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La clave de todo

jueves, 5 de diciembre de 2024 01:49

Durante la última asamblea regional de la Comisión Tripartita para la Igualdad de Oportunidades en el Litio (CTIO- Litio), en el marco de las actividades de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el gobernador Raúl Jalil expresó: “Hay que tratar de que la minería no sea la maldición de los recursos naturales que en algunos países se ha vivido”. Y por allí radica la clave de buena parte del futuro económico catamarqueño y regional, donde esta provincia cuenta ya con varias décadas inmersa en el sector, con un historial más negativo que alentador, que es la base del escepticismo y la desconfianza que el rubro todavía genera en gran parte de la sociedad. Cuando Jalil habla de “maldición” y remite a las experiencias de algunos países, bien podría resumir lo ocurrido por estos lados con la primera gran experiencia minera de Catamarca, que arrancó allá por los años 90 y concluyó tres décadas después sin alcanzar ninguno de los objetivos planteados. El pasado es inmodificable y ya nada revertirá aquel episodio, pero habrá un avance si lo transitado sirve para no repetir viejos errores.

El potencial minero de Catamarca no es una fantasía: es reconocido a nivel mundial, no sólo por la abundancia de litio, mineral en auge, sino por las reservas todavía existentes en oro, plata, cobre, níquel, tierras raras y tantos otros elementos demandados y cotizados alrededor del planeta. Es comprensible que aquí ese potencial no despierte gran entusiasmo en la población, porque quizás la única gran referencia con que se cuenta no fue positiva. En torno a Bajo La Alumbrera se había generado una expectativa enorme y todo se hizo mal. La gestión de los recursos, los controles, el impacto laboral directo, las obras vinculadas, las obras contempladas por responsabilidad social empresaria, el marco jurídico, la participación nacional. Nada funcionó bien. Los recursos desaparecieron y a cambio quedó la nada misma. Pero una mala experiencia es insuficiente para descalificar toda la actividad. La minería puede ser fundamental, puede coexistir con otras actividades, puede expandirse cuidando el ambiente. Sobran ejemplos. Desde Australia y países escandinavos, desde grandes potencias europeas hasta vecinos como Chile y Perú, crecieron con la minería.

El fracaso estará asegurado si se la observa sólo como una oportunidad de contar con dinero inmediato, si se mira la regalía como fin último. Allí está la maldición. La minería sirve como motor, la minería funciona cuando es parte de toda una estrategia de desarrollo basada en esos recursos naturales. Cuando hay reinversión, cuando hay un plan, cuando se sabe de antemano cómo y cuál será el destino de los fondos que ingresen. Cuando se planifica un cambio efectivo en las condiciones sociales y en la infraestructura de los pueblos aledaños a un yacimiento, cuando las ganancias son impulso para otras industrias, para el agro, para el turismo, para puentes y caminos. Sin ese plan, el oro, el litio y demás riquezas se rematan sin sentido como en una venta de garaje. Es saludable por ello que el Gobernador tenga claro el panorama. La margen de lo que pueda deparar el viaje, al menos se dirige en la dirección correcta.

El Esquiú.com

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