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Hallazgo científico
Los perros de Chernobyl vagan entre los edificios abandonados en y alrededor de la usina clausurada
Un reciente informe publicado en la revista Science Advances revela que los perros salvajes que habitan el lugar han desarrollado adaptaciones genéticas que podrían ser clave para comprender los efectos de la radiación en los organismos vivos. Los perros de Chernobyl sobreviven en un ambiente caracterizado por altos niveles de radiación, temperaturas extremas y escasez de recursos. A pesar de ello, prosperaron y se convirtieron en una población única en el mundo.
Investigadores de la Universidad de Carolina del Sur y el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano analizaron el ADN de 302 perros que viven en diferentes áreas de la zona de exclusión, incluidas las inmediaciones del reactor nuclear.
El estudio comparó su información genética con la de perros de otras regiones y descubrieron diferencias significativas en aquellos que habitan más cerca de la planta nuclear. Estas variaciones genéticas podrían ser producto de mutaciones inducidas por la radiación, lo que sugiere un proceso evolutivo acelerado.
Entre los hallazgos más destacados, los investigadores identificaron que estos perros presentan similitudes genéticas internas más marcadas, lo que indica que mantuvieron una estructura familiar estable a lo largo del tiempo. Además, muchos de ellos tienen una conexión genética con los pastores alemanes, lo que sugiere que descienden de mascotas abandonadas durante la evacuación tras el desastre.
Las mutaciones encontradas podrían haberles permitido adaptarse mejor al entorno hostil, tal como se observó en otras especies de la zona, como ranas arborícolas que han desarrollado pigmentaciones oscuras para resistir los efectos de la radiación.
El estudio sobre los perros de Chernobyl revela su sorprendente capacidad de adaptación genética en un entorno de alta radiación, con implicaciones para investigaciones sobre la exposición prolongada a la radiación, como en la exploración espacial. Este hallazgo desafía ideas tradicionales sobre los efectos de la radiación y destaca la resiliencia biológica en condiciones extremas, ofreciendo una perspectiva prometedora para entender la evolución y la supervivencia en ambientes hostiles.