El ejercicio de la presidencia del Partido Justicialista por parte de Cristina Fernández de Kirchner no está trayendo el efecto aglutinador que se esperaba. Si bien nadie puede negar la incidencia de la ex presidenta de la Nación en la vida interna partidaria, su liderazgo está muy lejos de la casi unanimidad que despertaba en otras épocas.
Las ya indisimulables diferencias del kirchnerismo, y particularmente La Cámpora, con el sector que tiene como principal referente al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, son solo algunas de las disidencias visibles. Se afianza también una suerte de corriente interna de carácter “federal” –ése es el término que se utiliza para plantear una posición que opera como contrapunto de una conducción que decide tácticas y estrategias desde el AMBA- que tiene manifestaciones políticas pero también gravitación institucional.
El microclima porteño
En ese contexto puede analizarse la ruptura del diputado nacional Roberto Mirabella (Santa Fe) con el bloque de Unión por la Patria en la Cámara baja para formar un bloque unipersonal. Desde el cristinismo, sin embargo, entienden que la posición de Mirabella, que responde al ex gobernador Omar Perotti, implica un alineamiento con el gobernador de esa provincia, el radical Maximiliano Pullaro.
A juzgar por sus definiciones políticas públicas, Mirabella mantiene su postura confrontativa con el Gobierno nacional, por lo que no puede identificárselo como perteneciente a los peronistas “con peluca”. Es, por sobre todas las cosas, muy crítico de la conducción partidaria. El legislador que se abrió del bloque que conduce Germán Martínez fundamentó su postura con expresiones contundentes: “De un tiempo a esta parte, la agenda política y parlamentaria no gira alrededor de las necesidades, demandas y derechos de los santafesinos, sino de una agenda ‘nacional’, que en realidad está enfocada en el microclima porteño. La agenda que se sigue es una agenda porteña, pensada para el conurbano, y enfocada en liderazgos del pasado, que se eligen como ‘rivales’ para la tribuna”.
La disidencia no parece ser aislada. Son varios los legisladores, y muchos más los dirigentes peronistas en todas las provincias argentinas que, manteniendo una posición muy crítica del proyecto libertario, están empezando a cuestionar el liderazgo de Cristina Kirchner, o al menos algunas de sus estrategias. El gobernador riojano, Ricardo Quintela, es un exponente muy visible de esta línea de pensamiento y el único por ahora que se atrevió a un desafío explícito, que finalmente no prosperó formalmente al anularse su candidatura a la conducción partidaria en la interna frustrada.
El 2025 será un año de reacomodamientos en el peronismo nacional. Sin embargo, como las elecciones son legislativas, con armados jurisdicción por jurisdicción, es probable que las controversias a nivel de estrategias nacionales no escalen todavía demasiado.
En el PJ catamarqueño coexisten dirigentes que están estrechamente alineados con Cristina Kirchner, o que incluso forman parte de la conducción partidaria, como la senadora Lucía Corpacci, con otros que consideran que el justicialismo necesita de una perspectiva de análisis de la realidad más federal, con una mayor participación de los gobernadores en la discusión. No obstante, difícilmente estos enfoques divergentes tengan gravitación en la estrategia electoral del año entrante. Podrá haber diferencias que surjan de las ambiciones de los distintos sectores de la vida interna partidaria, y dirigentes que los representan, respecto del lugar que eventualmente ocuparán en las listas de candidatos, pero existe unanimidad de opiniones en cuanto a que el único modo de preservar el liderazgo político electoral en la provincia es encontrando criterios de unidad y postergando debates vinculados a la cuestión nacional.
Con o sin peluca
El radicalismo provincial, por su parte, enfrenta desafíos de mayor complejidad. Las diferencias en el enfoque nacional parecen trasladarse inevitablemente al armado local. Con o sin peluca, es la dicotomía. O, en otros términos, acometer una alianza con La Libertad Avanza en la provincia o mantener autonomía política, insistiendo a lo sumo en acuerdos menos ambiciosos, como por ejemplo con un PRO en vías de extinción.
La presencia de Francisco Monti en una reunión de diputados nacionales de la UCR con Milei, pero sobre todo sus publicaciones posteriores, sobreactuando elogios a la gestión económica libertaria, sacudió la modorra en la que había caído el debate político partidario desde la última convención. Monti no es el único dirigente de peso en el partido que propicia un acuerdo electoral con La Libertad Avanza. El senador Flavio Fama, por ejemplo también se mostró de acuerdo con un frente opositor al peronismo de Catamarca. La conducción de la UCR, sin embargo, se ha mostrado crítico del Gobierno nacional y ha rechazado de plano la posibilidad de un acuerdo de esa naturaleza. Imposible pronosticar cuál de estas dos posiciones tienen más peso interno. Dependerá de la habilidad dirigencias de ambos sectores, pero también de la imagen que tenga, con el transcurrir de los meses, la imagen de Milei y de su gestión de gobierno.
Riesgo de dispersión
La Libertad Avanza tiene mucho para ganar y poco para perder: no renueva ninguna de las cinco bancas que posee en la Cámara de Diputados de la provincia y puede sumar varias más, si se consolida como una de las fuerzas de la oposición con mayor peso electoral. No es solo una aspiración: cuenta con el último antecedente electoral –los comicios provinciales del año pasado- en los que obtuvieron el segundo lugar, superando a Juntos por el Cambio.
El espacio libertario tiene como debilidad, sin embargo, la carencia de una consistencia interna. Si bien hay un sector que cuenta con el sello partidario de La Libertad Avanza y cuatro de las cinco bancas legislativas, también aparecen otros sectores con los que deberá acordar la distribución de espacios en las listas de candidatos, a riesgo de que se produzcan divisiones y una dispersión de la oferta electoral, al menos en algunos departamentos de la provincia.
Las chances de los seguidores de Milei, como una posible alianza con el radicalismo y el PRO, dependerán también de la marcha del Gobierno nacional en las vísperas del acto eleccionario.
En un escenario político nacional y provincial que se está reconfigurando y donde la inestabilidad de los acuerdos y las alianzas es un denominador común, formular predicciones puede ser una tarea tan arriesgada como inútil y trazar pronósticos certeros una misión imposible.