poblado. Varios peritos ratificaron esa teoría, pero la causa no avanzó. A esta altura, toda clase de hipótesis flotan con la misma inconsistencia. Si todo fue un trágico designo de Dios, o si la mano del hombre agravó la situación, es un dilema que no tiene respuestas concluyentes. Las fallas de previsión, la ausencia de alarmas efectivas, pierden también fuerza como argumentos que no modifican la gravedad del drama humano transitado. Mención también para Siján, cuyo martirio relegado en la memoria porque murió una sola persona, pero medio pueblo quedó arrasado.

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Entre el respetuoso recuerdo a las víctimas y sus deudos, una señal positiva surge de todo el horror, y merece también ser destacada. Es la recuperación de El Rodeo, la villa veraniega por excelencia de Catamarca, que en aquel momento parecía oscurecerse para siempre. Una década después, la realidad es que El Rodeo muestra el esplendor de sus mejores épocas, supo levantarse y renacer de sus cenizas, mostrando hoy toda la magia y el encanto que le dieron fama nacional. El Rodeo no olvida lo ocurrido, pero supo seguir adelante, y esa es una enseñanza que sirve de ejemplo para hacer frente a cualquier dificultad que se presente, por horrible que sea.

El Esquiú.com

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