Las estaciones del año siempre marcan el fin y el comienzo de algo. El otoño es la culminación de los días largos y de calor y de la época del año donde el mar, los ríos y los lagos son los protagonistas.
Pero también es el comienzo del frío, de días más cortos y noches más largas, de colores ocres, dorados y amarillos. Los bosques con caminos crujientes cubiertos de hojas secas ganan relevancia.
A continuación, siete rincones que en esta época del año se cubren con sus mejores colores y regalan postales para conocer y conservar en la memoria.
El Chaltén
Cualquier artista podría inspirarse con un paisaje de esta localidad de Santa Cruz en otoño para hacer una obra maestra. Los colores de las lengas y los ñires van desde el amarillo chillón hasta un rojo bien intenso. A la postal se suman las montañas cubiertas ya de nieve y los azules, verdes y celestes de las lagunas que las coronan.
Nominado como la Capital Nacional del Trekking, El Chaltén se conoce caminando.
Un paseo imperdible en esta época es el trekking al Lago del Desierto y Glaciar Huemul, uno de los más accesibles de la zona. Es un sendero corto –de unas 2 horas– donde el contraste de los rojos, amarillos y naranjas del bosque y el azul del Río de las Vueltas, lo hace un lugar imperdible.
El camino tiene varios miradores y termina frente al glaciar que está “colgado” de una montaña coronado con una laguna que parece una gema color turquesa. El contraste de colores se potencia en estos meses y resulta en un atractivo imperdible para los turistas.
Es una de las épocas más lindas del año para visitar este enclave rionegrino. Los días suelen ser muy agradables, con mucho sol y noches frescas. Los colores rojizos de las lengas y los amarillos de los álamos forman la postal que puede verse incluso desde la Plaza Pagano, el corazón del pueblo y el lugar donde funciona la famosa Feria Regional de Artesanías.
Es el momento del año donde se recolectan los frutos secos, se elabora el jugo de manzana y se empiezan a producir los membrillos, que forman parte de la identidad gastronómica de El Bolsón. También es una buena época para hacer senderismo y disfrutar de, por ejemplo, las vistas panorámicas desde la cumbre del cerro Amigo.
También del Camino de los Nogales, donde se pueden conocer chacras y lugares con actividad agroturística; o la Cascada de Mallín Ahogado, uno de los sitios desde donde nace la red de refugios de montaña más grande del continente.
Parque Nacional Lanín.
Los colores y la poca cantidad de turistas que lo visitan en otoño pueden ser buenos motivos para elegir el área protegida neuquina. Tiene más de 80 senderos que se tiñen multicolor a partir de abril: naranjas, rojos, amarillos, marrones, verdes y que invitan a internarse entre bosques tupidos y silenciosos.
Hay caminatas de diferente dificultad, por ejemplo, la que une Hua Hum con Quila Quina –una zona muy visitada en verano– que se hace en tres etapas. Hay otros atractivos, como la Cascada El Saltillo, a los que se puede acceder en auto y disfrutar de paisajes otoñales impactantes. Este salto tiene 25 metros de altura y permite acceder por un sendero detrás del velo de agua para tener vistas imperdibles del bosque, la cascada y la naturaleza que la rodea.
Otro destino ideal para el otoño en esta provincia es la Ruta de los Siete Lagos, uno de los recorridos escénicos más impactantes del país. El camino –que une Villa La Angostura con San Martín de los Andes– serpentea y muestra bosques de lengas, ñires, coihues y radales, junto a espejos de agua y montañas. Un camino ideal para hacerlo a ritmo lento y deteniéndose en cada mirador.
El otoño es una época especial para los viñedos: es el momento del año en que finaliza la vendimia y las plantas se preparan para el invierno. Por dentro, cada viña produce lo que se conoce como “agostamiento”: acumulan reservas de almidón para pasar el invierno. Por fuera, las hojas comienzan a teñirse de amarillos, ocres, anaranjados y rojos dando la última gran postal a los turistas antes de perderlas.
Los días se vuelven más frescos y con sol pleno, ideales para recorrer bodegas y disfrutar de algunos de los mejores vinos. Generalmente es una época en la que también cambian los menús de los restaurantes, dejando atrás los ingredientes frescos y livianos, para incorporar platos más contundentes.
Un diferencial de esta zona es que los viñedos tienen como telón de fondo a la imponente Cordillera de los Andes que, con el avance de los días, comenzará a cubrirse completamente de blanco.
Esquel
Las áreas protegidas son lugares donde los cambios de estaciones están muy marcados por los colores gracias a la presencia de vegetación nativa. A 55 kilómetros de Esquel, el Lago Bagillt se tiñe de ocres, dorados y amarillos gracias a la presencia de lengas, ñires y berberis. Es un área natural a la que se puede acceder en vehículo 4×4 y con una caminata de dos kilómetros.
Tiene 1500 hectáreas de bosque patagónico donde no hay población, por lo que se mantiene natural. El sendero concluye en el lago que tiene amplias costas para descansar. Se puede hacer de forma autoguiada.
Esta estación del año también es ideal para hacer safaris fotográficos en el Parque Nacional Los Alerces que tiene más de 19 senderos de diferentes dificultades. Estos caminos conectan lagos, lagunas, bosques, refugios y paisajes imperdibles.
También es temporada de recolección de hongos de pino, que abundan en los bosques patagónicos. Se trata de una actividad que realizan los pobladores de los alrededores y que hoy está regulada por la Dirección General de Bosques y Parques del Chubut, para preservar su conservación y reproducción. Del 10 al 13 de mayo la ciudad tendrá la primera edición de la Fiesta del Hongo de Pino.
Un lugar espacial para disfrutar los colores es a bordo de La Trochita. El Viejo Expreso Patagónico va desde Esquel a Nahuelpan en un viaje de tres horas en un entorno natural que muestra sus ocres, marrones y amarillos.
En otoño tiene un encanto especial y, para verlo, solo hace falta alejarse un poco de la ciudad. El Cerro San Martín está a 15 kilómetros y no es muy conocido. Para llegar a la cima hay que caminar siete kilómetros ida y vuelta, desde donde se logran panorámicas del lago Gutiérrez, los cerros Catedral y Ventana, entre otros. El contraste de los espejos de agua bordeados por bosques de ñires y lengas doradas son la fruta del postre del recorrido.
Otro lugar natural que es ideal para visitar en esta época es Valle Encantado, a unos 62 kilómetros de Bariloche. El paisaje, rodeado de montañas y acompañado por los ríos Limay y Traful, combina estepa patagónica y bosque andino. Álamos, sauces y cipreses enmarcan y pueblan el lugar.
Colonia Caroya
El ingreso a la localidad cordobesa es una postal: la Avenida San Martín está acompañada por más de 2400 plátanos de más de 100 años que, en otoño, se tiñen de marrones formando como una especie de túnel natural. Un dato curioso es que cada uno de los árboles centenarios tienen un seguimiento especializado y, cuando se detecta que alguno está en peligro, se saca y se reemplaza por otro de unos 15 o 20 años.
Los viñedos también son característicos de esta zona donde la uva frambua o chinche, tiene su tierra fértil. Esta materia prima llegó con los primeros inmigrantes friulanos y hoy es un ícono de esta zona vitivinícola. En otoño se pueden visitar algunos viñedos donde las hojas se tiñen de dorado. El salame de Colonia Caroya también llegó de la mano de los primeros inmigrantes y hoy es parte de la identidad gastronómica del pueblo. Hay muchas familias que los producen y que abren las puertas de sus emprendimientos a los turistas.