Parece increíble que el Senado de la Nación demorara tantos días en corregir una medida que iba a llevar las dietas de los senadores a $ 9 millones y que profundiza la desigualdad con el resto de los argentinos. Este tipo de actitudes de la dirigencia política son las que profundizan la distancia del ciudadano común con sus representantes.
Finalmente, después de semanas de tensión y sin lograr que los senadores se reúnan para votar el tema en el recinto, la vicepresidenta Victoria Villarruel prorrogó ayer el congelamiento de dietas por vía administrativa como pedían los bloques aliados del Senado. Ya desde mediados de diciembre se conocía que vencía la resolución que había congelado las dietas, tras el escándalo que se había producido en abril. Todos los medios advertían el salto que tendrían las dietas. Sin embargo, los senadores mantenían silencio, pese a que hace pocos días habían sorteado un escándalo con la expulsión del entrerriano Kueider, que fue encontrado in fraganti en Paraguay con US$211.000.
La resolución que impedía nuevos aumentos había caducado el 31 de diciembre y automáticamente los legisladores iban a cobrar por enero más de $ 9 millones en bruto. Ahora el congelamiento se extendió hasta el 31 de marzo para que sea debatido en período ordinario.
No resulta lógico tener que volver a insistir con la necesidad de terminar con los privilegios a los que puede acceder la dirigencia política. En la sesión del 18 de abril del año pasado, la Cámara alta había aprobado un aumento en la dieta de los senadores, a mano alzada y sin debate en el recinto. En aquel momento ya se había generado un fuerte revuelo por la medida.
En menor escala, los senadores catamarqueños también tienen sueldos superiores en relación con el promedio de un trabajador. Según el presupuesto legislativo, que se publicó hace pocos días, el sueldo bruto de cada senador está fijado en 4.304.140 pesos por mes. Este número sin contar otros beneficios con los que cuentan los legisladores: gastos de bloque, asesores, combustible, etc.
La corrupción y el costo desmedido de la política son factores que generaron el desgaste de la representatividad política y el repudio del votante luego fue expresado en las urnas. Las consecuencias son conocidas: la llegada al poder de un dirigente que era un extraño de la política y que implementó un fuerte ajuste del gasto público montado en el discurso de terminar con los privilegios de la casta.
En el año que inicia, el Presidente Javier Milei plebiscitará su gestión y buscará fortalecer su presencia en el Congreso con el ingreso de legisladores de su riñón. Es por eso que llama la atención cuando cierta dirigencia política parece no haber aprendido la lección que dejaron las urnas e insisten con medidas que resultan una burla para el argentino de clase media que hoy no llega a cubrir la canasta básica.