sábado, 28 diciembre, 2024
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20 años de Cromañón: el padre que luchó contra todo e inspiró al personaje de Luis Machín en la serie

Cromañón, 20 años después. ¿Cómo se vive el duelo súbito, el repentino; el del padre que entierra a un hijo; el que se multiplica por el número de víctimas y se reproduce en las heridas de los sobrevivientes; el de una masacre en boca de todos y con responsables en cada estrato del Estado? Hay viudas, hay huérfanos, pero no hay una palabra que nombre la muerte de un hijo. De esa dimensión total del dolor habla José Iglesias, el padre de Pedro, el abogado de las víctimas, el hombre que fue bloqueando los embates del duelo abrazado a la lucha para que no se repita.

José tiene hoy 73 años; Pedro estaría por cumplir 40. Hasta el 30 de diciembre de 2004, José era abogado de pequeñas empresas, estaba en pareja y vivía con sus hijos. Pedro estudiaba periodismo y trabajaba como corresponsal en un programa de una emisora de Mendoza para la que cubría las conferencias de River; estaba de novio y tenía amigos por todos lados. “Un chico con un altísimo sentido del humor, absoluta sensibilidad social y siempre con una sonrisa”, lo recuerdan.

Aquel jueves de un diciembre calurosísimo, Pedro fue a República de Cromañón a ver a Callejeros con un amigo suyo y otro de su hermano que le había trasmitido la pasión por esa banda de rock en ascenso de Villa Celina. Pasadas las 22.45, cuando el grupo saltó al escenario y arrancó a tocar los primeros acordes de “Distinto”, Pedro estaba en la parte de arriba del boliche. Minutos después de que se incendiara la media sombra y que el salón se convirtiera en un infierno de humo tóxico y lluvia de plástico ardiente, Pedro fue rescatado por cuatro chicos que lo sacaron del lugar cargándolo de pies y manos y lo metieron en un camión de Infantería. Llegó vivo al Hospital Rivadavia.

Esa noche, José estaba acostado leyendo cuando Ignacio, su otro hijo, fue hasta su habitación y le dijo “che, pá, parece que pasó algo en el boliche al que fue Pedro”. Salieron de Caballito en auto sin más información que la poca que daban en la radio. José, su pareja e Ignacio llegaron a Once a las 23.30 y se encontraron con una tragedia de dimensiones dantescas.

José Iglesias tiene un pequeño altar en su casa para recordar a su hijo Pedro, un adolescente 19 años que murió en la tragedia. Foto: Emmanuel Fernández

Buscaron a Pedro entre los cientos de chicos que deambulaban con sus torsos desnudos y negros; mientras el grito de su nombre se perdía entre llantos, sirenas y el rugir de otros familiares desesperados. A Pedro se lo habían llevado, pero nadie sabía adónde. En los primeros minutos del 31 de diciembre, arrancaron un peregrinaje por hospitales públicos de la Ciudad que empezó en el Pirovano, siguió en el Ramos Mejía y terminó pasadas las 6 de la mañana cuando José encontró el cuerpo de su hijo en la camilla de un cuartucho lúgubre, derruido y oscuro: la morgue del Hospital Rivadavia. Pedro tenía 19 años.

Después de ir a hacer el acta formal de reconocimiento del cuerpo, José y la mamá de Pedro volvieron al Rivadavia para estar un rato más con su hijo. Les dijeron que el cuerpo había sido trasladado a Morgue Judicial de la Ciudad. Cuando llegaron, la calle Viamonte estaba llena de morgueras cargadas de cuerpos. El termómetro marcaba más de 40 grados sobre el asfalto porteño. En el frente del edificio habían colocado una pizarra con fotos de cuerpos NN dentro de bolsas negras para que los familiares los reconocieran. Otra vez, nadie sabía nada de Pedro, así que consiguió el teléfono del director de la Morgue y lo llamó:

– Acá no hay nadie perdido, estamos trabajando con mucha eficiencia. Todo mi personal ha suspendido sus vacaciones para hacer esto de la manera más eficiente.

– Bueno, discúlpeme que hayan tenido que suspender las vacaciones, la próxima vez que pierda a un hijo voy a tratar de que no sea en receso de Tribunales, y váyase a la reputa madre que lo parió.

José Iglesias perdió a su hijo Pedro, de 19 años, en la masacre. Foto: Emmanuel Fernández.

Después de otro largo peregrinaje, el cuerpo de Pedro apareció el 1º de enero de 2005 tirado en el suelo en una sala de la Morgue Judicial.

