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Más que un edificio

La demolición de la histórica casona de la Ochava de Güemes y Salta ha dejado un vacío en el corazón de la ciudad. Para muchos, ese lugar era más que un edificio: era un pedazo de historia, un recuerdo de tiempos pasados. Algunos comerciantes recordaban con nostalgia los años de la rotisería de Don Álvarez, donde se hacían las mejores milanesas de mondongo de la ciudad. «Eran de puro mondongo», decían con una sonrisa. Otros recordaban la herbostería que estaba en la misma esquina de Salta y Güemes, donde se podían encontrar los mejores remedios naturales.

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También había un comedor que era famoso por sus platos típicos, donde la gente se reunía para disfrutar de una buena comida y de la compañía de los demás. «Era un lugar donde todos se conocían», decían los que lo frecuentaban.

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Pero la casona de la Ochava era más que eso. También era la esquina del lugar de citas para encontrarse con amigos, donde se compartían risas y secretos. Y, en aquellos años, también era un lugar donde las trabajadoras sexuales tenían un lugar de posta, un lugar donde se reunían y se protegían entre sí. La casona de la Ochava era un lugar que había visto pasar la historia, que había sido testigo de la vida de la ciudad. Su demolición es un recordatorio de que nada es permanente, de que todo cambia con el tiempo.

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Pero aunque la casona ya no esté, sus recuerdos permanecerán en el corazón de la gente que la conoció. Y quién sabe, tal vez en el futuro, alguien pueda construir algo nuevo y emocionante en ese lugar, algo que pueda honrar la memoria de la casona de la Ochava.

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