Javier Milei nunca definió con precisión a qué se refiere cuando habla de “la casta”. Y más confusión genera cuando dice que el ajuste lo paga “la casta”, porque quienes están verdaderamente pagando el ajuste –jubilados, asalariados, desocupados…-no son precisamente lo que el sentido común identifica con ese concepto.
De todos modos, si nos despojamos de estas connotaciones que llevan a la confusión, es fácil asociar la idea de “casta” a un grupo que ostenta privilegios en la Argentina, y que ese privilegio proviene sobre todo de canonjías de origen estatal.
Un episodio ocurrido hace algunos días pone el foco en uno de los sectores que puede identificarse como parte de “la casta”. Se trata de la ostentosa fiesta de cumpleaños de un fiscal federal, Ramiro González, revelada por el periodista Carlos Pagni, que exhibió un video en el que se pueden observar pasajes de esa lujosa celebración que habría costado, según se estima, más de 30 millones de pesos, y que tuvo hasta la actuación privada del reconocido artista internacional Cristian Castro.
Fue el propio fiscal el que pagó el video para registrar la fiesta, cuyas imágenes luego se hicieron públicas. El lujo y la ostentación ponen en evidencia la desconexión del funcionario público con la dramática realidad que vive más de la mitad de la Argentina que se encuentra en situación de pobreza, pero también abre un frente judicial porque no tardó en presentarse una denuncia sobre enriquecimiento ilícito contra González, que deberá explicar cómo justifica el nivel de gastos que tiene y además cómo adquirió valiosísimas propiedades.
El cuadro se agrava porque de la fiesta participaron otros funcionarios judiciales, entre ellos Ricardo Lorenzetti, integrante de la Corte Suprema de Justicia y otros magistrados como la jueza federal María Servini de Cubría y hasta el aspirante a integrar el máximo tribunal de justicia de la Argentina, Ariel Lijo. También empresarios importantes con fuertes contactos con la Justicia.
“La insensatez que puso de manifiesto el fiscal González con su fastuosa celebración de cumpleaños es tan escandalosa que disimula el mapa de delitos y poder que quedó trazado en esa bacanal”, editorializó Pagni en una columna escrita.
La Justicia es la institución con peor imagen en la Argentina. Un estudio nacional de las consultoras Equis y Proyección revela que la percepción que tiene la ciudadanía del Poder Judicial es en un 78,1% negativa y apenas en un 6% positiva. Episodios como la fiesta del fiscal González refuerzan esta tendencia.
Sería injusto suponer que este tipo de comportamientos de ostentación de riqueza en un país con millones de personas padeciendo pobreza o indigencia, son generalizados en el Poder Judicial. Tampoco inferir que una fiesta, por más ostentosa que sea, es un delito en sí mismo. Lo que sí representa es un mensaje de absoluta desconexión entre un sector de la Justicia Federal y la realidad, además de una exhibición obscena de opulencia.