La vida después de Cromañón

Dos décadas más tarde, José Iglesias está sentado en el comedor de su casa en Caballito de frente a un mueble antiguo sobre el que desplegó una suerte de altar para recodar a su hijo. A la izquierda, una piedra de una de las remodelaciones del estadio de Ferro; a la derecha, un escombro y una botella con tierra del Monumental; en el centro, una foto de un Pedro sonriente y lleno de rulos.

“La primera etapa del duelo fue de una bronca militante. No me anulaba. Esa bronca la tuve y la tengo, aunque ya estoy viejo. Desde que murió Pedro, yo estuve absorbido por Cromañón. En 2008 empezó el juicio oral y al mes y medio me tuve que ir de una audiencia por problemas de salud. Terminé internado con una operación muy compleja. Eso tiene que ver, en lo físico, con el duelo no hecho. Ya en 2010, cuando terminó el juicio oral, caí en un estado de depresión. Ahí hice el click de dejar de estar en Cromañón y aprender a vivir con Cromañón. Dejar de estar llorándolo a Pedro y vivir con Pedro”.

José supo desde el primer momento que Cromañón era una masacre de onda expansiva. Por eso la misma noche que se despidió de su hijo armó una lista para arrancar con el pedido de justicia. Supo que iba constituirse como querellante en la causa penal; que iba a accionar contra la Morgue y su director; que iba a ir contra el SAME y el sistema de emergencia de la Ciudad y que el entonces jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, tenía que dar explicaciones. Esa lista se la pasó por mail a un periodista de Clarín que había escrito sobre la masacre. Al otro día, el diario fue a buscarlo para hacerle una nota y ahí empezaron a llamarlo de los noticieros. Una exposición mediática que comenzó ese día y duró años.

El 2 de enero, dos madres de víctimas de Cromañón fueron a esperarlo a la puerta de Canal 13, donde había dado una nota. Una de ellas había perdido a su hija y a su nieta en el incendio. Estaban solas y no sabían cómo arrancar con el pedido de justicia. Acordaron reunirse en un club de La Paternal y fueron unas 12 madres y padres. Después de una larga charla armaron un mail para convocar a más familiares: la dirección era “que no se repita”. Tres días después se juntaron en la Asociación Cristiana de Jóvenes. El grupo fue creciendo.

José Iglesias, abogado de la mayoría de los familiares de víctimas de Cromañón, en el juicio contra ex funcionarios porteños. Foto: Enrique Cabrera/Télam

– ¿En qué momento decidió representar como abogado a ese grupo de padres?

– En realidad, nosotros decidimos pedir presupuestos en los mejores estudios de abogados y nos pasaron como si fuera hoy un millón y medio de dólares. No lo podíamos pagar, así que decidimos asumir la causa. Como yo no era especialista en Derecho Penal, hicimos un máster en la Austral con mi pareja y arrancamos.

– ¿Siente que se hizo justicia?

– No, pero es complejo, porque implica preguntarse qué es justicia para un padre o una madre que perdió a un hijo. Lo que más se acerca a una forma de justicia, porque la muerte de 194 chicos nada la repara, es que no carezca de sentido. Que sirva para algo: para que no se repita. Y en este sentido no se hizo justicia: Cromañón se repitió en distintas dimensiones. Y yo tuve 12 condenados, si me comparo con Río Tercero, LAPA o AMIA, la verdad que lo nuestro fue un lujo. Pero es una comparación entre dos hambrientos. A mí me importa un bledo que Chabán haya estado preso. Yo participé del juicio, jornada por jornada durante un año, pero eso no me sirvió de nada. A otros padres sí. Pero no te da nada porque los chicos ya no están.

– ¿Siempre creyó que Callejeros era responsable?

– Tuve una crisis al principio porque era la banda que les gustaba a nuestros hijos. De hecho, en enero (de 2004) todo el grupo me vino a ver al estudio. Los recibí y les dije lo que pensaba: no hicieron nada por cuidarlos. Fontanet me dijo que él se quedó sacando chicos y que adentro estaban sus familias. Yo creo que trataban de ubicarse del lado de las víctimas. Pero la posición con respecto a Callejeros comenzamos a discutirla desde el principio. Todos estaban de acuerdo en ir contra ellos y así se hizo. Nosotros fuimos los que incluimos la acusación de cohecho. Hoy siento que lo emocional no puede ocultar lo demás: si yo agarro un auto y voy a 300 kilómetros por hora, con mi mujer y mis hijos atrás, soy responsable de lo que pase.

