Nadie merece poseer 200.000 millones de dólares. Nadie. En esta obscenidad consentida o bien está sobrevalorado el dinero o el que lo posee, o bien, estamos minusvalorados todos los demás. Uno se pregunta qué desayuna un hombre con 200.000 millones de dólares en el bolsillo. “Un par de huevos souffle. Nada más”, declaraba Elon Musk a la CNN. “Eso sí, en su punto, sin pasarse”.
Para el magnate tecnológico “las ideas sin promesas de lucro las considero caprichos de soñadores, un superfluo sumidero de tiempo y talento carentes de rendimiento económico inmediato y por tanto de la aprobación de los mercados”. Tiempo después de esta declaración de intenciones el hombre de los 200.000 millones de dólares echaba de madrugada, con nocturnidad, a la mitad de la plantilla del extinto pajarito. Así de fácil. Con un par de huevos souffle.
“En Twitter había mucha gente que estaba de paso”, declaró a la mañana siguiente, mientras Esther Crawford, directora de Product Management de la compañía, colgaba en la red una etiqueta corporativa “#AmaDondeTrabajas”. Los 3.700 trabajadores despedidos decidieron crear su propia etiqueta: #AmaDondeTrabajaste”. Más que un hashtag les hubiera venido mejor un buen sindicato, ya que no quedó derecho por vulnerar.
Vivimos tiempos en que las noticias falsas se neutralizan con las mentiras oficiales. Uno se pierde con tanto viaje de Milei. No hay forma de saber si son de carácter privado o institucional. Hace unas semanas se reunió Elon Musk, que tuiteó: “Gran encuentro con el presidente Milei. (…) Recomiendo invertir en Argentina”. Recomendar recomendó, que invierta es otra cosa. Se nota que se gustan. Seguro que hablaron de universos satelitales, de litio, y de algo más mundano como el fútbol.
Hace tiempo que el magnate juega con la idea de hacerse con el control de un equipo de fútbol. Lo manifestó hace un año en el Financial Times. Ahora parece que va en serio. El portal Pro Football Reference filtró que el empresario tecnológico se reunió con Elliot Advisors, el fondo de Paul Singer y anterior dueño del AC Milán, y con Matthew Benham, exvicepresidente de Bank of América y dueño del Brentford inglés, el llamado banquero de la Premier League. El triángulo estaría detrás de la compra de alguna institución importante de cara al Mundial de Clubes de 2025.
Musk como Milei son hombres que sus prejuicios los convierten en dogmas. Se reconocen en esa lucha contra el Estado, en el esfuerzo por trocearlo, extorsionarlo, parasitarlo, debilitarlo, y así privatizarlo para luego saquearlo con la sórdida picaresca del trafico de “amiguetes”. Así nos compran , nos venden, nos sacan los datos y los hígados, nos extraen el alma, y especulan con todo ello sin que nadie se atreva a borrarles esa sonrisa jactanciosa de la cara.
Los magnates de las innovaciones tecnológicas se muestran como gurúes bondadosos que aparecen en escenarios desnudos y bañados de luz, con sus caras pálidas de teocracia virtual y sus pulóveres de cuellos altos, anunciando la buena nueva de la felicidad universal que nos depararán sus nuevos aparatos. Profetas ultraliberales que si se los palmea por la espalda suenan como una caja flamenca, hueca, como un lamento, sin vísceras y sin corazón. Tienen muy claro cómo debe que ser el mundo, el suyo, y por desgracia, el nuestro.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón Mundial ’79