El peronismo siempre ha tenido una insólita capacidad para estirarse y contraerse, para enfriarse y calentarse a la hora de albergar y expresar los avatares y contradicciones de la sociedad argentina a lo largo de los últimos 80 años. A propósito, el filósofo y gran amigo Silvio Maresca, profundamente peronista, acierta al comentar que el peronismo no es una ideología (en el sentido canónico) sino un movimiento de afirmación nacional en un país crónicamente dependiente que, por ende, padece una insana dificultad para establecer su identidad.
El General Perón, no únicamente fue un estadista, sino un pensador de la política, de la historia y de la filosofía. Esta es una de las razones por las que el peronismo nunca ha terminado de definir un ideario.
A partir de su regreso define la Unidad Nacional como el Proyecto del Justicialismo, a partir de su trascendente visión patriótica, el peronismo se ve obligado a enmascarar sus intenciones políticas con ideologías episódicamente dominantes, de este modo veremos cómo la concepción de los ’40 y ’50 tendrá ribetes nacionalistas; en los ’70 esa máscara se confundirá con el activismo revolucionario y hacia fines de los ’90 se asociará al neoliberalismo. Está disposición a adaptarse, es una de las claves de su impresionante capacidad de perdurar y expandirse.
Durante la primera década de este siglo, un presidente peronista que asumió con el 20% logró casi un 80% de aprobación para su gestión. Recordemos que ya en la psicología y estrategia de Perón – cuando se le preguntaba si su movimiento era de izquierda o de derecha – aparecía está actitud de referenciarse «según los hechos». Así no puede haber por definición un peronismo verdadero o falso, auténtico o traidor.
Convocamos entonces a los estudiosos del peronismo y proponemos una serie de preguntas (aún a riesgo de cometer un atrevimiento) impulsado por todo un camino recorrido desde el «luche y vuelve»: ¿Cómo será este nuevo reacomodamiento? ¿Qué máscara adoptaremos bajo el signo de estos tiempos de neoliberalismo descarnado, en el que los costes y las consecuencias son y serán, muy altos, gravísimos?, ¿Cuáles serán las responsabilidades de quienes conducen las estructuras partidarias? ya que muchas veces van en disonancia con quienes gobiernan, con pertenencia y orígenes de esas mismas estructuras.
Al respecto, nos permitimos acercar dos inquietudes que serán evaluadas por el lector:
– Si los poderes legislativos nacionales, y provinciales, operan a favor del colonialismo, transparencia, en contra de la soberanía en temas fundamentales como la mega minería, la economía, y en particular los riesgos fujimanorista de los DNU.
– ¿Cómo podrá el justicialismo, en nuestra Catamarca, cumplir con su imperativo ético político?
– Si admitimos tener un pueblo asfixiado por la necesidad de consumo pero carente de salud pública y educación calificada en tanto los representantes festejan el éxito de sus gestiones y se promocionan como si de héroes épicos se tratara, ¿Cómo hará el peronismo para cumplir con los mandatos doctrinarios inclaudicables de bienestar y justicia social?
Estimados lectores, el pensamiento de los débiles no es débil, es hábil por naturaleza y sólo debemos romper el hechizo, la fábula vindicatoria de la crisis perpetua y la impotencia que encierra al pueblo en cárceles virtuales.
Aspiramos a que la militancia, fuente y razón del peronismo, reconstruya su organización y libere su futuro; que obtenga representaciones institucionales y que, finalmente, logre trascender las máscaras del gobernar en pos de aclarar el rumbo de nuestro movimiento.
«La patria, amigos, es un acto perpetuo». (J.L.Borges, Oda al sesquicentenario)