El receso del deporte, en el período de las fiestas, invita a contar otras historias. Por eso recordamos como el de 1816 fue un invierno muy muy frío en Europa. Ese año se lo conoció como la pequeña edad de hielo porque la erupción del volcán Tambora en Indonesia dejó el cielo cargado de cenizas en el hemisferio boreal y por más de un año casi no se vio el sol. Como era de esperarse, los cultivos escasearon y los animales murieron o se transformaron en alimento para los humanos. Sin caballos para trasladarse, el alemán Karl von Drais tuvo una genial idea.
Ya era 1817 cuando presentó su máquina andante. Un artículo que posteriormente tomaría el nombre de “draisine” y que era ni más ni menos que un biciclo sin pedales. Fueron los franceses Pierre y Ernest Michaux quienes, medio siglo después, le agregarían pedales, inventando lo que hoy se conoce como bicicleta: uno de los medios de transporte y entretenimiento más populares del mundo, con miles de millones de adeptos.
“Me sirve mucho para la cabeza. Me relaja… Además, competís contra vos mismo y eso es fundamental. Es algo que los futbolistas hicimos durante toda la vida, competir a grandes niveles, ahora de viejo competís contra vos mismo. Es lo mejor que te puede pasar. Es apasionante”, afirmó Lionel Scaloni, entrenador de la selección argentina.
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Alejandro Wall, en su libro Revolución Scaloni, profundiza sobre cómo la bicicleta se transformó en un elemento terapéutico cotidiano gracias a la recomendación del extenista español Carlos Moyá, quien en 2015 en Mallorca le inoculó el virus para seguir sintiendo adrenalina y liberando endorfinas.
En la Argentina son muchos los deportistas que encontraron en esta actividad una forma de canalizar su energía. La foto reciente de Scaloni con Pablo Aimar, el velerista medalla olímpica Santiago Lange y la mejor deportista mujer de la historia, Gabriela Sabatini, en el Gran Fondo de los 7 Lagos es apenas una muestra.
Acostumbrados toda la vida a gastar energía entrenando, quienes fuimos deportistas necesitamos encontrar alternativas al “colgar los botines”, y la bicicleta es ideal. En lo personal, para los traslados a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires o para ir al Centro de la Ciudad, mi medio de transporte es la bicicleta por bicisendas.
Está claro que, sea en competencia o por traslado, las bondades de la bici no discriminan entre deportistas y no deportistas. Un estudio realizado este año por la Universidad de Glasgow y publicado en BMJ Public Health muestra cómo quienes se desplazan pedaleando tienen un 47% menos riesgo de muerte (por cualquier causa) y un 51% menos riesgo de morir de cáncer, en comparación con las personas que viajan al trabajo en coche o en transporte público.
Por eso no es casual sino causal que a nivel mundial se haya expandido el uso de bicicletas públicas temporarias y el desarrollo de carriles preferenciales para ciclistas como una forma de contribuir a la salud de la población y de reducir la contaminación.
Curiosamente, a contramano de lo que ocurre en el mundo y aunque parezca increíble, la noticia de estos días en la Ciudad de Buenos Aires es que el gobierno porteño está quitando kilómetros de bicisendas urbanas para descongestionar el tránsito. ¿En qué estarán pensando?