Cromañón tuvo cuatro juicios orales en los que fueron condenadas 21 personas entre ellas el gerenciador del boliche, Omar Chabán, los músicos de Callejeros, funcionarios de la Ciudad de Buenos Aires, bomberos e inspectores. Aníbal Ibarra tuvo que enfrentar un juicio político y fue destituido de su cargo, en 2006. Meses después fue sobreseído en la causa penal. Iglesias llegó a representar en el juicio penal a más de 900 familias; y en el civil, a más de 200.

Iglesias discute con el abogado de uno de los funcionarios al ser interrumpido durante su réplica durante uno de los juicios. Foto: Gustavo Amarelle/Télam

Otra jugada cruel

José Iglesias tiene un insulto para cada responsable de Cromañón. Sus respuestas están cargadas de 20 años de detalles y se fastidia cuando no recuerda alguno. Ese relato preciso está marcado por el parteaguas que fue el 30 de diciembre de 2004. La masacre lo cambió todo, hasta su identidad. Pasó de ser José Iglesias, a secas, a ser reconocido como el abogado de Cromañón.

Entre los fragmentos de esta historia de dos décadas, José recuerda un día: el 22 de noviembre de 2005, un mes antes del primer aniversario de la masacre. Esa mañana, estaba reunido en su estudio con un grupo de familiares, cuando una noticia empezó sonar en todas las radios y noticieros del país: una testigo aseguraba que Pedro Iglesias había sido quien tiró la pirotecnia que desató la tragedia dentro de República de Cromañón.

– ¿Cómo vivió esa acusación?

– Fue algo muy jodido. Todo ocurrió muy cerca del juicio político, así que como yo era la cara visible, adversarial de Aníbal Ibarra, qué mejor que involucrar a mí hijo con la bengala. Fue lo mismo que hicieron cuando dijeron que en el baño había una guardería. ‘Estos negros son tan animales que dejan a sus hijos ahí’; como una suerte de ‘algo habrán hecho’. Que Pedro haya tirado la bengala era la mejor manera de deslegitimar a los promotores del juicio político.

– ¿En qué quedó esa historia?

– La sobreviviente, que era una menor, dijo que había reconocido a mi hijo mirando una foto que había en el santuario que levantaron en Once. La chica fue a la audiencia testimonial y ese día estaban todos los abogados titulares. Había mucho interés. Era una chica a la que le dijeron ‘andá y decí que es ese’. Primero, en la foto del santuario, Pedro tenía mucho más largo el pelo que en Cromañón. Además, las personas que fueron con ella la contradijeron. Aquel día quedó destrozada la opereta política.

Una ficción para mantener la memoria

Luis Machín y José Iglesias mantuvieron una extensa charla. Foto: Instagram @luismachinok

Carlos Binder, uno de los personajes centrales de la serie Cromañón de Prime Video, no es exactamente José Iglesias en la ficción, pero se le parece bastante. Antes de componer a ese personaje, Luis Machín estuvo reunido con José varias horas y llevó mucho de esa charla al personaje. Ambos, sentenciosos, puteadores y sensibles. En la ficción, Binder es además padre de Lucas, uno de los protagonistas de la serie. Un chico solidario, entrañable, sonriente… Pedro también ronda por ahí.

“Siempre quisimos tener alguna película o una serie para que cuando pasara el tiempo, los que nacieron después, supieran cómo fue. Así que la vi y me pegó muchísimo. Me quedó la sensación de un trabajo honesto, de buena fe. Les hace justicia a las víctimas, pero sobre todo a los sobrevivientes a los que Cromañón los hizo pelota. Hoy el porcentaje de discapacidad que dejó la masacre es de 20, 30 por ciento. Una calidad de vida hecha pelota. Fue un calvario y a ellos nadie les dio pelota”.

Veinte años después, Cromañón dejó las portadas de los diarios para meterse en los archivos como una de las mayores tragedias de la historia argentina, con sus 194 muertos, más de 1.500 heridos y 18 personas que se suicidaron tras la masacre.

Veinte años después, José, el padre de Pedro, el abogado de Cromañón, tiene cuatro nietas y una tribu de contención de padres y madres que vivieron la misma pérdida, esa tan grande que no tiene nombre. “Hoy ya no estoy adentro de Cromañón. Pedro me duele, me hace llorar, pero mi relación con él no es traumática. Hoy puedo vivir con él”.

AFG

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